capaces de robar, pues en muchas ocasiones les pillamos, pero nadie fue capaz de hacer lo que yo hice y en vez de tener el apoyo de Aracelly frente a la humillación de su hermana Dora, se mostró pasiva y solo rebajó la tensión diciendo que no era nada importante.
Tenía ganas de salir corriendo de esa casa, aunque no podía, porque no tenía a donde ir, me tocó tragar y llorar, comprendía que solo estaba allí siendo utilizado, pero me concentré en mis estudios.
Un día saliendo sobre las 09:00 de la noche de clases, estaba sobre la Quinta, esperando que pasara mi autobús que me llevaría a Prados del Norte, que era donde estaba la casa de Aracelly, en un momento miré hacia atrás y venía un chico extremadamente guapo y con una sonrisa hermosa.
Me miró fijamente a los ojos, sonrío y cuando pasó por mi lado pude sentir como una energía que pasó por todo mi cuerpo. Era bajo de 1,74 de altura, llevaba una camisa blanca ceñida al cuerpo, se podía notar su gran espalda y los bíceps, un vaquero que dejaba entrever un culo precioso, ya iba a diez pasos de él y se voltió* a mirar hacia atrás, vio como había llamado mi atención y como si fuese un imán, fui caminando disimuladamente trás de él.
Tenía nervios porque no le conocía, pero quería saber más de él, seguía mirando hacia atrás y continué siguiéndole, pero cruzó hacia la Plazoleta Mercurio y sentí miedo, había poca luz y no me atrevía a cruzar, así que me senté en unas escaleras que estaban en la EPS* de Comfenalco, para disimular que estaba esperando el bus, pero ya había caminado bastante y pudo notar mi interés en él.
Paró y empezó a hacerme señas para que fuera adonde él estaba, pero yo le indicaba con mi cabeza que viniera hacia mí y así lo hizo.
Era guapo y lo sabía, su rostro era perfecto, pude ver sus manos, eran delicadas y su sonrisa me tenía cautivado, se sentó a mi lado y pude sentir su olor, simplemente me envolvió, le quería besar, deseaba hacerlo, pero luego él empezó hablar.
Lo primero que dijo: “Qué lindo eres ¿cómo te llamas?”, dije Sam, me preguntó mi edad y le engañé, le dije: “Diecisiete ya casi dieciocho”, él me preguntó que qué hacía por allí, le dije que estaba saliendo de estudiar y estaba esperando el autobús.
Se acercó a mí, me besó, sentí que mis problemas habían desaparecido, no me pude resistir y le correspondí al beso. Besaba tan rico, que por primera vez había sentido que había encontrado a esa persona que tanto deseaba, él se puso de pie y pude ver que su polla estaba empezando a ponerse dura, porque sobresalía del pantalón y no lo podía evitar, me dijo: “¿Vamos a un sitio más cómodo?” y estaba tan hipnotizado que le seguí.
Me tomó de la mano y sentí por primera vez que alguien me mostraba un poco de afecto, estaba viviendo una época difícil en mi vida, su acto de cariño hacia mí, me llenó de sentimientos y me solté a llorar, él no podía saber el porqué de mi llanto, yo no sabía su nombre, me dijo que se llamaba William, que ya me lo había dicho, pero seguro no le había prestado atención, volvió a besarme mientras me abrazaba.
Me dijo que nunca otro chico le había llorado y la verdad no sé qué decirte, no sé si sentirme bien o mal, pero tu rostro lo dice todo y hoy quiero darte una buena experiencia.
Nos fuimos caminando cogidos de la mano, pasamos por la calle Décima, a la altura de la Notaría Diez, allí había muchas travestís ejerciendo de prostitutas, nos gritaban “tan lindas, las mariquitas”, me asusté, pensaba que de pronto nos iban a robar y él me dijo que no prestara atención, que no me preocupara, estábamos atravesando el centro de la ciudad para llegar a la Avenida 2 Norte y llegamos a un sitio.
Era una casa, entramos y había en la puerta una recepción, era todo oscuro, no conocía ese sitio, pidió una habitación y pagó todo. Pude ver al fondo que había más hombres y estaban todos besándose, así que di por hecho que era un sitio para gays y que iban a follar, pero no me importaba, estaba encantado de estar con William.
Íbamos camino a la habitación, William vio un baño, me tomó de la mano y nos metimos allí, no más entrar William, de nuevo me besó, de tal forma que nos pusimos calientes y yo me dejaba llevar porque me gustaba todo él.
Cuando se quitó la camisa pude ver su cuerpo perfectamente marcado y un gran pectoral, era velludo, pero le gustaba pasarse la máquina, así que lo tenía muy bien cuidado, yo era un chico aún con cuerpo de niño, pero me besaba todo el cuerpo, me decía que adoraba mi cuerpo de niño, pero cuando me sacó la polla, no pudo contenerse y me empezó a mamar de una forma bestial que me puso tan caliente que deseaba follármelo, luego se acabó de quitar toda la ropa y pude ver que su polla era igual que él, perfecta, larga, gorda y con un hermoso capullo.
Empecé a chupársela y luego levantó la pierna dejando ver su ojete y también se lo mamé, sin duda tenía un gran culo, todo él era perfecto y sobre todo muy sexual, teníamos eso en común, empecé a demostrarle que también tenía lo mío, cogí la toalla del lavamanos, la puse sobre el suelo y me tiré en posición perrito para que pudiera chuparme el culo también, hacía calor, sudábamos como bestias, pero también nos chupábamos nuestro sudor, era todo tan excitante porque nos gustábamos muchísimo.
Pero no aguanté y William puso una pierna encima de la tapa del sanitario, se puso saliva en el ojete y me dijo: “Métemela”, pero yo quería seguir chupándole el culo, me arrodillé y se lo chupé, pero mi polla no podía más, me paré y empecé a metérsela, empezaron a tocar la puerta, pero no nos importó, tanto que seguimos y no prestamos atención.
Me lo follé por todo el baño, pero al final me tiró al suelo encima de nuestra ropa, él se sentó en mi polla y se la folló de tal forma que me corrí dentro y mientras lo hacía pude sentir su corrida caer por mi cuerpo, hasta el punto que la recogí con mi mano y me la empecé a chupar.
Quería sentir su sabor, él solo cogió y me besó. Quedamos tirados en aquel suelo alrededor de diez minutos, abrazados, besándonos, dejando que nuestros cuerpos descansaran, pero al rato nos pusimos de pie y empezamos a limpiarnos y a acomodarnos para poder desocupar ese baño.
Después de casi una hora encerrados, salimos y todos nos estaban mirando, William me cogió de la mano, me llevó hacia la puerta y salimos. Ya en la calle me pidió mi número de celular y yo el suyo, paró a un taxi, me montó, me dio dinero para que pudiese pagarlo y seguimos cada uno nuestro camino.
Al llegar a casa de Aracelly, ella estaba preocupada e incluso la tía Carmen que era su hermana mayor y Dora estaban hablando, cuando vieron que llegué, no podía ocultar mi felicidad, pues por primera vez sentía que me había enamorado y estaba deseando volver a ver a William, Dora al ver mi cara dijo “Esa cara puede ser por dos razones, plata o que acaba de follar”, yo la miré, ella a mí y dijo: “¡Ah! Hijoeputa* acaba de follar” y todos se pusieron a reírse de mí.
Los días pasaron y William nunca llamó e incluso cuando salía de estudiar me quedaba esperando por si lo volvía a ver, pero jamás volvió a pasar, un día cuando me cansé de esperar, cogí mi autobús me senté y por la ventanilla pude ver que estaba saliendo de una peluquería de un estilista muy conocido, Jairo Jaramillo.
Al día siguiente pasé por al lado y pude ver que William estaba allí trabajando como estilista, pero no quise dejarme ver para que no se sintiera perseguido por mí y mucho menos sintiese que estaba loco por él. Así lo hice muchas veces, hasta que un día me vio al salir, pero me hice el tonto y disimulé que estaba esperando mi autobús, él se acercó, me saludó y pudo notar que me estaba derritiendo por él, me pidió que le acompañara, ya que tenía que ir a estudiar.
Por el camino no pude contenerme y le confesé que estaba enamorado de él, que me encantaría conocerle más y que no solo fuera para sexo y que si él me daba la oportunidad, podría ser su novio.
Me miró, se sonrió y me dijo que él sabía que yo era menor, que me tocaba madurar y conocer más, para saber que todo no era tan fácil en la vida. Se despidió y me dijo que luego me llamaría, entró en su centro de estudios, yo quedé destrozado y seguí mi camino, porque tenía que ir a dormir para ir a trabajar.
Seguía trabajando