Marina Marlasca Hernández

Siempre tú. El despertar


Скачать книгу

su mirada penetrante en una jaula de cristal grueso. Siempre lleva colgado del cuello, con una cinta de terciopelo negro, un crucifijo de tamaño exagerado que busca y toca constantemente con la mano, como si temiera perderlo. Está decorado con unas bolitas de diferentes tamaños y colores llamativos, desgastadas por la fricción constante. También pertenece a este grupo Carlos Mir, que tiene el cabello pelirrojo, algo más claro que el mío, y es un chico enorme. Lleva la camisa abrochada hasta arriba aunque siempre está sudado. Tiene los ojos demasiado juntos y una boca pequeña, o unas mejillas muy grandes, dilo como quieras. Aunque por la manera de abrocharse la camisa puede parecer un chico cohibido, en realidad hace lo que sea necesario para imponer su presencia a los demás. La primera vez que me habló yo estaba sentado en el comedor del instituto. Se acercó y sin que hubiera abierto la boca se me puso delante como un luchador de sumo, con las piernas abiertas y poniendo las manos sobre las rodillas flexionadas. Me observó fijamente de arriba abajo mientras masticaba su chicle de forma exagerada. Después, se marchó diciendo: «Espaguetis más largos que tú me los desayuno yo en un pispás». Tal vez dice estas cosas para que los demás no nos metamos con él. Yo, por si acaso, no pienso acercarme mucho. No me gusta la idea de ser su bocadillo de media mañana.

      Los miembros de este grupo se relacionan con los demás, pero guardando las distancias y dejando muy claro que son diferentes.

      Supongo que, para los otros, pertenezco a este último grupo, el de los extraños, pero yo no me identifico. Tendré que crear mi propio grupo aunque, de momento, solo esté yo. Será un grupo abierto, no como los demás. Será el grupo de los normales, los que no se esconden bajo falsa apariencia, los que viven la vida y dicen las cosas tal como las sienten. ¡Hala! ¡Venga, chicos! Venid a engrosar las filas de este grupo.

      Martes, 20 de octubre

      El grupo de los populares ―o, mejor dicho, Ona y Roberto― están preparando una fiesta de Halloween al estilo americano.

      Curiosamente, han invitado a toda la clase menos a mí. Reconozco que no sé cómo tomármelo, si como un cumplido, como un insulto o como un desafío. Me sigo sintiendo como un pulpo fuera de lugar que trata de encontrar su océano. Durante todo este tiempo he intentado caerles bien, entenderlos. He hecho un poco el payaso para que se rieran conmigo y no de mí. Debo confesar que incluso he intentado pertenecer a un grupo, el de los extraños, claro, pero no ha resultado. Primero parecía que funcionaba, pero de pronto los compañeros se han cerrado, como si hubiera hecho alguna cosa mal. Ahora, cuanto más intento acercarme, más lejos me siento de ellos. La verdad es que estoy enfadado porque no lo entiendo. ¡No quieren conocerme!

      Además, Ona me mira de manera extraña, con los ojos cargados de odio. Bueno, todos me miran mal, pero su mirada es la que me hace más daño. Siento su desprecio como una pesada carga que llevo cuando estoy en el instituto. Cuando me marcho a casa se convierte en una profunda tristeza. A la hora de ir a dormir no me la puedo quitar de la cabeza. Intento averiguar cómo empezó todo. Encontrar el motivo de su odio... Quisiera que me lo explicara, tal vez así lo podría arreglar... Pero no me atrevo a preguntárselo. Ya la conozco un poco para saber que sus palabras pueden tener un tono afilado y lleno de rencor que no podría soportar. ¡Caray, me gusta mucho esta chica!

      ¿Cómo puedo averiguar qué demonios he hecho mal?

      Bueno, hoy me ha quedado claro que en mi grupo, de momento, solo estaré yo. Como diría mi abuela, mejor solo que mal acompañado.

      Sábado, 31 de octubre

      Hoy es la fiesta de Halloween. Me he enterado de que la haces en tu casa, Ona. Deseo que lo pases muy bien, de corazón.

      Lunes, 2 de noviembre

      Todos habéis llegado a clase radiantes y felices. Parece que la fiesta os gustó. Incluso se podría decir que los tres grupos parecéis más cohesionados entre vosotros. Algún miembro de los extraños ha conversado de forma inusual con seguidores de los populares y parecían conversaciones bastante amistosas. Todo parece un poco diferente. Todo menos las miradas de desprecio que tú y los demás me dedicáis. Puede que nuestra relación haya cambiado un poco, pero a peor. Ahora, además de odio y desprecio, capto de vuestra parte un tono de burla. Parece que has aprovechado la fiesta para dejarme como un trapo sucio y poner al día a los demás de lo que sea que haya hecho mal.

      He de acabar con esto de una vez. Al menos quiero saber de qué va. Tengo que preguntártelo. Sea lo que sea no podrá causarme más daño del que ya me hace.

      Lunes, 16 de noviembre

      ¡No lo he podido aguantar más! Hoy, por fin, el dolor de sentir tu odio me ha dado el empuje para enfrentarme y preguntarte de qué vas. Debo confesar que me has dejado de pasta de boniato, aunque supongo que eso ya lo sabes porque la expresión de mi cara te lo debe haber dejado bien claro.

      Jamás habría imaginado que tienes vocación de detective y que te pone tanto conocer los detalles más tristes de la vida de los demás para airearlos a los cuatro vientos. Lo tuyo ha sido un gran trabajo de investigación periodística. Chica, ¡tienes futuro! Lo has hecho muy bien. Habrás disfrutado mucho buscando información sobre mí y mi familia. Te habrás quedado bien ancha, cacareando que mi madre está internada por padecer una enfermedad depresiva y que mi padre murió en extrañas circunstancias. Ahora que cuando me ha parecido que disfrutabas más ha sido cuando me has acusado de delincuente y drogata.

      Sí, chica. Me has desmontado por completo. Afortunadamente, he tenido un momento de lucidez para decirte que eso pasó hace ya tiempo y que no me conoces ni me conocerás lo suficiente para entender por qué lo hice. Después me he hundido en un tortuoso abismo de impotencia y desesperación, del que espero que me veas salir algún día.

      ¿Por qué? ¿Por qué te has puesto a buscar detalles de mi vida? ¿Lo haces con todo el mundo? ¿Intentas controlar a todos para ponerte por encima de ellos, dejándoles bien clarito que conoces hasta el último detalle de sus vidas? ¿O es que sientes un interés especial por mí? Si es eso, yo realmente esperaba que tu interés por mí fuera de otra manera.

      Bien. Ya está todo dicho. Ahora no tengo más ganas de escribir.

      Jueves, 10 de diciembre

      Sigo solo en el grupo de los delincuentes drogadictos. Parece que ya os habéis hartado de mostrarme vuestra aversión, o tal vez soy yo que ya no me entero. Disimulo y me hago el fuerte ante ti y los demás, haciendo ver que paso de vosotros. En casa trato de ser el de siempre para no preocupar a Anna y a Jordi. Ya hacen bastante por mí. En todo caso, no sé si lo consigo. Anna, siempre tan observadora, me estudia con la mirada y de vez en cuando pregunta si tengo algún problema. Yo me hago el despistado.

      Hoy nos han dicho que el día 18 de diciembre haremos el amigo invisible. Ya han repartido las papeletas para que sepamos a quién le debemos dar nuestro regalo. A mí, como muestra de mi mala suerte, me ha tocado hacerle el regalo a Roberto. Supongo que le haré un regalo simbólico, tipo gorra de policía o una porra para que esté preparado si quiere enfrentarse conmigo. Seguro que hay alguien que se habrá sentido muy decepcionado al ver que le ha tocado hacerme el regalo. También supongo que será un regalo simbólico, como unas esposas o un pasamontañas. No espero nada mejor.

      El tiempo me pasa como en una nube. Todo es disperso y todos estáis distantes. Y en medio de esta niebla espesa estás tú, como una lucecita a lo lejos que se aparta más si intento acercarme. Guardaré las distancias solo por miedo a que, si me acerco demasiado, te alejes tanto que todo quede oscuro.

      Viernes, 18 de diciembre

      El regalo del amigo invisible han sido las esposas. Todo el mundo estaba enterado y esperaban ver mi cara al abrir el regalo. Yo he hecho como si nada. Me las he puesto colgando del bolsillo del pantalón y me he quedado tan ancho. Mi reacción parece que les ha sorprendido. También le ha sorprendido su regalo a Roberto. ¡Tal vez ha sido él quien me ha regalado las esposas!

      Feliz Navidad, Ona.

      Día de Navidad

      Lo hemos celebrado en casa de los abuelos. Es mi primera fiesta familiar