Cao Xueqin

Sueño En El Pabellón Rojo


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años de sufrimiento en manos de su secuestrador, por fin entrevió una salida con un hombre que la amaba. De haberse casado con él todo hubiera salido bien, ¡pero ocurrió esto! Los Xue son más ricos que los Feng, y seguro que un tarambana como Xue Pan tiene muchas doncellas y concubinas y vive sumido en el desorden. Nunca podrá serle fiel a una sola muchacha. Ese romance fue un sueño vacío, el encuentro fortuito de una pareja infortunada. Pero basta ya. ¿Cuál es la mejor manera de zanjar este asunto?

      —Su Señoría demostró su habilidad en el pasado —dijo el asistente con una sonrisa—. ¿Por qué hoy está tan corto de ideas? He oído decir que su nombramiento se produjo por intercesión de los Jia y de los Wang, y este Xue es un pariente de los Jia. ¿Por qué no nadar a favor de la corriente y devolverles el favor arreglando el caso de manera que pueda volver a mirarlos a la cara?

      —Hay mucho de cierto en lo que dices, pero está por medio la vida de un hombre. Además, me han vuelto a brindar el favor imperial y estoy empezando una nueva vida. Debería hacer lo posible por demostrar mi gratitud al emperador cumpliendo con mi deber. ¿Cómo puedo ignorar la ley? No concibo la posibilidad de actuar de esa manera.

      El asistente sonrió:

      —Su Señoría tiene razón, pero en el mundo de hoy eso no conduce a nada bueno. Acuérdese de las viejas máximas: «Un caballero ha de saber amoldarse a las circunstancias» y «El hombre superior es aquel que persigue la fortuna y evita el desastre». Actuando como acaba de decir, no sólo le será imposible responder a la confianza puesta en usted por el emperador, sino que además expondrá su propia vida. Más vale que lo piense detenidamente.

      Yucun inclinó la cabeza. Después de un largo silencio preguntó al asistente:

      —¿Y qué sugieres tú?

      —Tengo un plan excelente. Cuando Su Señoría vea el caso mañana, haga gran alarde de envío de órdenes y edictos; entonces el asesino no se presentará y el denunciante insistirá en su denuncia, con lo que podrá detener a algunos miembros del clan y a algunos sirvientes para ser interrogados. Mientras tanto yo, entre bastidores, arreglaré la cosa para poder informar de la «súbita muerte por enfermedad» de Xue Pan; con ese fin obtendré el testimonio de su clan y de las autoridades locales. Su Señoría podrá reclamar la posibilidad de consultar a los espíritus a través de la tablita de escritura mágica [7] . Haga instalar una en el tribunal e invite a militares y civiles como observadores. Entonces podrá decir: «El espíritu declara que Xue Pan y Feng Yuan fueron enemigos en una existencia anterior y estaban destinados a enfrentarse en ésta para dirimir sus diferencias; que Xue Pan, acosado por el fantasma de Feng Yuan, ha muerto a consecuencia de una extraña enfermedad; que puesto que todos estos problemas han sido ocasionados por el hombre que secuestró a la muchacha, cuyo nombre es tal y tal, éste debe ser tratado de acuerdo con lo dispuesto por las leyes». Y así sucesivamente. Yo me encargaré de que el secuestrador confiese, y cuando todo sea confirmado por el espíritu la gente quedará convencida. Como los Xue son muy ricos puede hacerles pagar quinientos o mil taeles por los gastos del entierro de Feng Yuan, cuyos parientes son gente insignificante que se ha metido en esto por el dinero. El dinero de los Xue les tapará la boca. ¿Qué le parece mi plan a Su Señoría?

      —¡Inadmisible! —Yucun se resistió—. Tendré que meditar todo esto detenidamente para evitar tanta palabrería huera.

      Su reunión se prolongó hasta bien avanzada la tarde. Al día siguiente se citó ante la corte de justicia a numerosos sospechosos que fueron cuidadosamente interrogados por Yucun, quien descubrió que, en efecto, los Feng eran una familia insignificante cuyo interés en el caso radicaba en obtener más dinero para el entierro, y que era a los tercos Xue, a través de sus poderosos parientes, a quienes se debía la enmarañada situación del caso y el que éste hubiera quedado pendiente. Yucun interpretó la ley adecuándola a sus propios intereses y emitió una sentencia arbitraria. Los Feng recibieron una buena cantidad de dinero y dejaron de ocasionar problemas. Yucun escribió sin pérdida de tiempo a Jia Zheng y a Wang Ziteng, comandante general de la guardia metropolitana, para informarles de que los cargos contra su digno sobrino habían sido retirados, y que en consecuencia no había razón para seguir preocupándose.

      Yucun había dado por cerrado el caso gracias a la sugerencia del asistente que había sido novicio en el templo de la Calabaza, pero, temeroso de que ese hombre revelara pormenores de sus tiempos de miseria, fue acumulando faltas en su expediente hasta que consiguió exiliarlo en una lejana región.

      Hablemos ahora del joven Xue, el que había comprado a Yinglian y ordenado matar a palos a Feng Yuan. Procedía de una familia culta de Jinling, pero la pérdida de su padre en la infancia lo había convertido, como único hijo y heredero, en un engreído malcriado por su madre. El resultado fue que llegó a ser un atontado inútil. Eran ricos gracias a un ingreso del Tesoro Estatal en calidad de proveedores de la Casa Imperial. El nombre del joven Xue era Pan, y su nombre de cortesía Wengi. Desde Los cinco o seis años se había mostrado excéntrico en los hábitos e insolente en el lenguaje. En la escuela sólo aprendió unos cuantos caracteres, despilfarrando su tiempo en peleas de gallos, equitación y viajes de placer. A pesar de su condición de proveedor de la corte ignoraba todo sobre negocios u otros asuntos mundanos, por lo cual recurrió a las viejas relaciones de su abuelo con el fin de obtener una bien remunerada sinecura en el Ministerio de Hacienda, mientras dejaba el negocio en manos de sus agentes y de los viejos servidores de la familia.

      Su madre viuda, Wang de soltera, era la hermana menor de Wang Ziteng, comandante general de la guarnición metropolitana, y hermana también de la dama Wang, esposa de Jia Zheng, de la mansión Rongguo. Tenía alrededor de los cuarenta años y Xue Pan era su único hijo, como queda dicho. Pero también tenía una hija, dos años menor que el hermano, cuyo nombre de infancia era Baochai; se trataba de una niña bella y delicada, de natural refinada. Mientras vivió su padre la hizo estudiar, resultando en ello diez veces mejor que su hermano, pero tras la muerte de su progenitor, comprendiendo que Xue Pan no serviría de gran ayuda a su madre, dejó los estudios para dedicarse a las labores del hogar y a la administración de la casa, compartiendo así sus cargas y preocupaciones.

      Ocurrió que, en su infinita bondad y en su deseo de honrar la cultura, alentar la etiqueta y descubrir talentos, así como de seleccionar consortes y damas de compañía, el emperador solicitó a la Junta que confeccionase una lista de las hijas de ministros y familias notables de entre las que serían elegidas compañeras de estudio virtuosas y con talento para las princesas. Por otra parte, como desde la muerte del padre de Xue Pan todos los gerentes y administradores de las oficinas de la proveeduría de diversas provincias habían empezado a embaucar al muchacho, los negocios de las diversas tiendas de la familia en la capital habían empezado a declinar. Así fue como Xue Pan, que desde tiempo atrás venía oyendo comentarios sobre los esplendores de la capital, consiguió tres buenos pretextos para visitarla: En primer lugar, escoltar a su hermana para la selección imperial; en segundo, visitar a sus parientes; por último, solventar las cuentas del negocio y decidir futuras acciones. Ni que decir tiene que el verdadero motivo de su viaje era contemplar los panoramas de la gran ciudad.

      A partir de ese momento dedicó su tiempo a hacer el equipaje, empaquetar sus cosas de valor y preparar productos típicos para obsequiar a parientes y amigos. Ya había sido fijado un día favorable para la partida cuando se encontró con el secuestrador que vendía a Yinglian. Impresionado por la belleza de la muchacha, la había comprado enseguida. Cuando Feng Yuan la reclamó, Xue Pan, apoyándose en su poderosa posición, ordenó a sus matones que golpearan al joven hasta matarlo, tras lo cual encomendó la solución del asunto a gentes de su clan y emprendió el viaje con su madre y su hermana. Una denuncia por asesinato era para él una bagatela fácilmente solucionable con un poco de inmundo dinero.

      Días más tarde les sorprendió en el camino, ya en las afueras de la capital, la noticia de que su tío Wang Ziteng había sido promovido a comandante general de nueve provincias con orden de inspeccionar las fronteras. Xue Pan se dijo jubiloso: «Precisamente iba pensando en lo fastidioso que iba a ser tener un tío que limitara mis andanzas en la capital. Ahora ha sido ascendido y se marcha, lo que demuestra la bondad del cielo».

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