Cao Xueqin

Sueño En El Pabellón Rojo


Скачать книгу

Procurad que no se meta en líos —advirtieron—. Aquí no está la Anciana Dama para retenerlo.

      —¿Y por qué no invitamos al joven señor Qin a que venga aquí? —sugirió Xifeng—. Así podré verlo yo también. ¿O acaso no lo puedo conocer?

      —Mejor harías no viéndolo —repuso la señora You—. No se parece a nuestros muchachos con sus modales rudos y groseros. Los Qin están mejor educados. ¿Qué pensará el joven cuando vea a un terror como tú? Se reiría de ti.

      —Soy yo la que se ríe de los demás —sonrió Xifeng—. ¿Cómo va a reírse de mí un muchacho?

      —No es eso, tía —dijo Jia Rong—. Es que es muy tímido y no tiene mucho mundo. No sería usted bastante paciente.

      —Aunque se tratase de un monstruo insistiría en verlo, ¡pareces tonto! Tráelo ahora mismo o te daré una buena bofetada.

      —¿Cómo me iba a atrever yo a desobedecer una orden suya? —dijo Jia Rong con una risita—. Ahora mismo lo traigo.

      Jia Rong volvió acompañado de un joven algo más delgado que Baoyu y aún más apuesto. Sus rasgos eran hermosos, su tez clara, sus labios rojos, su porte agraciado y sus modales agradables, pero era más tímido que una niña. Hizo una cortísima reverencia ante Xifeng y preguntó por su salud con voz apenas audible.

      Encantada, Xifeng dio un ligero codazo a Baoyu y le dijo:

      —Ahora debes cederle tu lugar.

      Se inclinó para cogerle las manos, e hizo sentar junto a ella al joven recién llegado; luego le preguntó su edad y los libros que estaba estudiando. Descubrió que su nombre escolar era Qin Zhong.

      Como era el primer encuentro entre Xifeng y Qin Zhong, pero aquélla no había traído los regalos de rigor, algunas de sus doncellas corrieron de vuelta a casa para consultar con Pinger, quien, conocedora de la estrecha amistad que existía entre su señora y Qin Keqing, decidió que había que obsequiar al muchacho con un regalo de importancia. Les entregó un corte de seda y dos pequeños medallones de oro que llevaban inscrito el deseo de que su poseedor obtuviera el número uno en los exámenes de palacio. Al recibir los regalos, Xifeng los entregó disculpándose porque eran demasiado poca cosa. Keqing y las demás expresaron elocuentemente su agradecimiento.

      Después del almuerzo, la señora You, Xifeng y Qin Keqing se sentaron a jugar a los naipes, permitiendo que los dos muchachos buscasen por su cuenta un entretenimiento.

      Al ver a Qin Zhong, Baoyu se sintió impresionado. Tras un momento de estupefacción se enredó en tontas divagaciones: «¿Cómo puede haber alguien semejante en el mundo? —pensó—. Comparado con él no soy más que un sucio cerdo o un perro sarnoso. ¿Por qué tuve que nacer en una familia noble? Si fuera el hijo de un erudito pobre o de un funcionario de bajo rango, tal vez sería su amigo desde hace mucho tiempo y habría merecido la pena vivir. A pesar de mi alto rango sólo soy un tocón de madera podrida fajado con sedas y satenes, una cloaca repleta de viandas y licores. Riqueza y nobleza son un veneno para mí».

      Para Qin Zhong, en cambio, el porte impresionante de Baoyu y su ingeniosa conducta oscurecían su lujosa vestimenta, sus hermosas doncellas y sus apuestos pajes, y pensaba: «Con razón todos quieren a Baoyu. ¿Por qué me tocó nacer en una familia pobre, sin posibilidad de ser su amigo? ¡Qué tremenda barrera separa la riqueza de la pobreza! Es sin duda una de las mayores desgracias de esta vida».

      Y así, ambos estaban sumidos en necias cavilaciones. De pronto Baoyu preguntó a Qin Zhong qué estaba leyendo y, tras la sincera respuesta de su compañero, se enzarzaron en una animada conversación que les hizo sentirse muy cerca el uno del otro. Después aparecieron el té y algunos platos.

      —Nosotros dos no beberemos vino —dijo Baoyu—. ¿Por qué no colocamos uno o dos platos sobré, ese pequeño kang de la habitación de adentro y así no las molestamos?

      Y entraron a tomar su té. Tras servirle a Xifeng vino y algo de comer, Keqing pasó por donde estaban los dos muchachos para decirle a Baoyu:

      —Tío Bao, su sobrino es joven. Si dijera algo inconveniente debe pasárselo por alto; hágalo por mí. A pesar de su timidez es un niño terco que siempre busca que las cosas se hagan a su antojo.

      —No te preocupes, déjanos solos —dijo Baoyu riendo—. Estamos bien.

      Tras aconsejar a su hermano que se portara bien, Keqing volvió con Xifeng.

      Algo más tarde, Xifeng y la señora You mandaron recordar a Baoyu que si deseaba algo de comer de donde ellas estaban, no tenía más que pedirlo. Baoyu lo agradeció, pero no sentía ningún interés por la comida, tantas eran las ganas que tenía de conocer más cosas acerca de la vida de su nuevo amigo.

      —El año pasado murió mi preceptor —le confió Qin Zhong—, y mi padre está ya tan viejo y tiene tantos achaques, y además está tan ocupado, que todavía no ha podido buscar un sustituto. En mi casa lo único que hago es repasar lecciones antiguas. De todos modos, para el estudio se requiere uno o dos compañeros afines con quienes discutir las cosas de vez en cuando, y así poder aprovechar mejor el tiempo.

      —Yo pienso igual. Nosotros tenemos una escuela para los miembros del clan que no pueden contratar a un maestro. El mío volvió a su tierra natal el año pasado, así que por el momento yo también estoy sin preceptor. Hasta que vuelva el año que viene, mi padre quiso que asistiera a esa escuela para repasar las lecciones, pero mi abuela no lo permitió porque pensó que tantos chicos juntos crearíamos problemas, y, como además estuve unos días enfermo, no se volvió a hablar del asunto.

      Baoyu prosiguió:

      —Si, como dices, tu padre está preocupado por tu educación, ¿por qué no le dices en cuanto vuelvas a casa que te vienes a estudiar a nuestra escuela? Yo seré tu compañero y podremos ayudarnos el uno al otro. Sería estupendo.

      —El otro día, cuando mi padre tocó el tema del preceptor, habló muy bien de la escuela que tienen aquí —respondió Qin Zhong entusiasmado—. Tenía la intención de venir a discutirlo con el señor Zhen, pero al final no quiso molestarlo con semejante minucia, con lo ocupado que está aquí todo el mundo. Tío Bao, si le parece que puedo moler su tinta o lavar su tintero arreglémoslo cuanto antes; no perderíamos el tiempo, tendríamos numerosas oportunidades de conversar, nuestros padres se quedarían tranquilos y podríamos ser buenos amigos, ¿no sería formidable?

      —Descuida. Vamos a decírselo a tu cuñado y a tu hermana, y también a la hermana Xifeng. Cuando vuelvas se lo puedes decir a tu padre, y yo le hablaré a mi abuela. No hay razón para que esto no se arregle cuanto antes.

      Cuando terminaron de tratar el asunto ya estaban encendiendo las lámparas, y los dos salieron a mirar como jugaban las mujeres. Cuando se contaron los puntos resultaron perdedoras, una vez más, Keqing y la señora You, y se acordó que su castigo fuera invitar a una comida y a una función de ópera al cabo de dos días. Luego siguieron conversando un poco más.

      Acabada la cena, y en vista de que había caído la noche, la señora You sugirió llamar a dos sirvientes para que acompañasen a Qin Zhong de vuelta a casa, y Varias doncellas salieron para prepararlo todo. Cuando volvieron, les preguntó quién acompañaría al muchacho.

      —Jiao Da —respondieron las doncellas—. Pero está otra vez borracho diciendo impertinencias.

      —¿Y por qué enviarlo a él? Cualquiera de estos jóvenes puede acompañarlo. ¿Por qué elegir a Jiao Da?

      Xifeng intervino:

      —Siempre he pensado que eres demasiado permisiva. ¿Cómo puede hacer y deshacer de ese modo un simple sirviente?

      —Seguramente conoces a Jiao Da —suspiró la señora You—. Ni el señor ni tu primo Zhen pueden controlarlo. De joven acompañó a nuestro bisabuelo en tres o cuatro expediciones, y le salvó la vida sacándolo a cuestas de un campo de batalla sembrado de cadáveres. Él mismo pasaba hambre, pero los alimentos que robaba eran para su señor; después de pasar dos días sin