y de jugar con cualquiera de los chicos o chicas, pero en lugar de hacerme caso permites que otras personas te inculquen conductas torcidas. No tienes amor propio, y terminarás por rebajarte. ¡Tú mismo te portas malévolamente y luego te quejas de la injusticia ajena! ¿Cuánto has perdido jugando para comportarte de esta manera?
—Unas doscientas monedas —contestó Huan tímidamente.
—¡Tanto lío por doscientas monedas! ¡¿Y tú eres uno de los jóvenes señores?! —exclamó Xifeng.
Y volviéndose hacia Fenger:
—Anda por una sarta de monedas y luego lleva al chico a donde están jugando las muchachas. Y tú, si vuelves a hacer una cosa tan baja —le advirtió a Huan—, primero te daré una buena paliza y luego haré que se lo cuenten a tu maestro para que te desuelle vivo. Tu absoluta falta de orgullo le hace rechinar los dientes a tu primo Lian. Ya te habría arrancado las tripas si yo no lo hubiera contenido. ¡Ahora corre!
—Sí —dijo Jia Huan, y partió con Fenger llevándose la sarta de monedas. Luego volvió a integrarse en el juego, donde podemos dejarlo.
Volvamos a Baoyu, que se encontraba bromeando con Baochai cuando alguien anunció la llegada de la señorita Shi. Inmediatamente se levantó para ir a verla.
—Espera —dijo Baochai—. Vamos juntos.
Y se bajó del kang para acompañar a Baoyu a los aposentos de la Anciana Dama. Allí encontraron a Shi Xiangyun riendo y parloteando como una loca. Cuando acabaron de intercambiar los saludos de rigor, Daiyu, que también se encontraba allí, preguntó a Baoyu dónde había estado.
—Con la prima Baochai —contestó él.
—Ya lo suponía —respondió la muchacha con tono incisivo—. Había alguien que te mantenía allí; de otro modo hace ya un rato que habrías venido.
—¿Acaso eres la única con la que me está permitido jugar? —contestó él con una sonrisa—. Para una vez que voy a verla, tú haces de ello un motivo de pelea.
—Tonterías. ¿Qué me importa si vas a verla o no? Tampoco te he pedido nunca que me entretengas. Me puedes dejar en paz de ahora en adelante.
Dicho lo cual, se retiró furiosa a su cuarto. Baoyu la siguió.
—¿Por qué te enfadas por una tontería así? —protestó—. Aunque haya dicho algo incorrecto, puedes quedarte y seguir conversando con el resto de la gente en vez de poner mala cara aquí sola.
—Lo que yo haga no es asunto tuyo.
—Claro que no, pero no soporto ver cómo arruinas tu salud.
—Si arruino mi salud y me muero, es asunto mío. Nada tiene que ver contigo.
—¿Por qué hablas de «vivir» o «morir» precisamente después del Año Nuevo?
—Pues lo hago, ¡y qué! Estoy dispuesta a morir en cualquier momento. Y tú, si tanto temes a la muerte, puedes vivir hasta los cien, si te parece.
—Como sigas portándote así, dejaré de temerla e incluso la preferiré —repuso Baoyu sonriendo.
—¡Eso! —le contestó ella inmediatamente—. Si sigues tratándome así, más vale que me muera.
—Lo que yo dije es que más valía que yo me muriera, no que te murieras tú. ¡Qué manera de retorcer mis palabras!
Cuando más se enconaba la disputa entró Baochai.
—Te espera la prima Shi.
Y empujó a Baoyu hasta la salida.
Sintiéndose más infeliz que nunca, Daiyu se sentó junto a la ventana a derramar lágrimas de ira.
En menos de lo que se tarda en beber dos tazas de té, Baoyu estuvo de regreso, y la muchacha, al verlo de nuevo, rompió a llorar convulsivamente. Él comprendió que sería difícil tranquilizarla, y se aprestó a hacerlo con toda suerte de zalamerías y palabras amables. Pero antes de que pudiera intentarlo, ella preguntó entre sollozos:
—¿Para qué has vuelto? Ahora tienes una nueva compañera de juegos, alguien que lee, escribe y versifica mejor que yo, y que se ríe y habla mejor contigo; alguien que te arrastró temerosa de que perdieras la paciencia. ¿Para qué vuelves? ¿Por qué no me dejas morir tranquila?
Baoyu se le acercó y le dijo en voz baja:
—Alguien tan inteligente como tú debería saber que los parientes lejanos no pueden interponerse entre los cercar nos, y que los nuevos amigos no pueden ocupar el lugar de los viejos. Eso lo sé incluso yo, a pesar de mi estupidez. Tú eres la hija de la hermana de mi padre, mientras que Baochai es mi prima por parte de madre; o sea que tú estás más cerca de mí que ella. Además, tú llegaste aquí primero, hemos comido en la misma mesa, dormido en la misma cama y crecido juntos, mientras que ella acaba de llegar. ¿Cómo se te ocurre pensar que Baochai podría distanciarnos?
—¿Acaso crees que lo que pretendo es que te alejes de ella? ¿Por quién me tomas? Ocurre que has herido mis sentimientos…
—Y son tus sentimientos los que me preocupan. ¿Es que sólo conoces tu corazón y no el mío?
Daiyu agachó la cabeza y se quedó callada. Después de una pausa dijo:
—Tú culpas a los demás porque te encuentran defectos, y no te das cuenta de lo provocador que puedes llegar a ser. Hoy, por ejemplo, ¿por qué te quitas la capa de piel de zorro cuando ha empezado a hacer tanto frío?
Baoyu se echó a reír.
—La llevaba puesta, pero cuando te enfadaste conmigo me dio tanto calor que me la quité.
—Pues bien —suspiró ella—, si te resfrías se armará un tremendo escándalo.
Fueron interrumpidos por la llegada de Xiangyun.
—¡Primo Ai [4] , prima Lin! —exclamó alegremente—. Vosotros podéis estar juntos todos los días, pero mis posibilidades de venir a visitaros son escasas, y, sin embargo, qué poca atención le prestáis a mi humilde persona.
—¡Mira cómo farfulla! —dijo Daiyu con una carcajada—. ¡Vaya idea decir ai en lugar de er! Supongo que cuando juguemos a los dados gritarás uno, amor, tres, cuatro, cinco…
—La imitas tan bien que acabarás hablando como ella —dijo Baoyu para fastidiarla.
—Siempre la toma conmigo —exclamó Xiangyun—. Esta chica no deja pasar una. Aunque seas mejor que los demás, no es necesario ir por ahí burlándose de todo el mundo. ¡Ahora, que yo conozco a alguien de quien no te burlarás nunca ni le encontrarás defecto alguno! Si lo haces te respetaré realmente.
—¿Quién es? —preguntó Daiyu de inmediato.
—¿Te atreves a encontrarle defectos a la prima Baochai? Si lo haces, te felicitaré. Es posible que yo no pueda contigo, pero en ella has encontrado la horma de tu zapato.
—Ah, se trata de ella —dijo Daiyu con una risa helada—. Me preguntaba a quién te podías referir. ¿Cómo me atrevería a buscarle defectos a la prima Baochai?
Baoyu intentó detenerlas, pero Xiangyun siguió:
—Nunca podré compararme contigo, prima Daiyu, pero te deseo que encuentres un esposo que hable como yo. Así podrás pasar la vida oyendo «amor» a todas horas. ¡Buda Amida! ¡Ojalá viva para ver ese día! —Y al tiempo que se escuchaba una risotada general, echó a correr hacia la salida perseguida por Daiyu.
De lo que ocurre, les hablaré en el siguiente capítulo.
Capítulo XXI
La prudente Xiren reprende
cariñosamente a Baoyu.
La