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      Eres un chiste [dirigiéndose a Monroe]. Luces menos humano que yo y yo soy un oso imaginario con un pene turquesa. ¿Qué eres tú? Eres una vieja actitud con peinado nuevo. ¿Asumes que eres superior porque no te tomo en serio? Nadie te toma en serio, por eso nadie vota. […] ¿Crees que mereces respeto porque tuviste una educación superior y creciste pensando que tenías derecho a lo que sea? [.] Algo debe cambiar. Nadie confía en ustedes, porque saben que no les importa nada que esté fuera de su burbuja.

      Luego cuestiona a Harris:

      Y ella es la más falsa de todas. Diles por qué estás aquí. Diles. Está aquí para hacer un espectáculo. No es broma, literalmente es así. Sabe que no ganará, pero está aquí para representar un papel, salir en la tele y ganar experiencia. Realmente se preocupa aún menos que él por todos aquí, porque al menos él sí debe representar un papel. ¿O me equivoco?

      Su intervención termina entre aplausos, pero Jamie sale corriendo, se encierra en su cuarto y se embriaga. Waldo ya es un fenómeno viral, con un millón de visitas en YouTube y varios grupos en Facebook solicitando que forme un partido, lo que trae como consecuencia su posicionamiento en el tercer lugar de las preferencias.

      Ganar o no ganar, he ahí el dilema. Si bien Waldo es un personaje controversial, su reacción ante el ataque personal es notablemente sincera: él y su comediante se funden en uno solo, pues la frustración de Jamie se encarna en el personaje y proyecta su insatisfacción con toda la clase política y la democracia en general. Una democracia, por lo demás, convertida en vehículo para alcanzar el poder y representar los intereses de una nación, pero, también, en la vitrina necesaria para lograr y mantener una exposición que gane réditos personales.

      El descrédito del sistema democrático se hace patente en la reflexión del candidato más atacado por Waldo, Liam Monroe, quien advierte que el oso Waldo quedará segundo en las elecciones y que quedará, para la risa y para la historia, que su principal oponente haya sido un cartoon: “Si esa cosa es mi mayor oposición, entonces todo el sistema es absurdo. Y bien podría serlo, pero construyó estas calles”.

      Monroe observa el deterioro del sistema y lo que eso significa. Acepta que lo señalado por Waldo no deja de ser parte de una dramática realidad, la gente ya no les cree y prefieren votar por un cartoon, aunque ello suponga un salto al vacío. Es el político tradicional y conservador quien observa con más claridad el problema de fondo.

      Un aspecto interesante en todo el episodio gira en torno al carácter ficcional de Waldo: ¿es real? El comediante que le da vida se cuestiona constantemente esto y señala siempre que solo se trata de un oso azul. Waldo ni siquiera guarda semejanza con un oso natural; es, por tanto, más ficticio de lo que ya es por tratarse de un personaje animado. Cuando se le felicita por el éxito, Jamie lo relativiza, señalando que es solamente la voz de un dibujo, que eso no cuenta como éxito personal. Sin embargo, la reacción de Waldo/ Jamie en el debate evidencia que Waldo es más real que los políticos. A esta altura, la democracia representativa ha derivado en una democracia ficcional. Las referencias constantes a la falsedad de la clase política contribuyen a considerar que un personaje animado puede ser más auténtico que cualquier político real. Jack, el broadcaster, lo formula de la siguiente manera: “No es real, pero es más real que todos los otros. […] Mira, no necesitamos políticos, todos tenemos iPhones y computadoras”.

      De acuerdo con este discurso, los ciudadanos son reemplazados por sus identidades digitales. Ficción por ficción es una equivalencia legítima para el sistema de medios. En ese sentido, la ventaja de Waldo está, precisamente, en su carácter ficticio, porque no tiene fallas humanas y eso lo torna algo así como inimputable.

      El punto crítico emerge cuando el comediante ya no desea seguir interpretando a Waldo y se enfrenta a Jack. Este intenta persuadirlo hablándole de antipolítica y de por qué los jóvenes aman a Waldo.

      Todos están enfadados con el statu quo [.]. Mira, el mundo anda mal y tú puedes hacer algo al respecto, [.] Waldo tiene la atención de los jóvenes y a los jóvenes no les importa nada, solo los zapatos y piratear películas [.]. Les importa Waldo y votarán por Waldo.

      Ante la imposibilidad de convencer a Jamie, los criterios empresariales asoman con toda claridad. El dueño del personaje, quien detenta los derechos, es el broadcaster, por tanto, lo que ocurre a continuación no es una distopía futurista: es una puesta en escena que representa quién “tiene los derechos” sobre los actores políticos del presente. Jack se convence de que hay que pasar al siguiente nivel y explotar a Waldo como un producto de entretenimiento de alcance global, cuya prerrogativa sea darle representación a todos los desencantados. Si un líder político es una construcción de su partido, en ese mismo sentido Waldo es la construcción de una corporación mediática para los descontentos. “Waldo es más que tú, Jamie. Es un equipo”, asegura Jack en su momento. Lo importante no es llegar al poder, el verdadero valor de Waldo está en su carácter hipnótico, en su capacidad para concitar adhesiones. El oso azul se convierte, así, en un arma de control para sostener el statu quo.

       Televisión y reconfiguración de la comunicación política

      El salto que pega Waldo, de personaje animado a candidato, grafica el rol que cumple la televisión en la actualidad. Recordemos que todo empieza con un escándalo sexual que se destapa en Twitter, cuando un parlamentario envía fotos íntimas a una menor de edad y la televisión cubre el caso hasta obligarlo a renunciar. Es así que se convoca a elecciones para cubrir el escaño vacante. Pese de la renuencia de Jamie, Waldo se involucra en política, somete a Monroe con sus bromas pesadas y esto le vale un ascenso vertiginoso. Logra un programa propio, le desarrollan una aplicación y, finalmente, termina postulando a las elecciones para representar al distrito electoral Stentonford y Hersham.

      El episodio es casi la radiografía de una democracia de audiencias precarizada por el desencanto ciudadano. Se puede observar que la participación política se desvirtúa en sus fines. Si antaño se consideraba que esta participación era el medio por excelencia para elegir a los representantes y alcanzar cargos públicos, este capítulo muestra que la finalidad principal es adquirir popularidad. La meta es la exposición y la conquista de la atención de la audiencia. La motivación del broadcaster, del equipo que rodea a Waldo y su comediante es alcanzar la fama y emplean la política como un medio para ello. En este camino, observamos cómo los diferentes medios se integran alrededor de la televisión, las redes y la prensa.

      En este marco de distorsión se puede observar cómo algunas herramientas de la comunicación política se reconfiguran. Es interesante notar que Jamie, el ser humano, el ciudadano común detrás de Waldo, se rehúsa a ingresar al terreno de la política, pero todos los componentes propios de la comunicación política y de una campaña electoral acaban decidiendo su incursión. Si un político con pretensiones electorales quiere competir electoralmente, debe llevar a cabo sondeos de opinión para medir sus posibilidades reales. En este caso, los sondeos son remplazados por el rating de los programas de televisión que confirman que Waldo es apreciado por la audiencia electoral.

      Los géneros televisivos se descomponen produciendo ese macrogénero que es hoy el infotainment. Los políticos aparecen en los programas de entretenimiento para lograr una mayor exposición y un mayor alcance. Pero, a su vez, observamos que los habituales programas políticos de televisión admiten estas distorsiones. Ilustración de ello es la invitación de Waldo al programa Consensus, en donde el periodista que lo conduce, Phillip Crane, es conocido con el apelativo de Pitbull Crane. El temido entrevistador acosa a Waldo y lo presenta como un candidato sin apellido, sin partido, y lo declara la mascota oficial del votante de protesta. La pugna, sin embargo, da por vencedor a Waldo, quien deja en claro que la única finalidad de Crane es obtener rating a costa de él.

      La campaña electoral tradicional retrata el derrotero de un político que busca interactuar con su elector potencial y ganar su confianza. Así, durante el episodio se observa a Liam Monroe conversando en cafeterías con grupos de ciudadanos, y a Gwendolyn Harris tocando puertas para dejar su propaganda electoral. Mientras los políticos caminan, Waldo se dedica a acosar a Monroe en una camioneta con pantalla gigante. Finalmente, cuando los estudiantes