Carlos López Degregori

Lejos de todas partes


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partir un poco como todos

      Y mi rastro no alcanzó a la puerta o la ventana

      Creí regresar y ya no había nadie

      Abolidos todos por mi historia y sus fantasmas

      Sus prisiones sus tatuajes

      he regresado al mar

      únicamente a descubrir que ya no dejo más huellas

      en la arena

      la misma playa insomne con su bosque entre las rocas

      el combate secreto del viento del agua de los pájaros

      y yo

      caminando sin pies a esa parte

      donde jamás llegan los bañistas

      allí tendré que estar

      tal vez dormido

      enterrado hace mucho

      (¿recuerdas?)

      en la arena

      Bogotá, 1975-1976

      Las conversiones

      (1983)

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      A qué sonará una voz que nadie oyó durante años.

      A nada sonará.

      Y es probable que ya no sea voz,

      guarde palabras de un idioma que no existe

      y multiplique

      charcas, errores, mataduras.

      Te atormentara.

      Perdieras lo sabio

      perfecto de escribir:

      tu bosque,

      tu pozo

      al centro de la tierra.

      Y trocaras un año entero por la voz:

      los dedos por la mujer que gime en cañerías,

      el pie por el que afila y afila implacable,

      todo por la rueca, el cepo, el organillo.

      Y eso fue la voz.

      La seguiste dispuesto a sucumbir

      si así estaba escrito:

      el oído que se interna en la pared,

      el ruido que sale de la boca

      y todo lo hace trizas.

      Y por un momento tú temblaste

      porque al fin la alcanzabas

      y torva,

      sucia

      era solo voz.

      Voces articuladas al revés.

      Voces en falso de centinelas

      y de estacas.

      Murmullos para el último vidente,

      cráteres,

      lenguas reventadas.

      Y nada dicen porque tardan un segundo.

      Y nada porque suenan miles de años.

      En alguna parte queda algo que la leche me recuerda

      Y nunca porque es limpia

      o es blanca

      Y nunca porque puede derramarse

      Gotas y gotas litros un charco

      Una taza anterior a toda boca

      Una elegía incomprensible

      De algo que no recuerdo estoy cantando:

      de la leche

      Y nunca pude ignorarla cuando hervía

      Desayunar salir al fin

      Solo un ojo para el mar

      Solo un monte

      una maleta

      una cama

      Una historia única de cíclope

      Será perfecta cuando llegue a conmovernos

      Cuando irrumpa a mediodía

      con el mar

      Y nos encierre

      o imagine

      Estoy desde ayer en mi cuarto de hotel

      Desnudo

      vencido de antemano

      Y canto sobre el puro coincidir

      Disloco

      sustraigo

      sacrifico

      Con lo que aún poseo de vigilia

      Lo que guardo de sabiduría

      o asombro

      Yo el inmóvil continuo de las aguas

      Yo el visible a través

      El hombre del cianuro

      El huésped de la habitación

      siempre contigua

      Y la maleta prueba que es verdad

      Y la cama prueba que mi cuerpo

      está más sucio que las sábanas

      Y todo es cíclope

      y ojo

      Y todo se encamina

      Mar

      a mediodía tú vendrás

      Entonces cederé

      Me cortarás en dos con la montaña

      Siete soldados en fila

      y de plomo

      Siete aunque los cuentes

      siempre siete

      Y ya estoy decidido

      si me van a fusilar

      Escuchen mi risa

      de miles de carbones

      Que ya tizna la luna

      (Para Edgar O’Hara)

      El huésped y a sus pies

      vigila una lámpara de aceite.

      Un piano suena en la otra habitación.

      Un pájaro chilla.

      Un tambor.

      El mundo cruje, se deshace.

      Fue ayer después del gallo,

      después de quemar con leña verde

      a la bruja en la plaza,

      después del sacrificio inútil del cometa.

      Y ahora

      a quién decirle que tal vez me equivoqué

      y perdido, falso, desollado

      a quién decirle nada.

      Mejor beban beban compañeros