Jacques Fontanille

Semiótica del discurso


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se miótico debe ser considerado como un sistema de valores para los su je t os, es decir, como un sistema axiológico. Se está entonces pasando (1) del valor de un término en relación con otros términos (2) al valor de una posición en relación con otras posiciones, y (3) al valor que esos con tenidos y que esas posiciones tienen para los sujetos. Del valor de fi nido por la diferencia (versión paradigmática), se ha pasado al valor de finido en la perspectiva de un sujeto narrativo, sujeto comprometido en una serie de transformaciones narrativas (versión sintagmática).

      Esta conversión puede ser explicada simplemente a pesar de que no sea, en sí misma, una conversión simple. En efecto, una vez organizado como cuadrado semiótico, el sistema de valores saussuriano debe ser orientado o, más precisamente, polarizado —un polo positivo y un po lo negativo— para poder ser recorrido por un sujeto en busca del valor. El camino que lleva de un contrario al otro se convierte entonces en el ca mino que conduce de un polo al otro, es decir, en el camino que acer ca o que aleja del valor positivo. Si, por ejemplo, el cuadrado de ele mentos naturales es polarizado así:

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      entonces los caminos recorridos por la sintaxis serán:

      • un camino canónico progresivo que conjunta con el valor positivo: (-) fuego aire agua (+)

      • un camino canónico regresivo que conjunta con el valor negativo: (+) agua tierra fuego (-).

      Se establecerá como regla que los dos recorridos están siempre disponibles y siempre al menos virtualmente activos. En consecuencia, cada uno de los dos sólo puede realizarse neutralizando al otro y la “energía” desplegada por este hacer estará entonces en función de la resistencia opuesta por el recorrido contrario. La primera consecuencia de la po larización del sistema de valores es, pues, una tensión (una diferencia de potencial), entre el polo negativo y el polo positivo; la segunda con secuencia es la aparición de una tensión entre las dos direcciones po sibles, es decir, entre dos recorridos de orientación opuesta.

      2.4 Los términos de segunda generación

      Los términos obtenidos en un cuadrado semiótico no son otra cosa que los términos resultantes de las relaciones constitutivas del cuadrado, que aparecen en la intersección de tres tipos de relaciones, la contra riedad, la contradicción y la complementariedad. Pero en los discursos concretos son con frecuencia las figuras mixtas las que se presentan, figuras compuestas que comportan dominantes, y ello resulta necesario para dar cuenta de la asociación de términos simples en lo que se ha convenido en llamar términos de segunda generación.

      La asociación de dos contrarios a1 & a2, forma el término complejo. La asociación de dos subcontrarios, no a1 & no a2, forma el término neutro. Se pueden asociar también, dos a dos, los complementarios; si el cuadrado está polarizado para formar una axiología, una de esas aso ciaciones (a1 & no a2, por ejemplo) formará el término positivo y el otro (en este caso a2 & no a1) formará el término negativo.

      La identificación de tales combinaciones es, en general, específica de ca da discurso concreto, pero como el número de combinaciones es limitado, se pueden prever diferentes figuras. Se puede imaginar, por ejem plo, para los elementos naturales, que tal discurso particular podría pro poner las siguientes combinaciones: [agua + fuego] = fuego líquido; [aire + tierra] = polvo; [agua + aire] = bruma; [fuego + tierra] = ceniza.

      3. LA ESTRUCTURA TERNARIA

      3.1 Los tres niveles de aprehensión de los fenómenos

      La semiótica peirceana reposa enteramente sobre una concepción ternaria de la estructura elemental. Pero no se trata en este caso de la estructura de los términos de una categoría sino de niveles de aprehen sión de esa categoría o, en otros términos, de tres modos diferentes de la aprehensión de la significación que son, según Peirce, tres maneras di ferentes y jerarquizadas por las cuales podemos conocer el mundo del sen tido. Porque esta semiótica es ante todo una teoría del conocimiento.

      En un primer nivel, llamado simplemente Primero (o primeridadfirst ness en inglés—), se aprehenden solamente las cualidades sensibles o emotivas del mundo; este nivel es primero por rango de orden, pero tam bién porque comporta un solo elemento: la cualidad misma. Por ejem plo: la sensación de “mojado” es primera. El signo típico de este nivel es el icono.

      En un segundo nivel, llamado Segundo (o segundidadsecondness en inglés—), se pone en relación la cualidad con otra cosa; este nivel es segundo por rango de orden, pero también porque comporta dos elementos. Por ejemplo, cuando la sensación de “mojado” es puesta en relación con la lluvia que cae, esa relación es llamada segunda. El signo tí pico de este nivel es el índice.

      En un tercer nivel, llamado Tercero (o terceridadthirdness en inglés—), se ponen los dos primeros niveles en la perspectiva o bajo el con trol de un tercero; este nivel es tercero porque comporta, de hecho, tres elementos. Lo más corriente es que este tercer elemento se presente co mo una ley o una convención: se podría, a partir del ejemplo en curso, tener por resultado “Llueve siempre que está mojado”, confrontando la relación de segundidad con el tiempo, que estaría en función de tercero, y llegaríamos así a desprender una regla. El signo típico de este ni vel es el símbolo.

      3.2 Propiedades de los tres niveles

      En los innumerables escritos de Peirce, los tres niveles de aprehensión de los fenómenos conciernen a casi todas las propiedades imaginables: cada exégeta se precia de encontrar las que le convienen para tal o cual uso.

      Preguntarse qué son concretamente la primeridad, la segundidad y la terceridad no tiene, de hecho, mucho sentido, puesto que se trata de tres momentos fundamentales de toda construcción del sentido, de toda ex periencia, y, en general, de la relación entre el hombre y su entorno. En la teoría peirciana misma, la estructura ternaria sirve particularmente:

      • para construir el signo mismo, puesto que el objeto es primero, el representamen segundo y el interpretante tercero;

      • para distinguir los tipos de signos, puesto que el icono, el índice y el símbolo participan respectivamente del primero (semejanza cua lita ti va), del segundo (relación causal o explicativa) y del tercero (convención);

      • para distinguir muchos tipos de objetos, de representámenes, de in terpretantes, luego de iconos, de índices y de símbolos, cada vez bajo el mismo principio, por una nueva división en tres niveles.

      En cambio, si se adopta la perspectiva de la elaboración de un lenguaje y del funcionamiento del discurso que lo pone en marcha, uno se per cata de que la triplicación peirciana interesa fundamentalmente en lo que respecta a las modalidades de elaboración de la significación. En efec to, entre las muchas propiedades de esta triplicación que son objeto de consenso entre los diversos lectores de Peirce (Deledalle, Eco, Savan, entre otros), las propiedades modales son las más frecuentemente in vocadas.

      Esas propiedades modales caracterizan los niveles de articulación de la significación. En la perspectiva de una semiótica del discurso, las definiremos como modos de existencia de la significación en discurso.

      3.3 Los modos de existencia

      Todas las teorías del lenguaje deben dotarse de niveles epistemológicos, que son definidos