María Mendoza Micholot

100 años de periodismo en el Perú


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      Si como señalan algunos politólogos, la prensa es reflejo de su realidad circundante, debemos concluir que la preferencia por el tema político en este período está íntimamente ligada a los cambios que se operaron en la esfera pública, como sucedió a partir de los años treinta. En este contexto, la multiplicación de los conflictos entre periodistas tomando partido por una u otra tendencia demuestra que dicha práctica es de larga data en el Perú. Y que el enfrentamiento abierto, visceral e intolerante contra el que piensa diferente nunca fue recomendable porque exacerba los ánimos y aumenta las posibilidades de un desenlace violento.

      El poder de la prensa es innegable, aunque esta historia descubre algunos momentos en los que no siempre corrió “parejo con el respaldo de una formación ética suficiente” (Varillas 2008: 10). Sobre todo cuando “la política del logos, de la palabra y la escritura”, parafraseando a Carlos Iván Degregori, desapareció y originó que la principal identificación de un importante sector de la población no sea con la argumentación de los hechos, sino con lo dicho por personajes metapolíticos, mediáticos y de triste recordación.

      ¿Por qué se hizo usted periodista?, es una pregunta que nos hubiera gustado formular a muchos hombres y mujeres que a lo largo de diez décadas dejaron impresos en blanco y negro no solo sus nombres y firmas, sino sus vidas y sus pasiones. Sus voces nos han acompañado imaginariamente en el tiempo que duró elaborar este trabajo, cada vez que leímos sus testimonios, sus informaciones, sus crónicas o sus editoriales. Muchos fueron famosos políticos, artistas, académicos o pensadores de su tiempo; y otros anónimamente cumplieron una labor interesante lejos de los reflectores. En su lugar, recogimos el testimonio de destacados periodistas cuyas vivencias reseñamos en el libro.

      La investigación se realizó en las siguientes etapas:

      1) Revisión del marco contextual del siglo XX (político, económico e internacional).

      2) Identificación de los diarios más importantes de la época.

      3) Análisis de las publicaciones, especialmente de portadas, secciones principales y contenidos seleccionados (por su naturaleza: textuales, gráficos y publicitarios; por sus valores periodísticos: relevancia social, importancia e interés periodístico, consecuencias, novedad, oportunidad y frecuencia; por su relación con las libertades de expresión, prensa y empresa; por los actores involucrados en la noticia).

      4) Análisis de la información documental disponible (sobre las líneas editoriales, el desarrollo de las empresas periodísticas, las tendencias y los cambios en el discurso, y los aportes al debate público).

      Nuestros principales objetos de estudio fueron las publicaciones que se conservan en la Biblioteca Nacional del Perú y en el Departamento de Investigación y Archivo Periodístico de El Comercio. El mapeo incluyó una muestra significativa seleccionada contextualmente, es decir, tomando en consideración algunos hitos en el acontecer nacional e internacional.

      Los contenidos se revisaron en orden cronológico. Se trabajaron con las publicaciones que circularon con una periodicidad o tiempo significativos. En el caso de aquellas de corta duración, se analizaron los títulos de relevancia histórica acreditada por fuentes documentales. En una segunda etapa, se incluyeron de manera somera algunas revistas disponibles porque, reiteramos, el objetivo era los diarios y periódicos de Lima.

      Se utilizaron fuentes documentales (publicaciones, investigaciones, normas legales y contenidos web) sobre la evolución del periodismo limeño. Gran parte de esta información permitió elaborar e incluir notas de apoyo, tablas y extractos de textos que aparecen como recuadros explicativos, a manera de antecedentes o consecuencias de los hechos reseñados.

      Esta investigación cubre el periodismo escrito de 1900 al 2000 en Lima —una muestra representativa de su quehacer en el país—, pero sale a la luz en los primeros años de la segunda década del siglo XXI. Quizá sea una oportunidad excepcional para reevaluar el aporte de la prensa capitalina y para que esta haga una autocrítica del papel cumplido en el último decenio del siglo pasado. Quizá, también, para analizar su rol en la cobertura de las recientes campañas electorales. Que analice si su tarea informativa se empinó sobre las simpatías políticas de sus directivos, accionistas o redactores; si dio cabida a informaciones no verificadas (norma elemental en un medio de prensa) para dañar a alguna candidatura; si su contenido informativo fue plural o sirvió a determinadas banderas políticas; si su cobertura tuvo ribetes de prejuicios y racismo; si primaron intereses diferentes al interés público… Las respuestas a estas y otras interrogantes, tal vez, podrían explicar el porqué de la pérdida de credibilidad de algunos matutinos.

      La lección, según lo visto en el siglo XX, es que la coherencia editorial, la independencia y la veracidad son valores periodísticos difíciles de mantener, pero viables e indispensables para vender periódicos, tener empresas periodísticas exitosas y alcanzar la confianza del lector, destinatario final del producto informativo y actor determinante en la vigencia o no de un medio de comunicación.

      Capítulo 1

      Antecedentes del periodismo de masas

      A partir de 1870 —algunos precisan, desde 1880—, varios acontecimientos internacionales contribuyeron al desarrollo de la información periodística: la segunda industrialización aceleró la generación de nuevas tecnologías, se operaron cambios en la estructura del capitalismo y se hizo perceptible el fenómeno de masas, aunque en opinión de los historiadores sus efectos se evidenciarían en nuestro país con mayor énfasis después de la Primera Guerra Mundial (1914).

      Ante tamañas transformaciones, los medios de comunicación no podían permanecer impasibles ni dejar de adaptarse a los cambios en un proceso que, en cada rincón del planeta, se vivió a un ritmo diferente, según la solidez de las democracias, el respeto a la libertad de expresión, el avance de cada país y del propio periodismo, en lo que respecta a su audiencia, tecnología y mercado publicitario. Como anotan Enric Bordería, Antonio Laguna y Francesc Martínez (1998) en su Historia de la comunicación social. Voces, registros y conciencias:

      […] no podemos esperar el surgimiento de la llamada prensa de masas o popular de forma simultánea en las diferentes ciudades, o de forma encadenada conforme iban conociéndose las nuevas fórmulas periodísticas. Aquellos países que dispongan una estructura económica, política y social acorde con las necesidades del nuevo producto serán en los que veamos triunfar a esas nuevas publicaciones.

      En todo caso, se estima que estas modificaciones se produjeron entre 1870 y 1914, lapso denominado por los historiadores como la edad de oro de la prensa, la era de la prensa popular, de la prensa de tirada masiva, del periodismo sensacionalista y amarillista, de la prensa informativa, de la prensa de negocio o del new journalisme. En muchas naciones del mundo, esto significó que el periodismo, antes instrumento al servicio de un partido, pasó a convertirse en un agente influyente de las organizaciones que lo aplicaron en empresas y negocios productivos (Bordería, Laguna y Martínez 1998: 321).

      En Lima, esta concepción fue adoptada progresivamente por los medios capitalinos, a medida que las empresas periodísticas locales se miraban en la experiencia de sus pares europeos o estadounidenses. Variables indispensables para comprender esa evolución en el país deben hallarse en la relación prensa-política, en el reconocimiento de la libertad de expresión, así como en el desarrollo de las comunicaciones, de las agencias de noticias y de la publicidad.

      Como rememora Jorge Basadre, desde el inicio mismo de la República “[…] el periodismo fue en el Perú, como en toda América, el instrumento único de gran comunicación de masas, a las que informó, educó, orientó y, en sucesivas ocasiones, movilizó y puso, a su modo, nuevas relaciones entre los individuos y las clases” (Basadre III, 2005: 103).

      Pocas fueron las publicaciones que sobrevivieron al cambio de siglo, pero hasta su desaparición contribuyeron al debate de los asuntos públicos con base en sus particulares líneas editoriales (políticas, clericales y sensacionalistas) y más allá de cualquier criterio de objetividad periodística. Entonces carecían de los grandes titulares