María Mendoza Micholot

100 años de periodismo en el Perú


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corrientes de opinión:

      La revolución de los [hermanos] Gutiérrez, momento culminante de la febril actividad política desplegada a lo largo de catorce meses, fue neutralizada en parte porque muchos informantes en Lima y provincias colaboraron en la reacción. En aquel momento decisivo las redes tejidas a lo largo de los años probaron ser resistentes (Mc Evoy 1999: 136).

       El Partido Civil

      “De la Sociedad Independencia Electoral nació el Partido Civil. Para su advenimiento coincidieron tres cosas: la presencia de un leader excepcional con las características positivas de un caudillo, la formulación de un programa (cuyas notas más sencillas ante las masas fueron la reacción contra el militarismo y el anuncio de una ‘República práctica’) y la enérgica e inmediata aptitud para ir a los hechos dentro de los cauces de un intenso y combativo proceso electoral. Se juntaron para dar vida a la nueva agrupación diversos elementos. Hubo en ella un sector profesional e intelectual que tuvo uno de sus más importantes reductos en la Universidad de San Marcos, coincidentes, esta vez, catedráticos y alumnos; otro en la Beneficencia de Lima. La juventud ilustrada de la época fue, en su mayoría, civilista. Dentro del periodismo capitalino el nuevo movimiento contó entre sus voceros a periódicos tan prestigiosos como El Comercio y El Nacional. Cabe clasificar, por tanto, al primer civilismo como una expresión de élite. Pero se agruparon en él, además, otros factores. Los antiguos consignatarios desplazados por Dreyfus, la mayor parte de los bancos y el alto comercio lo respaldaron y le permitieron contar con abundantes fondos para la campaña. Y estuvo, además, ungido por el apoyo popular como reacción contra el Gobierno, contra los militares y también contra los conservadores. Y así coincidieron en ese momento, fenómeno raro en cualquier país y, sobre todo, en el Perú, gran parte de la élite intelectual y profesional, el poder económico y una porción importante, acaso mayoritaria, de la opinión pública” (Basadre X, 2005: 101).

      Entre los corresponsales periodistas figuraban Juan Manuel Aguirre (Ica), José Amat (Arequipa), Manuel Arias (Cusco), Simón Barrionuevo (Cusco), Manuel Corrales (Arequipa), Agustín Reynaldo Chacaltana (Lima), Andrés Izquierdo (Cusco), Fabián Osorio (Yungay) y José Toribio Polo (Huaraz).

      Con base en parámetros modernos de la comunicación política, habría que reconocer que ya entonces la prensa fue cooptada con fines propagandísticos, como señala Carmen Mc Evoy. Fue escenario para la organización y discusión política propiciadas por el pardismo para disputar la legitimidad del gobierno de Balta, que no dudó en perseguir a las imprentas, los periódicos y los periodistas afiliados a la Sociedad Independencia Electoral (Mc Evoy 1997: 77).

      Como anota la historiadora, esta forma de persuasión y convencimiento tenía por meta construir y cimentar alianzas sólidas con miras a la consolidación de un proyecto nacional más permanente, aunque “[…] no se debe pasar por alto la forma clientelística y paternalista que muchas de estas nuevas alianzas exhibieron”, a través de las cuales se podría “empezar a rastrear un modelo político que ha pervivido en el país a lo largo de muchos años” (Mc Evoy 1999: 155).

       1.2 Cuando la seguridad nacional está en riesgo

      La invasión chilena marcó un antes y un después en el diarismo local. Los grandes periódicos políticos se unieron para hacer frente al enemigo. Es probable que las tiradas se incrementaran, por la necesidad de los lectores de conocer lo que sucedía en el campo de batalla. Pero el fatídico año de 1879 todos difundieron los telegramas oficiales y no oficiales que, cual partes de guerra, dieron cuenta del avance del enemigo.

      En los preludios angustiosos de la guerra, los diarios traducen la enorme palpitación colectiva. Los editoriales de Aramburú […] condensan la álgida emoción de la muchedumbre patriótica, denuncian la alevosa preparación del agresor rapaz y sueñan inútil y generosamente en convertir su odio en proyectiles (Porras 1970: 36).

      En agosto de 1879, estos medios publicaron los enjundiosos editoriales de su competencia, como una gaceta de prensa, en una práctica que se mantuvo durante los primeros años del siglo XX.

      Redactores de experiencia marcharon desde Lima hacia el sur como corresponsales de sus periódicos. Por El Comercio, Guillermo Carrillo partió el 13 de setiembre con el encargo de hacer una mejor cobertura, luego de detectarse “algunas fallas en nuestro servicio noticioso”, para lo cual contaba con la autorización de “hacer los arreglos y tomar las determinaciones que juzgue más provechosas a los intereses del diario” (El Comercio, 13 de setiembre de 1879). Su director, José Antonio Miró Quesada, ya había sido comisionado a mediados de ese año por el presidente del Consejo de Ministros, general Manuel de Mendiburu, para embarcar desde Panamá un cargamento de armas para la guerra. El tema de los armamentos fue un asunto neurálgico.

      Otros corresponsales participaron en la cobertura de la contienda del Pacífico desde abril de 1879. Por El Comercio se embarcó José Rodolfo del Campo, en la corbeta Unión; el portugués Manuel Horta cubrió para El Nacional, el uruguayo Benito Neto envió despachos para La Patria, y Julio Octavio Reyes, a bordo del Huáscar, reportó para La Opinión Nacional (López Martínez 2009: 253).

      Una de las páginas más trágicas fue sin duda la confirmación de la muerte de Miguel Grau a bordo del monitor Huáscar. El combate duró desde las nueve de la mañana hasta las tres y treinta de la tarde, según los telegramas enviados por los corresponsales y, luego, confirmados por los del Gobierno: “En el Huáscar pereció la mayor parte de la oficialidad y tripulación. Grau muerto y su refuerzo gravemente herido. El corresponsal”, “Telegrama oficial. Falleció Grau. Murió mucha gente” (El Comercio, 12 de octubre de 1879). Otra noticia impresionante fue la invasión chilena en Pisagua: “Ha llegado el momento supremo. ¡Todos los peruanos en pie! Apoyemos con patriótico empeño al gobierno. En la unión está la fuerza, y la República necesita de toda su fuerza, de todo su poder para salvarse” (El Comercio, 29 de octubre de 1879).

      Tal vez por eso los periodistas fueron enérgicos cuando el presidente Mariano Ignacio Prado viajó a Europa y a Estados Unidos en diciembre de 1879. Autorizado por resolución legislativa, el viaje fue calificado como “la fuga”, a pesar de que el mandatario argumentó en carta pública que asuntos muy importantes y urgentes demandaban su presencia en el extranjero (El Comercio, 19 de diciembre de 1879). En realidad, sostienen Carlos Contreras y Marcos Cueto, en su Historia del Perú contemporáneo (2004: 165), “no halló mejor forma de encarar las primeras derrotas que marchándose a comprar armamento”.

      Como ha sucedido cada vez que la seguridad nacional del Perú ha estado en riesgo, la prensa se involucró en la contienda. Algunos se abstuvieron de circular y cerraron voluntariamente por razones patrióticas hasta octubre de 1883, cuando los soldados chilenos abandonaron el país. El Comercio, que había sido clausurado por Piérola en 1880, decidió dejar de salir mientras las tropas chilenas estuvieran en Lima (Miró Quesada 1991: 64); tampoco lo hizo el diario oficial El Peruano ni El Nacional.2 Otros, como La Patria, fueron suplantados por el ejército invasor. Andrés Avelino Aramburú, director de La Opinión Nacional, fue deportado a Chile. La Guerra del Pacífico significó un retroceso en el desarrollo del periodismo local.

      Durante la ocupación, luego de consumada la toma de la capital, apareció el 20 de enero de 1881 La Actualidad, diario pro chileno que se editaba en la imprenta clausurada del diario El Peruano. Fue dirigido por Luis Castro y “significó el traslado de la maquinaria ideológica chilena a la capital peruana. El objetivo principal del periódico fue hacer propaganda a favor de la firma de paz con cesión territorial” (Mc Evoy 2011: 145-146) (recuadro 5).

       El Peruano

      El