una de las notas nocturnas de la atormentada historia republicana del Perú” (Basadre XI, 2005: 84-85).
Recuadro 7
Los primeros periodistas
Andrés Avelino Aramburú (1845-1916) estuvo preso en tres oportunidades. Sus editoriales fueron muy influyentes —se voceaban en las calles cuando él los escribía— e instauró una forma de redacción novedosa y ágil. Basadre encuentra en ella un estilo moderno, que luego siguieron otros periodistas, como José María de la Jara y Luis Fernán Cisneros:
Se puede estar en desacuerdo con alguna o muchas de las cosas que Aramburú escribió o hizo; pero no se le puede negar su sitial en la historia de la cultura peruana, no la de los museos y la de los sepulcros, sino la de las discusiones vibrantes de la vida cotidiana que el tiempo ha apagado. Una de las facetas sugestivas de la personalidad de Aramburú fue su amor por los obreros, especialmente por los gráficos. Se interesó por ellos desde los primeros días de su organización gremial, como lo hicieron Francisco de Paula Vigil, Ricardo Palma, Fernando Casós y otros, y les predicó una doctrina social basada en la bandera de la patria y la fe religiosa (Basadre XVI, 2005: 177).
Ricardo Palma (1833-1919), director de la Biblioteca Nacional e insigne tradicionista, tenía unos 15 años cuando publicó composiciones literarias en El Comercio y también en El Progreso; luego incursionó en el periodismo satírico, en La Zamacueca Política y La Campana.
Hizo sus primeras armas literarias en este diario… allá por los años de 1850; atraído por don Manuel Amunátegui, fundador de El Comercio, que con paternal afecto, iba a buscar a los claustros mismos del Convictorio Carolino a los jóvenes que revelaban disposiciones para las letras (El Comercio, 25 de julio de 1892).
El 3 de junio de 1876 escribió “Quizá quiero, quizá no quiero”, un artículo que inauguró su relación como colaborador semanal del decano. Allí escribió por espacio de cuarenta años “los conocidos productos de su ingenio” y sus reportes como corresponsal en España, a donde viajó como representante del Perú para asistir a las actividades por el IV Centenario del Descubrimiento de América. Estos artículos, que incluían una amena sección llamada “Cabos sueltos”, se difundieron del 27 de noviembre de 1892 al 24 de enero de 1893, con dos meses de retraso debido a las limitaciones de las comunicaciones (Miró Quesada Sosa 1991: L). Su última colaboración salió el 24 de marzo de 1899, aunque en 1908 publicó su conocida crónica “La historia del Perú por el padre Urías”, del agustino Fray Juan de Dios Urías, en la que ensalza la credibilidad y carácter referencial de El Comercio.
2.2 ¿Influencias extranjeras?
Bien podría decirse que antes de la inauguración de la prensa de masas en el país, y los fenómenos que esta desencadenó, el periodismo limeño había incursionado en una práctica que, por ejemplo, diarios europeos de millonarias tiradas ya ofrecían, a fines del siglo XIX, la personalización de la política como una innovación. ¿En qué consistía? En la difusión de contenidos donde primaba la polémica, el escándalo y la primicia informativa sobre el Gobierno y sus personajes (recuadro 8).
Recordemos también que en Estados Unidos algunos diarios de mayor difusión pusieron en marcha, a partir de 1830, experiencias mediáticas como la prensa de centavo, que institucionalizaron el sensacionalismo y la crónica negra. Es el caso de New York Morning Herald, fundado por J. Gordon Bennett (1835), o el New York Tribune de Horace Greeley (1841).
Qué decir de los íconos de la prensa popular estadounidense: The World (1883) de Joseph Pulitzer y su antimodelo, el New York Journal (1895) de William Randolph Hearst. El primero definió la generación sensacionalista de la prensa de masas en los años ochenta del siglo XIX, el segundo representó en los noventa a un periodismo diferente, que si bien se proclamó “ejemplo y modelo para la posteridad”, es el vocero de la generación amarillista (Timoteo 1992: 63).
Sus éxitos en la circulación debieron llamar la atención de algunos periodistas limeños, animados en imitarlos; varios probablemente se identificaron con otra propuesta: la desarrollada por The New York Times (1851). A partir de 1896, bajo la dirección de Adolph Ochs, el centenario estándar estadounidense se convirtió en representante de la generación que rindió culto a la objetividad en la prensa de masas.
Unos y otros tuvieron un mismo denominador común a pesar de la diferencia de sus enfoques editoriales: contaron con suficientes recursos para enfrentar los retos de la sociedad de masas y asumir los costos de una renovación tecnológica indispensable para sobrevivir a las exigencias del siglo XX.
Recuadro 8
La personalización de la política
Una de las críticas más frecuentes de los lectores peruanos a la agenda de los medios se refiere a su obsesiva preocupación por la política y la tendencia a convertir un hecho político en un escándalo de proporciones. ¿Cuándo nació esta práctica? Si bien la prensa de masas trató de marcar distancia con la política, el periodismo político no desapareció con la masificación.
Persistirán cabeceras históricas, y los asuntos del Estado y los gobiernos seguirán centrando la atención de las audiencias, pero ahora deberán compartir los honores del gran titular, cuando no verse relegados por otras informaciones más populares. En todo caso, en algunos países, como Francia, la nueva prensa que aparece, esos ‘Petits’ de tiradas millonarias, innova en la personalización de la política. Crean la polémica, el escándalo, la primicia informativa sobre las cuestiones de gobierno y sobre los personajes dirigentes. Los informadores parlamentarios ocupan una plaza en las redacciones. Los periodistas son admitidos, y también buscados, en el seno de los debates parlamentarios. De hecho la información parlamentaria y ministerial, y la orientación que quiere darle el político son esenciales para el periódico. Los políticos ejercen presión sobre los periódicos, no solo para contactar con los directores o sobre los redactores en jefe, sino también para hacerlo con los reporteros parlamentarios y así intervenir sobre parte de las informaciones de contenido político de un periódico (Bordería et al. 1998: 332).
3. El avance de las comunicaciones
Diversos e importantes inventos se dieron en el mundo durante el siglo XIX, y sobre todo en el período comprendido entre 1848 y 1875, denominado por Eric Hobsbawm “la era del capital” (Mc Evoy 2007: 33). El ferrocarril, el telégrafo y el barco a vapor redujeron las distancias y promovieron la producción masiva.
En el campo de la prensa, contribuyeron a que la información llegara a confines antes inimaginados el daguerrotipo (1839), la línea telegráfica (1844), las agencias de noticias (1848), las rotativas (1849), el cable submarino (1851), el cable trasatlántico (1866), la máquina de escribir (1867) y el teléfono (1875), a los que se sumarían después la película fotográfica (1884), la linotipia (1884), la monotipia (1887), la radiotelegrafía o telegrafía sin hilos (1894), el cinematógrafo (1895) y el teletipo (1897). Grandes inventos, cuya administración estuvo a cargo de manos privadas, salvo excepciones, como la del telégrafo.
Gran parte de estos avances, que se vivieron intensamente en Latinoamérica, coincidieron en el Perú con los gobiernos que van desde Ramón Castilla hasta José Balta, lapso que Basadre denomina “la prosperidad falaz”. Es decir, el período en que una vanguardia político-intelectual de peruanos intentó “llevar al país a la tierra prometida del progreso nacional y de la institucionalidad” pero que, irónicamente, culminó con la bancarrota fiscal en 1875 (Mc Evoy 2007: 32).
Algunas innovaciones se aplicaron tardíamente en el Perú, pero otras fueron precursoras en Sudamérica, como el ferrocarril que convirtió al país en el primero