el pueblo respondió: «A Yahvé nuestro Dios serviremos y a su voz atenderemos». A continuación, se hizo un «pacto» que concretaba la elección de Yahvé por todas las tribus de la Alianza del Sinaí. Una vez más, la religión reforzaba la conciencia tribal de pertenecer a un mismo pueblo. Terminado el pacto de Siquén, «Josué despidió al pueblo, cada uno a su heredad».
A diferencia del libro de Josué, el de los Jueces presenta las luchas de las tribus israelitas en Canaán como acciones independientes, sin responder a un plan estratégico común, aunque sitúa cronológicamente los hechos tras la muerte de Josué, para no contradecir lo narrado en este último libro. En cualquier caso, los redactores bíblicos, más interesados en el plano religioso que en el histórico, ofrecen información insuficiente para reconstruir esta etapa del pueblo israelita.
¿Qué dicen los historiadores? Kaufmann y Yadin, entre otros, defienden grosso modo la veracidad histórica del libro de Josué: no hubo ocupación del territorio hasta que no terminó la conquista, y fue Josué quien mantuvo la estrategia e infundió el ánimo y la confianza imprescindibles para la victoria final de las tribus. De Vaux, sin embargo, encuentra discordancias en esta posición, y sostiene además que excluye los testimonios de la arqueología.
Por su parte, el equipo internacional de comentaristas de la denominada Biblia de Jerusalén (edición de 1998) reconoce que «el libro de Josué ofrece un cuadro idealizado y simplificado» y afirma que «la imagen de una conquista desperdigada e incompleta está más cerca de la realidad histórica, que sólo de una manera conjetural es posible restituir». Con todo, también confirma la actuación invasora de Josué en la parte central del territorio y ofrece una cronología que puede servir de referencia: «entrada de los grupos del Sur hacia el 1250, ocupación de la Palestina central por los grupos procedentes de allende el Jordán a partir de 1225, expansión de los grupos del Norte hacia el 1200 a.C.».
Varias teorías sobre la formación del primitivo Israel rechazan una interpretación literal del relato bíblico. Las explicaciones se resumen en las siguientes ideas básicas: asentamiento pacífico, conquista, revolución campesina, simbiosis y evolución progresiva. El debate es sin duda interesante, aunque no debemos olvidar que la identidad del pueblo se forjó más en su relación con Yahvé que en su propio devenir político, social, económico o artístico. Desde los primeros tiempos de la historia israelita, como ocurrirá de una u otra manera en épocas posteriores, esa relación religiosa ―tanto si es aceptada, como rechazada― es raíz de todo lo demás. Ciertamente el vínculo con una tierra es muy importante, pero es también circunstancial, porque en el caso que nos ocupa adquiere su pleno sentido a la luz de la alianza entre Yahvé y las tribus y así ha llegado a la conciencia judía actual. Esta realidad, precisamente, ha creado con la tierra de Israel un nexo que nunca ha existido con las demás.
Recordemos a continuación las principales teorías sobre el asentamiento hebreo en Canaán. En un artículo publicado en 1925, ampliado con otro fechado en 1939, el teólogo protestante y profesor alemán Albrecht Alt sostuvo que los israelitas se asentaron primero en las zonas montañosas cananeas, poco pobladas y políticamente mal organizadas; y mucho después, ya en plena monarquía y tratando de consolidarse en los propios territorios y de extenderse por otros nuevos, los israelitas habrían ido conquistando las ciudades-estado de las llanuras. El establecimiento inicial en Canaán fue pues, según Alt, más pacífico que violento, y sólo hubo luchas marginales con las ciudades-estado de la zona. La llegada a un lugar nuevo no habría sido un fenómeno extraño a tribus nómadas y ganaderas como eran las israelitas, y Alt piensa que tampoco debió haber sorprendido a las poblaciones de las llanuras cananeas, acostumbradas al movimiento estacional de pastores con sus ganados.
La instalación permanente de las tribus israelitas tampoco es problema para el autor germano: según expone los recién llegados causaban pocas molestias a los cananeos, que controlaban las tierras llanas, mucho mejores para el aprovechamiento agrícola. ¿Y cómo explicar entonces las continuas batallas que describe el libro de Josué? La respuesta de Alt es muy sencilla: los relatos bíblicos sobre la sedentarización en Canaán, escritos con posterioridad a los hechos narrados, destacaron lo más impresionante y dramático del proceso total, por estar más vivo en el recuerdo de las gentes. Sin embargo, en opinión de Alt, la etapa inicial del asentamiento transcurrió pacíficamente.
¿Qué impulsó a las tribus israelitas a conquistar las tierras de las llanuras? Alt piensa que pudo deberse a varias causas: una de ellas el peligro de no disponer libremente de los pastos, también deseados por otras tribus del desierto y de la estepa (por ejemplo, los amalequitas); otra razón, quizá, la transformación económica que se operó progresivamente en el seno de la sociedad israelita, al hacerse más agrícola y menos ganadera. El proceso pudo comenzar con una primera adaptación de terreno montañoso para la siembra, a iniciativa de alguna de las tribus. Se consolidó así el sedentarismo, que facilitó la diversificación ganadera con la incorporación de animales más grandes que las ovejas y cabras usuales, exigiendo por tanto más trabajadores para las labores del campo.
Consciente de las grandes dificultades que se presentan, Alt se mostró más precavido al tratar de determinar el tiempo en que todo esto ocurrió. Y es que, como afirma el escriturista español José Luis Sicre, esta teoría requiere el estudio separado de las tribus y la fijación cronológica de las diversas etapas que atravesaron. A pesar de ello, Alt sostiene que el asentamiento de las tribus comenzó en los siglos XIII o XII, y que su progresiva consolidación en el territorio cananeo tuvo lugar durante los siglos XII y XI. En esta segunda fase, según este autor, sí se produjeron conflictos. Así, a comienzos del primer milenio habría concluido ya esta larga etapa inicial y el territorio cananeo habría dejado de ser totalmente un elemento ajeno a los israelitas. El hecho de que la propiedad de las ciudades y tierras de las llanuras fuera de la corona y no de las tribus prueba, a juicio de Alt, que la conquista de esas zonas se realizó con posterioridad, en otro «momento histórico», que este investigador sitúa principalmente en tiempos del rey David.
A mediados del siglo pasado el profesor alemán Martin Noth publicó una Historia de Israel en la que coincidía con los argumentos principales defendidos por Alt. Según Noth, la instalación de los israelitas en tierra cananea se realizó pacíficamente y «en centros propios de nueva fundación». Aun sabedor de la complejidad de datar el proceso, también Noth ofrece unos márgenes cronológicos en los que fijar el desarrollo general de los hechos: la ocupación del territorio, piensa Noth, comenzó en la segunda mitad del siglo XIV y terminó aproximadamente a fines del siglo XII, si bien la estricta posesión de la tierra quizá se consiguió, a juicio de este autor, en unas pocas decenas de años.
Alt y Noth concuerdan además en la opinión de que en la evolución literaria de la conquista del territorio cananeo, tal y como recoge la primera parte del libro de Josué (I, 11), «ocupa un lugar destacado el factor etiológico, es decir, la creación de una explicación causal para un fenómeno, sobre todo si éste es de naturaleza física limitada. Dicho de otro modo, se fabrica una leyenda para suministrar una razón histórico-causativa a un hecho aparentemente asombroso.» El recurso a la etiología es una de las más frecuentes críticas a esta teoría, a la que se le reprocha también el escaso valor que concede a los vestigios arqueológicos.
El arqueólogo estadounidense William Albright, por su parte, encabeza la llamada «escuela norteamericana». Apoyándose en algunos hallazgos materiales admite en líneas generales la versión del libro de Josué y fecha la conquista principal del territorio cananeo en la segunda mitad del siglo XIII. Albright sostiene sin embargo que la tradición exageró la actuación de Josué, aunque le concede un protagonismo mucho mayor que el que le otorga la escuela de Alt. Objeciones que se han puesto al modelo de Albright son su interpretación restringida de descubrimientos arqueológicos que están abiertos a explicaciones muy variadas y la falsedad de algunas conclusiones extraídas de otros.
No conforme con la premisa de que los israelitas eran nómadas o seminómadas, por considerar que carece de fundamento bíblico y extrabíblico, el teólogo e historiador estadounidense George Mendenhall hizo pública una teoría distinta de las propuestas por Alt-Noth y Albright. La nueva hipótesis parte de los siguientes indicios: la suposición de que el mayor contraste de aquellos tiempos se daba entre los habitantes de las ciudades