Amy Blankenship

Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas


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dejar rastro. Había estado gastando un largo tiempo investigando las desapariciones de muchas chicas jóvenes, lo que eventualmente lo llevó a la universidad donde ahora era el nuevo jefe de seguridad.

      Sus pensamientos inmediatamente dieron vuelta hacia su amada Kyoko. Kotaro la había encontrado de nuevo y justo como esperaba, Toya no estaba lejos. Una cosa que lo había sorprendido era el hecho de que Toya había renacido normal, humano, o eso parecía.

      A veces podía sentir al verdadero Toya descansando justo debajo de la superficie… sin ser consciente de su propia existencia, pero hasta ahora esa parte de él ha permanecido dormida. – Gracias a Dios por los pequeños favores –. Kotaro pasó una mano agitada por su cabello despeinado por el viento.

      Le iba bien que ninguno de ellos recordara el pasado, pues era un recuerdo que era mejor que estuviese olvidado. Él deseaba tener el mismo privilegio de olvidar… pero para él, la memoria permanecía, y lo despertaba frecuentemente en la noche sudando frío.

      Mientras dejaba el parque se encontró de pie en el camino de piedra en frente del campus. Kotaro levantó sus ojos azules como el hielo en la dirección a donde Kyoko vivía. Frunció el ceño mientras la preocupación dejaba marcas en sus rasgos y tuvo la repentina urgencia de pasar por “su mujer” para asegurarse de que estuviera bien.

      Tenía la parte larga de su cabello negro en capas echada hacia atrás con una banda que colgaba baja. El resto de su cabello, desde su flequillo hasta la coronilla se veía constantemente naturalmente despeinado por el viento, dándole la apariencia de un chico malo punk pero que le quedaba muy bien. Esta apariencia le había servido en más de una ocasión en años recientes.

      Su cuerpo era alto con músculos delgados, pero las apariencias engañan. No tenía un gramo de grasa extra y era más fuerte que cincuenta hombres humanos juntos. Las únicas personas que conocían de su fuerza inhumana eran los que decidieron darle malos momentos o se atrevían a meterse en su camino. Y esos pocos estaban muy asustados para decir palabra. Nadie en el campus sabía del lado secreto de Kotaro y él quería mantenerlo de esa forma.

      Kotaro era responsable de la seguridad de cada persona que caminara en el campus, fuera visitante, estudiante o miembro de la facultad. Algunas mujeres jóvenes habían comenzado a desaparecer a un ritmo alarmante en esta área, sobre todo cerca de la reja eléctrica que rodeaba los suelos de la universidad.

      Un rugido grave se formó muy dentro de su pecho mientras inhalaba los aromas que lo rodeaban. El aire había sido contaminado con un antiguo olor, maligno. Kotaro se estaba acercando a quien era responsable de más que solo las chicas perdidas… podía sentirlo. Dejando esos pensamientos a un lado por ahora, comenzó a caminar rápidamente hacia los departamentos de alrededor que ubicaban a muchas de las estudiantes universitarias inocentes.

      Ã‰l iría a reportarse con Kyoko y si ella lo dejaba, sus ojos se oscurecían atractivamente, él no se iría de su lado por el resto del día, o la noche. Solo esperaba que hoy Toya no estuviera esperándola de nuevo. Él la quería toda para él. Después de todo, ella era de verdad su mujer y ese “chico” tendría que conseguirse una vida.

      Sus pasos se enlentecieron por un momento ante la ironía de ello, estaba feliz de que Toya ahora al menos tenía una vida. Una sonrisa de satisfacción casi entretenida apareció mientras mentalmente amenazaba esa vida si Toya no paraba de acosar a Kyoko todo el tiempo.

      Solo pensar en ella sentada a su lado en el cómodo sofá, comiendo palomitas y viendo una película cursi sonaba como la tarde perfecta. Ellos compartían algo así al menos una vez a la semana y para él, esa era su parte favorita de la semana. Tenía su tiempo ininterrumpido con la belleza de cabello cobrizo. No importaba si estaban viendo una película o solo se sentaban en su sofá a hablar: él solo amaba la sensación de ella acurrucada a su lado.

      Kotaro sonrió para sí mismo con satisfacción mientras se preguntaba cómo sería estar siempre a su lado, día y noche.

      Su sonrisa se desvaneció ante su siguiente pensamiento… Kyoko no lo había escogido sobre Toya aún, en realidad. Al menos no en esta vida. – Algunas cosas nunca cambian –, miró hacia arriba como enviando un silencioso y sarcástico “gracias por la ayuda en esa área” a cualquiera que estuviera escuchando. Algo le dijo que los dioses tenían que tener el sentido del humor más perturbador.

      *****

      Finalmente, los exámenes finales se habían terminado y Kyoko había estado cantando esas palabras toda la tarde. Había sido una chica buena y estudió hasta que se hartó de ello, pero había valido la pena. Ella sabía que había sacado puras ases en esos malvados exámenes. Solo ese pensamiento le había hecho querer bailar felizmente en todo el camino de vuelta a su departamento hoy.

      De hecho, la primera cosa que había hecho tan pronto entró por la puerta fue arrojar sus libros como si estuvieran infestados por una enfermedad y finalmente sucumbió a la urgencia, interpretando un “baile feliz” espontáneo justo en la puerta de entrada, como que tenía un poco de friki en ella después de todo.

      Esto siguió inmediatamente después de su propia ejecución de un baile de touchdown que le había visto hacer a Toya una vez, sacudiendo sus nalgas todo el camino del pasillo a su baño así ella podría darse un baño caliente de burbujas. Kyoko decidió que si iba a hacer esto entonces lo haría bien, así que fue a encender el estéreo y agarró unas cuantas velas.

      Aún hacía lindos sonidos de victoria para el momento en el que la bañera se llenó e hizo un breve trabajo con su ropa quitándosela y lanzándola a donde le complaciera. “Es muy probable que encuentre mi ropa interior colgando del ventilador del techo cuando termine” pensó para sí, luego se encogió de hombros y se metió en el agua.

      Se deslizó más abajo en la bañera para dejar que las burbujas que flotaban acompañando la superficie acariciaran su cuello y hombros. Sus ojos verdes esmeralda, que a veces eran conocidos por volverse tormentosos en un instante, brillaban con alegría.

      Las ondas de su cabello cobrizo estaban apiladas de cualquier modo encima de su cabeza y su piel sedosa y suave ahora estaba escondida bajo las burbujas. Era una chica feliz… y todo lo que realmente quería hacer era relajarse por el resto del día. Un poco de música suave de fondo, algunas velas de olor dulce encendidas alrededor del baño y era el escenario perfecto.

      Cerró sus ojos a sabiendas de que la imagen de él pronto se enfocaría, como si esperara por ella. Era el secreto que ella guardaba.

      Los ojos azules como el hielo la observaron desde dentro de su mente. Ella había tenido sueños sobre él en las noches que ahora podía evocar incluso durante sus horas despierta. Mientras más profundo se enrollara en el sueño, más real se hacía, hasta que parecía que él estaba ahí, arrodillado al lado de la bañera.

      Sus labios se ladearon en una sonrisita sensual mientras acercaba su brazo y tomaba el paño de ella, sus ojos se volvían tan brillantes como una flama azul.

      â€“ Los sueños son agradables –, susurró mientras rodaba su cabeza hacia un lado dejándolo hacer lo que quería.

      â€œRing, Ring”. Uno de los sonidos más irritantes del mundo hizo eco a través del apartamento. Kyoko se sacudió hacia el frente en la tina derramando el agua sobre la orilla y al suelo de azulejos. Levantando su mano hacia su mejilla, ella pudo sentir el calor ahí y se sonrojó a la vez que el teléfono sonaba de nuevo.

      â€“ ¡Chispas! – se levantó rápidamente sabiendo que el teléfono estaba al final en la sala de estar. Saliendo del agua, agarró la bata de seda de la encimera y la envolvió en ella