José Carlos Gómez-Menor Fuentes

Raices históricas de san Juan de la Cruz


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de las obras hagiográficas, y reproducen, con blanda complacencia, toda una serie, trivial por otro lado, de inevitables prodigios. A la infancia no la ven en su sencillez, falsean el período salmantino, y no dan cuenta de las persecuciones desde sus verdaderos orígenes”[39].

      Se trata de un libro que profundiza en la interpretación mística de la doctrina sanjuanista. El aspecto histórico queda seriamente limitado por prescindir de muchas de las fuentes que permiten reconstruir la vida del Santo. Esto se debe a que este libro no es en realidad una biografía (Baruzi dedica tan solo 140 páginas a la parte biográfica de su obra). Pero marcará una línea nueva a las biografías modernas que se escribirían después.

      El libro de Baruzi, escrito al margen de la hagiografía y de la teología tradicional, no fue visto con buenos ojos o suscitó muchos recelos en el ambiente de la Orden carmelitana[40]. Ello explica el retraso a la hora de acometer su traducción. Y, además, las biografías de Bruno de Jesús María, de Silverio de Santa Teresa y de Crisógono de Jesús pretendían ser, en cierto modo, una respuesta o corrección al modelo biográfico que presentaba Baruzi.

      6. Una biografía desde el Carmelo francés: Bruno de Jèsus Marie, St. Jean de la Croix (1929).

      La huella de san Juan de la Cruz, llevada a Francia y Bélgica por carmelitas españolas muy cercanas a la madre Teresa y al mismo fray Juan, dio frutos admirables en el siglo XVII, y así continuó hasta hoy día. La corriente de espiritualidad suscitada por santa Teresa del Niño Jesús dejó claro el influjo de los escritos de san Juan de la Cruz sobre la carmelita de Lisieux y originó un nuevo mérito del Místico de Fontiveros: su declaración por Pío XI como Doctor de la Iglesia Católica en 1926 (el 21 de agosto). Nunca se había debilitado en el mundo francófono la humilde figura de san Juan de la Cruz, especialmente desde 1726, año de su canonización[41].

      Ya en 1867 se publica en París la segunda edición de Les Mystiques Espagnols del ilustre académico Paul Rousselot, que se ocupa de autores como santa Teresa, san Juan de la Cruz, fray Luis de León, Malón de Chaide, san Juan de Ávila, fray Luis de Granada y otros más. Se trata de una obra muy interesante y bien escrita, que contribuirá al conocimiento y al aprecio de la obra sanjuanista.

      En 1929 apareció el volumen Saint Jean de la Croix del P. Bruno de Jesús, cuya primera edición se publicó en París (editado por la Librería Plon). Se tradujo del francés por un traductor anónimo y se publicó en Ediciones Fax, Madrid, en 1943, con motivo de la celebración del IV centenario del nacimiento del santo. Hubo una segunda edición corregida y aumentada en 1961.

      La obra es fruto de un esfuerzo notable por acudir a todas las fuentes manuscritas antiguas, principalmente a los expedientes conservados en los archivos de la Sagrada Congregación de Ritos para el proceso de beatificación de san Juan de la Cruz. El Padre Bruno de Jesús María termina el prólogo advirtiendo que se ha esforzado en cumplir con la siguiente advertencia del papa León XIII: “La primera ley de la Historia es no atreverse a mentir; la segunda, no tener miedo de decir la verdad”[42].

      Es una biografía muy completa, que busca poner de relieve tanto los grandes temas de la personalidad y la espiritualidad de fray Juan de la Cruz, como el marco geográfico de las ciudades donde vivió y el entorno del santo en el Carmelo Teresiano. Quizá el mayor descuido sea el no prestar suficiente atención a algunos comportamientos y costumbres españoles (no se aborda el tema de la limpieza de sangre ni el de la honra), por no haber dedicado tiempo a familiarizarse con los pormenores de la historia de España.

      También es destacable el interés por describir la Granada del siglo XVI y su intensa memoria de la historia medieval, con el influjo del Islam, que era estudiado con pasión por las escuelas de arabistas española y francesa[43]. Escuela que desbordó la fecha de 1929 de la obra del P. Bruno, con los grandes logros de investigadores tales como Miguel Asín Palacios, Emilio García Gómez y los profesores galos Levy Provençal y Louis Massignon.

      7. Una biografía desde la Historia del Carmen hispano: Silverio de Santa Teresa, tomo V de Historia del Carmelo Teresiano y de su espiritualidad desde el siglo XVI hasta el XX. En España, Portugal y América (1939).

      El P. Silverio de Santa Teresa, que fue el fundador de la editorial El Monte Carmelo, dedicó el tomo V de su Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América a la vida del Doctor Místico. La obra consta de 15 volúmenes publicados desde 1935 hasta 1948. El tomo dedicado a fray Juan de la Cruz vio la luz en 1939.

      Es muy de agradecer el esfuerzo de este historiador, que escribe una obra esmerada, pero que, al formar parte de una obra monumental, no tuvo la difusión que merecía.

      8. La biografía oficial: Crisógono de Jesús, Vida de San Juan de la Cruz (1946).

      Una de las obras que marcó un antes y un después en las biografías sobre el poeta de Fontiveros fue Vida de San Juan de la Cruz del padre Crisógono de Jesús Sacramentado. El éxito editorial habla por sí solo: lleva más de trece ediciones y ha sido traducida a muchos idiomas.

      El libro, que es considerado por la Orden de los Carmelitas Descalzos como la biografía oficial, se publicó de forma póstuma (el autor nació en el pueblecito leonés de Villamorisca y murió el 5 de marzo 1945 a los cuarenta años en el pueblo guipuzcoano de Usúrbil) y fue, después, enriquecido con las notas que introdujo el P. Matías del Niño Jesús. El P. Crisógono apunta ya en la introducción de su libro su esfuerzo por hacer una biografía con un gran rigor metodológico: “Ni un hecho sin prueba documental, ni un lugar sin descripción hecha sobre el terreno: ésa ha sido nuestra norma. Para lo primero hemos tenido la fortuna de haber a las manos los documentos originales primitivos, y para lo segundo hemos recorrido los lugares que pisaron los pies descalzos de fray Juan de la Cruz. Ningún historiador ha tenido hasta el presente estas ventajas”[44].

      Sobre este libro Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink escriben lo siguiente: “esta biografía moderna, literaria e históricamente bien compuesta, ha desterrado la idea truculenta del san Juan de la Cruz penitente y adusto, mantenida todavía por el P. Bruno, el francés. Por otra parte, el P. Crisógono crea una ruptura entre la tradición carmelitana y la Reforma teresiana del siglo XVI, separándose de los biógrafos clásicos susodichos, arraigo carmelitano que fue subrayado, en cambio, por el P. Bruno de Jesús María. Es una riqueza la cantidad de textos puestos en las notas, a veces una exhibición de abundancia documental. Es deficiente, sin embargo, en el rigor de la cronología, sin señalar fechas exactas en muchos dichos y hechos que lo merecen”[45].

      El P. Emilio J. Martínez considera que las biografías de Bruno Jesús María, de Silverio de Santa Teresa y de Crisógono de Jesús resultan insuficientes por dos razones: 1) siguen dependiendo de los “hagiógrafos” a la hora de tratar algunos temas esenciales de la vida de san Juan de la Cruz (como los que se refieren a sus orígenes y a su infancia), y 2.- carecen de instrumentos imprescindibles para confeccionar una biografía rigurosa (se refiere a la categoría, a nuestro juicio un poco estricta e imprecisa, del análisis histórico de las mentalidades)[46]. Desde luego que hay algunos aspectos de la vida del Santo sobre los que se cierne una sombra difícil de esclarecer (como la que se refiere a sus orígenes). El historiador debe dar cuenta de todo lo que rodea la vida del Místico de Fontiveros e incluso a veces ir un poco más allá planteando hipótesis fundadas o apoyadas en determinados hechos. Y, desde luego, que la teoría de las mentalidades es tan sólo una teoría sobre una manera de hacer la historia, como otras concepciones de la historia. Se trata de un análisis que presenta sus riesgos, como ya advertimos en el epígrafe anterior.

      Si hay una característica que con justicia puede predicarse de esta biografía es el rigor. Un rigor fruto del anhelo de un investigador joven muy bien preparado que, después de dos tentativas biográficas que precedieron a ésta (en 1935 y en 1941), culmina en un trabajo