qué pasará con ella?
—No lo sé. Hay muchas cosas que no sé. Por eso he venido a verte.
—Dime la verdad, ¿quiere la princesa tener una vida separada de ti?
—Sí —dijo Candy con confianza. Laguna se la quedó mirando con una intensidad intimidante—. El problema es que no sé dónde termino yo y empieza ella. Ya debía estar en mi cabeza cuando nací y siempre hemos vivido juntas, las dos.
—Debería advertirte que, si ella realmente no quiere irse, entonces tendrás una pelea entre manos. Una pelea que podría ser fatal.
—Asumiré el riesgo.
—¿Entiendes lo que…?
—Sí, que podría matarme.
—Sí. Y asumo que también has considerado que pueda haber partes de ti que no sean tuyas en absoluto.
—¿Que sean de ella? Sí, también he pensado en eso. Y las perdería. Pero si desde el principio nunca fueron mías, nunca fui yo, entonces no estoy perdiendo nada en realidad, ¿no?
La mirada dorada de Laguna Munn se suavizó.
—Menuda conversación de locos debes de estar teniendo ahora mismo en tu cabeza —dijo—. Y no me refiero a la que haya entre tu huésped y tú. Es una lástima que tú y yo nos hayamos conocido tan tarde —dijo con lo que parecía ser auténtica pena.
—Acabo de cumplir dieciséis —dijo Candy.
—Lo sé. Y me doy cuenta de que eres joven. Pero hay caminos hacia la revelación que debieron establecerse cuando solo eras un bebé y volver a fijarlos ahora va a ser más difícil. Viniste aquí en busca de libertad y revelaciones y me temo que todo lo que puedo darte son advertencias y confusión.
—¿Entonces no puedes separarnos a Boa y a mí?
—¿Eso? Eso sí puedo hacerlo. Lo que no puedo hacer es predecir las consecuencias de la separación. Pero te prometo que nunca volverás a ser la misma.
Segunda parte
Tú, o Yo No
Como descansan la espina y la flor sobre una misma rama,
así encajará el odio con mi amor por ella.
Las dos partes de un ente al que completan.
Como tú y yo, mi amor, una sola alma.
Christopher Carroña
Capítulo 9
Una nueva tiranía
No habría sido una sorpresa para los habitantes de Gorgossium que el sonido de las demoliciones se escuchara desde las aguas que rodeaban la isla. Sus residentes apenas podían oír sus propios pensamientos.
La Isla de la Medianoche se estaba sometiendo a grandes cambios, todos diseñados para aumentar la oscuridad que mantenía esclavizada a Gorgossium. No era la oscuridad de un cielo desprovisto de estrellas. Era algo mucho más intenso. Esta oscuridad se encontraba en la mismísima esencia de la isla; en su tierra, su roca y su niebla.
A lo largo de los años, muchos habían intentado encontrar las palabras que pudieran evocar los horrores de Gorgossium. Todos habían fallado. Las abominaciones que aquel lugar había dado a luz, criado y enviado a menudo por las islas para hacer un trabajo sangriento y cruel suponían un desafío hasta para las almas más expresivas.
Incluso Samuel Klepp, que en la edición más reciente del Almenak de Klepp, la guía estándar de las islas, había escrito sobre Medianoche de una manera tan breve y superficial como le fue posible.
«Hay mucho más», había escrito, «con lo que no mancharé las páginas del Almenak; horrores que frecuentan la Hora de la Medianoche que solo conseguirían preocupar más a nuestras mentes si insistiera en hablar de sus abominables imágenes. Gorgossium es como introducirse en un cadáver pestilente que se pudre en su propia descomposición. Es mejor que hagamos en estas páginas lo que haríamos si nos encontráramos con semejante cosa en una carretera: evitaríamos que nuestros ojos se clavaran en su asquerosidad e iríamos en busca de unas vistas mejores. Y eso es lo que haré yo».
Llegarían cosas peores, mucho peores. Todo lo que se imaginaba una mente presa del miedo cuando pensaba en Medianoche (los rituales profanos que se llevaban a cabo en nombre del Caos y la Crueldad; las brutalidades sin sentido que arrebataban el sano juicio o la vida de cualquier inocente que se aventurara a ir allí; el hedor de sus tumbas abiertas y los muertos que habían salido de ellas, a los que se había despertado en nombre de la maldad para que vagaran por donde quisieran) constituía solo la primera frase del gran libro del terror que los dos poderes que una vez habían reinado en Gorgossium, Christopher Carroña y su abuela, Mater Motley, habían comenzado a escribir.
Pero las cosas habían cambiado. En un intento de localizar y matar al fin a Candy Quackenbush (que le había causado interminables problemas), Mater Motley había avivado el mar de Izabella y había usado su torbellino para llevar su barco de guerra, el Wormwood, al Más Allá. Las cosas no habían ido bien. La magia a la que había dado rienda suelta en el otro mundo, refrenada tal vez por leyes de la materia que no tenían relevancia en Abarat, se había descontrolado. El barco de guerra se había roto por la mitad en el agua y parte del Izabella y un número incontable de sus guerreros cosidos se hicieron pedazos del mismo modo. Su nieto, Christopher Carroña, también se había ahogado allí. Mater Motley había regresado a Gorgossium sola.
Su primer decreto como único poder gobernante en Medianoche había sido reunir a seis mil cosidos (monstruos rellenos del barro vivo que solo se extrae de Gorgossium) para empezar con la labor de demoler las trece torres de Iniquisit. En su lugar, hizo saber que solo habría una torre con tres agujas, construida mucho más alta que la más elevada de las trece. Desde allí gobernaría no solo como soberana de Gorgossium sino, con el tiempo, como emperatriz de Abarat.
Era una monarca peligrosa.
Incluso entre sus centenares de costureras, algunas de las cuales la habían conocido durante gran parte del siglo, solo unas pocas confiaban en su afecto. Mientras necesitara de sus servicios (y de momento así era) permanecerían sanas y salvas, pues sin las costureras no habría nuevos cosidos, y sin los cosidos no habría nuevas legiones que ampliaran su ejército. Pero si esa situación cambiaba algún día, las mujeres sabían que serían tan prescindibles para la Vieja Madre como cualquier cosido.
El arma que prefería cuando tenía que acabar con uno de sus hombres de barro era la vara de madera de serpiente, un bastón simple pero inmensamente poderoso, cuyo material habían quemado, enterrado y vuelto a sacar durante tres noches consecutivas. Disparaba rayos negros y destruía a sus objetivos al instante.
En varias ocasiones, mientras supervisaba el trabajo de demolición, si veía que alguno de los cosidos no trabajaba tan duro como los demás, lo ejecutaba allí mismo de inmediato. La moraleja: la vida y la muerte eran los regalos que Mater Motley te hacía o te arrebataba cuando así lo deseara y solo un estúpido o un suicida pisaba el mismo suelo que ella sin precaución.
Con un capataz tan poderoso, el trabajo de demolición y la retirada de los escombros se llevaban a cabo con gran celeridad y, en cuestión de unos días, en la meseta en la que se habían alzado las numerosas torres de Iniquisit había ahora una estructura monumental: una sola torre, diseñada por un ingenioso arquitecto, el hechicero Jalafeo Mas, que había utilizado los conocimientos de la magia de Mater Motley para desafiar las leyes de la física y erigir una torre más alta que la suma de las trece que una vez había habido allí.
Era allí, en la habitación con paredes rojas que había en lo alto de la torre, donde Mater Motley reunió a las nueve costureras en las que más confiaba.
—Los