Kittim Silva

Sermones actuales sobre Pedro


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Los galileos eran vistos como campesinos y pescadores. Es la misma encomienda para ti y para mí, que ya somos salvos. Tenemos que multiplicarnos en otros. ¡Ganar almas para Jesucristo, debe ser la meta de todo aquel o aquella que ha nacido de nuevo!

      A Jesús lo aceptamos como Salvador cuando como almas abatidas por las tormentas de la vida, y ahogándonos en el mar turbulento de este mundo, respondemos en fe a la oferta salvífica del Calvario. Pero a Jesús lo reconocemos como Señor cuando como almas redimidas y reconstruidas en la Fábrica del Calvario, respondemos afirmativamente a su invitación de seguirlo y de ser sus discípulos sin reservas personales.

      Conclusión

      Simón Pedro y Andrés, ambos fueron llamados en el mismo lugar, a la misma hora y por la misma persona, Jesucristo. El Señor Jesucristo toma la pasión que teníamos antes y la transforma, al ser llamados para ser sus discípulos, en una pasión mayor. El llamado para seguir a Jesucristo, involucra el dejar muchas cosas para abrazar cosas nuevas.

      La vocación de Pedro

      Lucas 5:10, RVR1960

       «Pero Jesús dijo a Simón: No temas, desde ahora serás pescador de hombres».

      Introducción

      Este relato de Lucas 5:1-11 tiene como escenario el «lago de Genesaret» (Luc. 5:1). Juan 6:1 lo describe como: «Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias» (Jn. 6:1).

      Como personaje principal de este relato tenemos a Jesús mismo, como personaje secundario a Simón Pedro (Lc. 5:3-5, 8, 10), y como personajes de apoyo tenemos a los hermanos pescadores Jacobo y Juan (Lc. 5:10).

      El argumento de la historia es una noche de pesca sin resultados (Lc. 5:4, 5), pero Simón Pedro en fe creyó y obedeció la palabra del Señor Jesús (Lc. 5:5). La red se llenó de peces y no se rompió (Lc. 5:6).

      La tríada de Jacobo, Juan y Pedro solicitaron ayuda de la otra barca (Lc. 5:7), y llenaron de pescados las dos barcas y estuvieron en peligro de hundirse (Lc. 5:7).

      Simón Pedro ante Jesús confesó su pecaminosidad (Lc. 5:8), y Jesús le confirió su vocación de ganar seguidores para Él (Lc. 5:10). La historia lucanina termina diciendo que aquellos pescadores «dejándolo todo, le siguieron» (Lc. 5:11).

      1. El objeto de la pesca

      «Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago, y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes» (Lc. 5:1-2).

      La atracción de Jesús: «... el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios...» (Lc. 5:1). Jesús de Nazaret fue un imán social y espiritual para las multitudes, que se agrupaban alrededor de Él y lo seguían; este es el caso de esta historia.

      Aunque Jesús era Dios, en su ministerio terrenal fue siempre un expositor de «la palabra de Dios»; en sus dichos y expresiones Él revelaba la misma, lo que Él decía fue siempre «la palabra de Dios».

      Todos podemos hablar «la palabra de Dios», cuando predicamos la Biblia o cuando el Espíritu Santo nos revela la mente y voluntad de Dios mediante el espíritu de la profecía. Pero no todo lo que decimos es «la palabra de Dios», aunque nos basemos en las Sagradas Escrituras. Jesús de Nazaret siempre habló «la palabra de Dios».

      Si algo debe atraer a las multitudes debe ser la exposición de «la palabra de Dios». Las manifestaciones espirituales son buenas, estimulan nuestra relación con el Espíritu Santo, pero no pueden ponerse por encima de «la palabra de Dios».

      La observación de Jesús: «... Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes» (Lc. 5:2).

      La primera disciplina de los pescadores (Lc. 5:2): «... y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes». Ellos, como pescadores, habían desarrollado la disciplina de su ofició de remendar las redes. Es difícil pescar, según creo, con redes sucias, las redes sucias ahuyentan o alejan a los peces. Como pescadores del reino debemos lavar nuestras redes, tener limpias nuestras vidas.

      Los pescadores acababan de bajar de aquellas dos barcas. Tan pronto descendieron se pusieron a lavar las redes, las estaban preparando para la pesca de la noche. La preparación debe anteceder a cualquier trabajo que vayamos a realizar, tanto secular como espiritual.

      La acción de Jesús: «Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud» (Lc. 5:3).

      De las dos barcas, Jesús escogió la barca que pertenecía a Simón Pedro; aquí se le llama por su nombre hebreo «Simón». E inmediatamente le pidió por favor al discípulo que alejara la barca un poco de la orilla. Su petición fue, «... le rogó...». Jesús siempre fue y es un Caballero Espiritual en su trato con sus semejantes. No obliga a nadie para que se convierta. Tampoco obliga a nadie para que le sirva.

      Jesús de Nazaret entró en la barca de Simón Pedro. Esa barca era la empresa de este discípulo. Y el Señor Jesucristo desea utilizar muchas de nuestras mini o macro empresas como medios o herramientas para que el evangelio y las misiones alcancen a los inconversos.

      Allí, se sentó en la barca, y comenzó a enseñar desde la misma. Hizo de esta barca su tarima flotante para impartir su cátedra pedagógica. El buen maestro o predicador del evangelio, enseña desde cualquier lugar a los discípulos. ¿Deseas que Jesús el Galileo, escoja la barca de tu vida para la gran pesca en el mar de este mundo? Déjalo entrar y que se transforme en el Capitán de tu vida.

      2. La orden de la pesca

      «Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar» (Lc. 5:4). Una vez finalizada su enseñanza el Señor Jesús le dio esta orden a Simón Pedro, dueño de la barca para que su barca se metiera más adentro del mar:

      Para los de Genesaret era su lago: «Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios» (Lc. 5:1).

      Para los de Tiberias era su mar: «Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias» (Jn. 6:1). «Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera» (Jn. 21:1).

      Para todos era el mar de Galilea: «Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí» (Mt. 15:29). «Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis» (Mc. 7:31).

      Su nombre hebreo es Kineret, de «kinor», que significa arpa y corresponde a la forma de este lago. Su área es 64.09 millas cuadradas, un largo de 13.05 millas con unas 7.45 millas de ancho; su profundidad es de unos 212 a 260 metros con respecto a nivel del mar.

      «... boga mar adentro...». La buena pesca, la pesca abundante, no se realiza en la orilla sino «mar adentro». El ganador de almas, bogará bien adentro, donde esté la necesidad, donde se encuentre la gente necesitada y hambrienta de Dios, que esperan que alguien con corazón de pescador se atreva a llegar allí.

      Muchos se conforman con estar en la orilla. No desean remar a lo profundo. Desean alcanzar todo desde la periferia, desde afuera y no desde «adentro». Es tiempo de profundizar más en la Palabra; de ahondar más en la oración, de meternos bien adentro en el servicio del reino de Dios aquí en la tierra.

      La orden de pescar, aunque la barca era de Simón Pedro, le fue dada a él, a Jacobo y a Juan. ¡Ganar almas no es trabajo exclusivo o responsabilidad única del pastor, lo es del co-pastor y de cualquier otro líder, lo es del líder y de los subalternos, lo es de todos los creyentes!