Recientemente, el presidente del comité directivo de la Asociación de Profesionales del Fútbol de Inglaterra y Gales, Clarke Carlisle, declaró que conoce al menos a siete jugadores gay de la Premier League, con los que conversó sobre el tema. Y todos ellos tienen miedo. “La industria y la sociedad han cambiado y son menos homofóbicas. Pero no podemos garantizarles que no habrá una reacción negativa si salen del armario. No podemos negar que el primero en hacerlo atraerá la intromisión de los medios y creo que eso los intimida: que toda su vida, familia y relaciones estén bajo escrutinio”, dijo Carlisle.
Para Matt Jarvis, el chico de la portada de Attitude, que un jugador gay salga del armario no debería ser un problema, ni siquiera en los vestuarios. En la entrevista para la revista gay, el jugador reconoció que quien dé el primer paso no se librará de comentarios (“Es inútil fingir lo contrario”, dijo), pero cree que, para que la sexualidad de los jugadores deje de ser un problema, habrá que pasar por esa etapa áspera, hasta superar el estigma. Para él, es lógico que un jugador joven que está comenzando su carrera no quiera destacarse por nada que no sea el fútbol, pero aseguró que no cree, hoy en día, que ningún club vaya a dejar de sumar a un jugador por ser gay, si puede reforzar al equipo. Jarvis dice que los tiempos han cambiado y que los jugadores gay que se animen a salir del armario van a tener el apoyo de sus compañeros y de las entidades, como la Professional Footballers’ Association y la Football Association, que años atrás lanzó el programa Opening Doors and Joining In, con el objetivo de combatir la homofobia en el fútbol profesional.
–¿Qué le dirías a un jugador gay que esté leyendo esta nota? –le preguntó la revista.
–Que sea él mismo y sea fiel a lo que cree. Y que se concentre en jugar al fútbol al máximo de su habilidad, despejando su mente de las cosas que le preocupan en la vida.
Si en el mundo son pocos los futbolistas gay que se animaron a hacer su coming out, en Argentina apenas uno: Nicolás Fernández, del Club General Belgrano, a mediados de 2019. Pese a todos los avances de los últimos años (el país tiene, actualmente, la legislación más avanzada del mundo en materia de derechos civiles de la población LGBT), la apertura no termina de llegar al deporte. Y menos al fútbol.
Durante la campaña por el matrimonio igualitario, conseguir el apoyo de jugadores de fútbol era una de las obsesiones de la Federación Argentina LGBT. Actores y actrices como Alfredo Alcón, Ricardo Darín, Norma Aleandro y Cecilia Roth, entre muchos otros, filmaron videos en apoyo a la ley, en los que también participó el cantante Andrés Calamaro. Por su parte, Fito Páez, Pedro Aznar y Vicentico, entre otros músicos, cantaron gratis en un festival a favor de la ley, y hasta los sindicalistas Hugo Moyano y Hugo Yasky, de la CGT y la CTA, hicieron declaraciones a favor, así como decenas de periodistas, escritores, líderes sociales y políticos.
Pero fue imposible conseguir un futbolista.
Durante el mundial de 2010 hablamos con un familiar directo de uno de los jugadores de la selección argentina. Queríamos que el equipo se fotografiara en Sudáfrica con una bandera de apoyo a la ley. En Portugal, Cristiano Ronaldo hizo público su apoyo a la reforma del Código Civil. ¿Por qué no podían hacerlo los jugadores argentinos? No era necesario que nadie saliera del armario, era apenas un gesto político.
Pero fue imposible.
Mientras escribo, recuerdo el relato de un amigo, que me contó la noche en que uno de los mayores ídolos del deporte nacional quiso llevárselo a la cama. Nadie se lo imaginaría, justo él. Fue después de una fiesta de cumpleaños a la que lo invitó el mánager del astro deportivo, conocido en todo el mundo. Cuando salió la primera edición de este libro, en 2017, el único coming out del fútbol argentino había sido uno de pura ficción, en la serie televisiva Botineras, en Telefé.
“La homosexualidad en el fútbol argentino (te diría que en el deporte argentino) es un tabú. Nadie habla”, asegura el periodista deportivo Alejandro Wall, autor de los libros ¡Academia, carajo! y Ahora que somos felices. Wall recuerda cuando Daniel Passarella era técnico de la selección argentina y dijo que no tendría un jugador gay en su equipo: “Esa declaración de homofobia destapó una discusión en su momento, pero todo quedó ahí. Estamos hablando de plena década del 90, cuando ni siquiera se podía pensar en el matrimonio igualitario. Si la sociedad argentina avanzó en ese sentido, el fútbol se quedó estancado, con dirigentes que ocupan sus sillones desde hace más de tres décadas. Alguna vez le leí a Fernández Moores que los gobiernos en Latinoamérica han cambiado, pero la dirigencia del fútbol sigue siendo la misma”, dice.
–¿Por qué el fútbol está tan atrás en este tema? –le pregunté.
–El fútbol no es un reflejo de la sociedad, sino que tiene sus propios tiempos. Es un mundo conservador, donde juega la masculinidad: es machista, homofóbico y misógino. En la tribuna, en la cancha y en los escritorios. Lo saben, por ejemplo, las mujeres que trabajan como periodistas deportivas. O las que son dirigentes, todas siempre resistidas.
–¿Conocés a algún futbolista argentino gay que no se anime a salir del armario?
–No conozco a ninguno, no me consta de nadie, pero sé de psicólogos que han trabajado con futbolistas y equipos de fútbol y han dicho que han conocido a algunos, sin dar nombres. También sé de jugadores que dicen que jamás compartirían vestuario con un gay. Creo que solo una minoría mostraría una cabeza abierta en ese sentido.
En otros países, poco a poco, algunos se animan. También en 2013, en Estados Unidos, el futbolista Robbie Rogers, ex integrante de la selección norteamericana, reveló que es gay, pero al mismo tiempo se retiró del fútbol profesional. Rogers, entonces de 25 años, tenía contrato con el Leeds, de la segunda división inglesa (que lo había cedido el año anterior al Stevenage F.C.), pero había abandonado el club en enero. Antes, había jugado en el Columbus Crew de Ohio, en el Heerenveen de Holanda y en distintos clubes ingleses. Y de repente, sorpresivamente, decidió poner fin a su carrera y, a la vez, salir del armario. O al revés. No deja de ser relevante que una decisión haya venido acompañada por la otra.
En su blog, a la una de la madrugada, en Londres, el jugador explicó que el fútbol era su válvula de escape y que le había servido para esconder su sexualidad, pero ya no daba más. “Es hora de descubrirme lejos del fútbol –explicó–. La vida está llena de cosas increíbles y yo percibí que solo podría aprovecharla de verdad siendo honesto”. A lo largo del post, en el que se desnuda de una manera inédita para un futbolista, Rogers se refiere en varios momentos a su orientación sexual como “mi secreto”.
“Toda mi vida me sentí diferente; diferente de mis compañeros, incluso de mi familia –escribió–. Durante los últimos 25 años tuve miedo de mostrar quién era realmente. Miedo a que el juicio y el rechazo me apartaran de mis sueños y mis aspiraciones, o a que mis seres queridos se alejaran de mí si supieran mi secreto. Miedo de que mi secreto se interpusiera en la realización de mis sueños. Los secretos pueden causar muchos daños internos. Tratá de explicar a tus seres queridos, después de 25 años, que sos gay… Ahora mi secreto se acabó; soy un hombre libre”.
1 Cazuza – O tempo não para, de Sandra Werneck y Walter Carvalho.
2 Bruno Bimbi: Matrimonio igualitario, Buenos Aires, Planeta, 2010.
Robbie Rogers jugó dieciocho partidos como integrante de la selección de Estados Unidos –antes había sido parte de la selección sub-23– y formó parte del equipo que representó a su país en los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008. También fue preseleccionado para el Mundial de Sudáfrica, pero no llegó a participar. Ahora forma parte de una pequeñísima lista que podría contarse con los dedos de la mano: la de los jugadores profesionales de fútbol que, siendo gays, se animaron a no esconder más su sexualidad. La mayoría, como ya dijimos, retirados o en clubes menores.
–¿Te parece que eso puede cambiar en los próximos años? –le pregunté a Alejandro Wall después del coming out de Rogers.
–Para no ser escéptico, creo