Joel Beeke

La espiritualidad puritana y reformada


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de la desesperación. El conflicto fortalece la fe. Hace al creyente vivir con prudencia, no con abatimiento.206 Con la ayuda del Espíritu Santo, la fe celestial se eleva sobre todo conflicto, confiando en que Dios será fiel a su propia Palabra.

      Incluso cuando es atormentado con dudas carnales, el espíritu del creyente confía en la misericordia de Dios, invocándole en la oración y descansando en Él a través de los sacramentos. Por estos medios, la fe gana la batalla principal en su guerra contra la incredulidad. “En medio de estas sacudidas la fe sostiene los corazones de los fieles. Como la palma, que resiste todo el peso que le ponen encima y se yergue hacia lo alto”.207

      En resumen, Calvino enseña que del espíritu del creyente sale la esperanza, la alegría y la seguridad; de la carne, el temor, la duda y la desilusión. Aunque el espíritu y la carne operan simultáneamente, la imperfección y la duda forman parte de la carne, no de la fe. Las obras de la carne a menudo acuden a la fe, pero no se mezclan con ella. El creyente puede perder batallas espirituales a lo largo del sendero de la vida, pero no perderá la batalla final contra la carne. La oración y los sacramentos ayudan al espíritu de la fe a obtener la victoria final.

       • Germen de fe contrastada con la conciencia de fe

      En tercer lugar, pese a las tensiones entre definición y experiencia, espíritu y carne, Calvino mantiene que la fe y la seguridad no están tan mezcladas con la incredulidad que el creyente quede con probabilidad en lugar de certeza.208El germen de fe más pequeño contiene seguridad en su misma esencia, incluso cuando el creyente no siempre sea capaz de aprehender esta seguridad, debido a su debilidad. El cristiano puede ser sacudido por la duda y la perplejidad, pero la semilla de la fe, plantada por el Espíritu, no puede perecer.

      Precisamente porque es la semilla del Espíritu, la fe retiene la seguridad. La seguridad aumenta y disminuye en proporción al incremento y declive de los ejercicios de fe, pero la semilla de la fe jamás puede ser destruida. Dice Calvino: “Jamás puede ser arrancada del corazón de los fieles la raíz de la fe, sin que en lo profundo del corazón quede algo adherido, algo inconmovible, por más que parezca que al ser agitado va a ser arrancado; su luz jamás será extinguida de tal manera que no quede al menos algún rescoldo entre las cenizas”.209Así pues, Calvino explica “la seguridad débil en términos de fe débil, sin que de este modo se debilite el vínculo entre fe y seguridad”.210La seguridad es normativa, pero varía en grado y constancia en la conciencia del creyente de ella. Por tanto, al responder a la seguridad débil, un pastor no debería negar la atadura orgánica entre la fe y la seguridad, sino que debería instar a la búsqueda de una fe más fuerte, usando los medios de gracia por el Espíritu.

       • Estructura trinitaria

      Mediante un cuarto principio fulminante, a saber, la estructura trinitaria para la doctrina de la fe y la seguridad, Calvino estimula al creyente propenso a la duda. Tan cierto como que la elección del Padre debe prevalecer sobre las obras de Satanás, la justicia del Hijo sobre la pecaminosidad del creyente, y el testimonio seguro del Espíritu sobre las debilidades del alma, la fe debe conquistar y conquistará la incredulidad.

      La estructuración de Calvino del Libro III de la Institución revela el movimiento de la gracia de la fe de Dios al hombre y del hombre a Dios. La gracia de la fe es del Padre, en el Hijo y a través del Espíritu, por el cual, a su vez, el creyente es llevado a la comunión del Hijo y, en consecuencia, es reconciliado con el Padre.

      Para Calvino, un complejo conjunto de factores reafirma la seguridad, no siendo el menor la elección y preservación del Padre en Cristo. Por ende, escribe que “la predestinación, debidamente considerada, no hace titubear la fe, sino que más bien la confirma”,211especialmente cuando es vista en el contexto del llamamiento: “Tiene también mucha importancia para confirmar nuestra confianza, que la firmeza de nuestra elección está unida a nuestra vocación… Porque todos a los que [Cristo] recibe, el Padre se los ha confiado y entregado para que los guarde para la vida eterna”.212

      La elección decretal es un fundamento seguro para la preservación y seguridad. La elección no es fríamente causal. Como Gordon Keddie observa: “La elección nunca es vista, en Calvino, bajo una luz puramente determinista, en la que Dios…es visto como ‘un ídolo terrible’ de ‘causalidad mecanicista y determinista’, y la experiencia cristiana es reducida o bien a una pasividad cobarde, o bien a un activismo frenético, mientras se espera alguna ‘revelación ’del oculto decreto de Dios para uno mismo. Para Calvino, como de hecho ocurre en la Escritura, la elección no amenaza sino que, antes bien, afirma la certeza de salvación”.213

      Tal fundamento sólo es posible en un contexto cristocéntrico; de ahí el constante acento de Calvino en Cristo como el espejo de la elección, “en quien debemos contemplar nuestra elección, y en el que la contemplaremos sin llamarnos a engaño”.214 La elección hace volver los ojos del creyente de su incapacidad irremediable para cumplir con condición alguna de salvación, y centrarse en la esperanza de Jesucristo como la promesa de Dios de amor y misericordia inmerecidos.215

      Mediante la unión con Cristo, “la seguridad de salvación se hace real y efectiva como la seguridad de elección”.216Cristo se hace nuestro en cumplimiento de la determinación de Dios de redimirnos y resucitarnos. En consecuencia, no hemos de pensar en Cristo como “estando lejos y no morando en nosotros”.217Puesto que Cristo es para nosotros, contemplarlo verdaderamente es verlo formar en nosotros lo que desea darnos: a sí mismo, sobre todo. Dios se ha hecho a sí mismo “pequeño en Cristo”, declara Calvino, para que podamos aprehender y acudir a Cristo sólo, quien puede apaciguar nuestras conciencias.218La fe debe comenzar, descansar y acabar en Cristo. “La fe verdadera de tal manera se encuentra en Cristo, que ni conoce ni desea conocer nada fuera de Él”, dice Calvino.219 Por tanto, “no debemos apartar a Jesucristo de nosotros, ni a nosotros de Él”.220La unión con Cristo hace converger la seguridad objetiva y la subjetiva: mirar sólo a Cristo para alcanzar seguridad significa también mirarnos a nosotros mismos en Cristo como su cuerpo. Como observa Willis-Watkins: “Sería totalmente hipotético para la fe centrarnos en nosotros mismos aparte de Cristo –y sería totalmente hipotético para la fe centrarnos en Cristo aparte de su cuerpo–… La seguridad de salvación es un auto-conocimiento derivado, cuyo centro queda en Cristo unido a su cuerpo, la Iglesia de la cual somos miembros”.221

      De este modo cristológico, Calvino reduce la distancia entre el objetivo decreto de elección de Dios y la subjetiva falta de seguridad del creyente de ser elegido. Para Calvino, la elección responde –más que suscita– la pregunta de la seguridad. En Cristo, el creyente ve su elección; en el evangelio, escucha acerca de su elección.

      No obstante, Calvino es perfectamente consciente de que una persona puede pensar que el Padre le ha confiado a Cristo cuando no es el caso. Una cosa es subrayar la tarea de Cristo en la economía salvífica trinitaria como receptor y guardián de los elegidos; centro, autor y fundamento de la elección; garantía, promesa y espejo de la elección y salvación del creyente; y otra muy diferente es saber cómo inquirir si una persona ha sido unida a Cristo por una fe verdadera. Muchos parecen ser de Cristo y le son extraños. Dice Calvino: “Es cosa ordinaria que los que parecían ser de Cristo se aparten de Él y perezcan… Los tales nunca se llegaron a Cristo con una confianza cual aquélla en que yo afirmo que nuestra elección nos es certificada”.222

      Calvinonuncapredicóparaconsolarasugreyconunafalsaseguridaddesalvación.223 Muchos eruditos minimizan el énfasis de Calvino en la necesidad de una puesta en práctica de la fe y la elección subjetiva y experimental, refiriéndose a la costumbre de Calvino de dirigirse a su congregación como a oidores salvos. Malinterpretan. Aunque Calvino practicó lo que llamó “juicio de caridad” (es decir, dirigirse como a salvos a aquellos miembros de la iglesia que mantienen un recomendable estilo de vida externa), también afirmó frecuentemente que sólo una minoría recibe la Palabra predicada con fe salvífica. Dice: “Pues, aunque todos, sin excepción, a quienes es predica la Palabra de Dios son enseñados, apenas hay uno entre diez que la guste; mejor dicho, apenas