Joel Beeke

La espiritualidad puritana y reformada


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que no eran conscientes de tener lo que tenían. Así pues, el Espíritu de Dios a menudo opera en los elegidos de manera secreta” [el énfasis es mío].186

      Esto nos lleva a preguntar: ¿Cómo puede decir Calvino que la fe legítima está caracterizada por una plena seguridad y, al mismo tiempo, conceder un tipo de fe que carece de seguridad? Los dos conceptos parecen antitéticos. La seguridad está libre de dudas y, a la vez, no lo está. No duda y, sin embargo, puede dudar. Es firme, pero puede ser asaltada por la ansiedad. Los fieles tienen seguridad y, sin embargo, vacilan y tiemblan.

      Dando sentido a las antinomias

      Calvino operó desde cuatro principios que tratan esta compleja cuestión. Cada uno ayuda a dar sentido a sus aparentes contradicciones.

       Fe y experiencia

      En primer lugar, consideremos la necesidad de Calvino de distinguir entre la definición de fe y la realidad de la experiencia del creyente. Tras explicar la fe en la Institución como proveedora de “gran seguridad”, Calvino escribe:

      “Mas dirá alguno, que es muy distinto lo que los fieles experimentan. No solamente se sienten muchísimas veces tentados por la duda para reconocer la gracia de Dios, sino que con frecuencia se quedan atónitos y aterrados por la vehemencia de las tentaciones que sacuden su entendimiento. Esto no parece estar muy de acuerdo con la certidumbre de la fe antes expuesta. Es menester, por lo tanto, solucionar esta dificultad, si queremos que la doctrina propuesta conserve su fuerza y valor. Cuando nosotros enseñamos que la fe ha de ser cierta y segura, no nos imaginamos una certidumbre tal que no sea tentada por ninguna duda, ni concebimos una especie de seguridad al abrigo de toda inquietud”.187

      Más adelante, escribe Calvino: “Y no he olvidado lo que antes dije, cuya memoria es renovada, repetidamente, por la experiencia: que la fe es sacudida por diversas dudas, de modo que las mentes de los santos raramente están en paz”.188

      Estas citas y otros escritos (muy notablemente cuando tratan del fortalecimiento sacramental de la fe)189indican que, aunque Calvino ansía definir la fe al lado de la seguridad, también reconoce que el cristiano va creciendo gradualmente en una fe más plena en las promesas de Dios. Este reconocimiento está implícito en el empleo de Calvino de expresiones como “plena fe” en las promesas de Dios, como si estuviera distinguiendo entre el ejercicio de la fe y lo que llama “plena fe”. En resumen, Calvino distingue entre el “debería” de la fe y el “es” de la fe en la vida diaria. Escribe: “Con estas palabras prueba que no hay verdadera fe en el hombre más que cuando, libremente y con un corazón pletórico de seguridad, osa presentarse ante el acatamiento divino; osadía que no puede nacer más que de una absoluta confianza en nuestra salvación y en la benevolencia divina. Lo cual es tan cierto que muchas veces el nombre de fe se toma como sinónimo de confianza… Cuando algo es definido, hemos de…buscar su misma integridad y perfección. Ahora bien, esto no significa negar un lugar para el crecimiento”.190

      La definición de Calvino de la fe sirve como recomendación de cómo deberían sus lectores “habitual y apropiadamente pensar en la fe”.191La fe siempre debiera apuntar hacia la plena seguridad, incluso si no puede alcanzar perfecta seguridad en la experiencia. En principio, la fe gana la victoria (1 Juan 5:4); en la práctica, reconoce que aún no ha comprendido plenamente (Fi. 3:12-13).

      No obstante, la práctica y experiencia de la fe –por débil que a veces pueda ser–, valida la fe que confía en la Palabra. Calvino no está tan interesado en la experiencia como en validar la fe fundamentada en la Palabra. La experiencia confirma la fe, dice Calvino. La fe “requiere una certeza plena y firme, como la que los hombres suelen tener de las cosas experimentadas y probadas”.192Tanto el objeto de la fe como la validación de la fe por la experiencia son dones de Dios que confirman su carácter de gracia por medio de su Palabra.

      Así pues, la experiencia desnuda ( nuda experientia) no es el objetivo de Calvino, sino la experiencia fundamentada en la Palabra, que fluye del cumplimiento de la Palabra. El conocimiento experimental de la Palabra es esencial.193Para Calvino, se necesitan dos tipos de conocimiento: conocimiento por la fe (scientia fidei) que se recibe de la Palabra, “aunque aún no es plenamente revelado”, y el conocimiento de la experiencia (scientia experentiae) “que emana del cumplimiento de la Palabra”.194 La Palabra de Dios es primordial a ambos, pues la experiencia nos enseña a conocer a Dios como Él mismo declara en su Palabra.195La experiencia que no está en consonancia con la Escritura nunca es experiencia de fe verdadera. En resumen, aunque la experiencia del creyente de la fe verdadera es mucho más débil de lo que desearía, hay una unidad esencial en la Palabra entre la percepción de la fe (la dimensión de la fe del “debería”) y la experiencia (la dimensión de la fe del “es”).

      • La carne contra el espíritu

      El segundo principio que nos ayuda a entender la tensión “debería/es” de Calvino en la fe es el principio de la carne contra el espíritu. Calvino escribe:

      Es necesario recurrir a una distinción entre la carne y el espíritu, de la que ya hemos hecho mención, y que claramente se comprueba en este punto. En efecto, el corazón de los fieles siente en sí mismo esta división, según la cual en parte está lleno de alegría por el conocimiento que tiene de la bondad divina, y en parte experimenta gran congoja por el sentimiento de su propia calamidad; en parte descansa en la promesa del evangelio, y en parte tiembla con el testimonio de su propia maldad; en parte triunfa con la posesión de la vida, y en parte tiene horror de la muerte. Esta oscilación proviene de la imperfección de la fe, pues jamás en esta vida presente llegaremos a la felicidad de estar libres de toda desconfianza y de poseer la plenitud de la fe. De ahí esta continua batalla, cuando la desconfianza que habita en la carne y en ella está arraigada se levanta contra la fe del espíritu para atacarla y destruirla.196

      Al igual que Lutero, Calvino coloca la dicotomía “debería/es” en el marco de la batalla entre el espíritu y la carne.197Los cristianos experimentan esta tensión entre el espíritu y la carne intensamente, porque es instigada por el Espíritu Santo.198 Las paradojas que impregnan la fe experimental (p. ej., Romanos 7:14-25 en la clásica interpretación reformada) encuentran una resolución a esta tensión: “Así que, yo mismo con la mente [espíritu] sirvo a ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (v. 25). A este respecto, Calvino escribe: “Nada impide que los fieles tengan temor, y juntamente gocen del consuelo de la plena seguridad… La fe y el temor pueden habitar en la misma alma… Y ello es tan cierto, que en modo alguno debemos apartar a Jesucristo de nosotros, ni a nosotros de Él, sino mantener firme la unión con la que nos ha juntado consigo mismo”.199

      Calvino coloca la consolación segura del espíritu junto a la imperfección de la carne, pues es lo que el creyente encuentra dentro de sí. Puesto que la victoria final del espíritu sobre la carne sólo será cumplida en Cristo, el cristiano se encuentra en perpetua lucha en esta vida. Su espíritu le llena “de deleite al reconocer la bondad divina”, incluso cuando su carne activa su inclinación natural a la incredulidad.200 Es asaltado por “conflictos de conciencia diarios” en tanto que los vestigios de la carne permanecen.201“El estado presente [del creyente] está lejos de la gloria de los hijos de Dios”, escribe Calvino. “Físicamente, somos polvo y sombra, y la muerte siempre está ante nuestros ojos. Estamos expuestos a mil miserias…, de modo que siempre encontramos un infierno dentro de nosotros”.202 Mientras aún está en la carne, el creyente puede ser tentado incluso a dudar de todo el evangelio. Los réprobos no tienen estas luchas, pues ni aman a Dios ni odian el pecado. Satisfacen sus propios deseos “sin temor de Dios”, dice Calvino. Pero cuanto más sinceramente el creyente “se entrega a Dios, tanto más es severamente perturbado por el sentido de su ira”.203

      La seguridad del favor de Dios y un sentido de su ira no parecen sino lo contrario, sin embargo. En realidad, un espíritu de temor y temblor reverente ayuda a reafirmar la fe y prevenir la presunción, pues el temor deriva de un sentido apropiado de la indignidad, mientras que la confianza surge de la fidelidad de Dios.204Esta