Joel Beeke

La espiritualidad puritana y reformada


Скачать книгу

Pues en su carne fue cumplida la redención del hombre, en ella se ofreció sacrificio para expiar el pecado y se rindió obediencia a Dios para reconciliarnos con Él. Además, fue llena de la santificación del Espíritu Santo. Finalmente, habiendo vencido a la muerte, fue recibido en la gloria celestial”77 En otras palabras, el Espíritu santificó el cuerpo de Cristo, que Cristo ofreció en la cruz para expiar el pecado. Este cuerpo fue resucitado de los muertos y recibido en el cielo. A cada paso de nuestra redención, el cuerpo de Cristo es la senda a Dios. En la Cena, entonces, Cristo viene a nosotros y dice: “Mi cuerpo os es dado aún. Por la fe, podéis tener comunión conmigo y mi cuerpo y todos sus beneficios salvíficos”.

      Calvino enseña que Cristo se dio a sí mismo por nosotros en la Cena, y no sólo sus beneficios, del mismo modo en que se dio a sí mismo y sus beneficios por nosotros en la predicación de la Palabra. Cristo también nos hace parte de su cuerpo cuando se da a sí mismo por nosotros. Calvino no puede explicar con precisión cómo ocurre esto en la Cena, pues es mejor experimentado que explicado.78Sin embargo, sí dice que Cristo no abandona el cielo para entrar en el pan. Antes bien, en la Santa Cena, somos llamados a elevar nuestros corazones al cielo, donde está Cristo, y no aferrarnos al pan y al vino externos.

      Somos elevados mediante la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones. Como escribe Calvino: “Cristo, entonces, está ausente de nosotros respecto a su cuerpo, pero, habitando en nosotros por su Espíritu, nos eleva al cielo hasta sí mismo, infundiéndonos el vivificante vigor de su carne, al igual que los rayos del sol nos vigorizan con su calor vital”.79Participar de la carne de Cristo es un acto espiritual, en lugar de un acto carnal que implique una “transfusión de sustancia”.80

      Los sacramentos pueden verse como escaleras por las que trepamos al cielo. “Puesto que somos incapaces de volar hasta Dios, nos ha ordenado sacramentos, cual escaleras”, dice Calvino. “Si un hombre desea saltar alto, se romperá el cuello en el intento pero, si tiene peldaños, podrá proceder con confianza. De la misma manera, si queremos alcanzar a nuestro Dios, debemos usar los medios que Él ha instituido, ya que sabe lo que nos conviene”.81

      Jamás debemos adorar el pan, porque Cristo no está en el pan, pero encontramos a Cristo a través del pan, dice Calvino. Al igual que nuestras bocas reciben pan para nutrir nuestros cuerpos físicos, nuestras almas, por la fe, reciben el cuerpo y la sangre de Cristo para nutrir nuestras vidas espirituales.

      Cuando encontramos a Cristo en los sacramentos, crecemos en gracia. Por eso son llamados medios de gracia. Los sacramentos nos alientan en nuestro progreso hacia el cielo. Promueven la confianza en las promesas de Dios mediante la “señalada y sellada” muerte redentora de Cristo. Puesto que son pactos, contienen promesas por las cuales “las conciencias puedan ser despertadas a una seguridad de salvación”, dice Calvino.82Los sacramentos ofrecen “paz de conciencia” y “una seguridad especial” cuando el Espíritu capacita al creyente a “ver” la Palabra grabada sobre los sacramentos.83

      Finalmente, los sacramentos promueven la piedad instándonos a agradecer y alabar a Dios por su abundante gracia. Requieren que “atestigüemos nuestra piedad hacia Él”. Como dice Calvino: “El Señor trae a nuestra memoria la inmensidad de su bondad y nos mueve a reconocerla. Y, al mismo tiempo, nos amonesta a que no seamos ingratos por esta generosa liberalidad sino, antes bien, la proclamemos con apropiadas alabanzas y celebremos [la Cena del Señor] dando gracias”.84

      Dos cosas ocurren en la Cena: la recepción de Cristo y la entrega del creyente. La Cena del Señor no es eucarística desde la perspectiva de Dios, dice Calvino, pues Cristo no es ofrecido de nuevo. Tampoco es eucarística en términos de méritos de hombre, pues no podemos ofrecer nada a Dios por vía de sacrificio. Pero es eucarística en términos de nuestra acción de gracias.85 Ese sacrificio es una parte indispensable de la Cena del Señor, que, dice Calvino, incluye “todos los deberes del amor”.86La Eucaristía es un ágape en el que los comulgantes se aman los unos a los otros y testifican del vínculo que disfrutan entre sí en la unidad del cuerpo de Cristo.87

      Ofrecemos este sacrificio de gratitud en respuesta al sacrificio de Cristo por nosotros. Entregamos nuestras vidas en respuesta al banquete celestial que Dios nos adereza en la Cena. Por la gracia del Espíritu, la Cena nos capacita, como real sacerdocio, a ofrecernos como sacrificio vivo de alabanza y acción de gracias a Dios.88

      La Cena del Señor, así pues, promueve tanto una piedad de gracia como una piedad de gratitud, como ha mostrado Brian Gerrish.89 La liberalidad del Padre y la respuesta agradecida de sus hijos son un tema recurrente en la teología de Calvino. “Debiéramos reverenciar a un Padre como éste de tal manera” –nos amonesta Calvino– “que, con agradecida piedad y ardiente amor, nos entregásemos completamente a su obediencia y lo honrásemos en todo”.90La Cena es la promulgación litúrgica de los temas de gracia y gratitud de Calvino, que se encuentran en el corazón de su piedad.91

      En la Cena del Señor, los elementos humano y divino de la piedad de Calvino se sostienen en tensión dinámica. En ese intercambio dinámico, Dios se mueve hacia el creyente mientras su Espíritu consuma la unión basada en la Palabra. Al mismo tiempo, el creyente se mueve hacia Dios contemplando al Salvador, que lo refresca y fortalece. En ella, Dios es glorificado y el creyente edificado.92

      La piedad en el salterio

      Calvino ve los Salmos como el manual canónico de la piedad. En el prefacio a su comentario de cinco volúmenes a los Salmos –su mayor exposición de un libro de la Biblia– escribe Calvino: “No hay otro libro en que se nos enseñe más perfectamente el modo adecuado de alabar a Dios, o en que se nos induzca más poderosamente a la realización de este ejercicio de piedad”.93La preocupación de Calvino con el salterio estaba motivada por su creencia de que los Salmos enseñan e inspiran genuina piedad, de la siguiente manera:

      • Como revelación de Dios, los Salmos nos enseñan acerca de Dios. Puesto que son teológicos a la vez que doxológicos, son nuestro credo cantado.94

      • Enseñan claramente nuestra necesidad de Dios. Nos dicen quiénes somos y por qué necesitamos la ayuda de Dios.95

      • Ofrecen el divino remedio para nuestras necesidades. Presentan a Cristo en su persona, oficios, sufrimientos, muerte, resurrección y ascensión. Anuncian el camino de la salvación, proclamando la bendición de la justificación por la sola fe, y la necesidad de la santificación por el Espíritu con la Palabra.96

      • Demuestran la asombrosa bondad de Dios y nos invitan a meditar en su gracia y misericordia. Nos llevan a arrepentirnos y temer a Dios, a confiar en su Palabra y esperar en su misericordia.

      • Nos enseñan a acudir al Dios de la salvación mediante la oración, y nos muestran cómo llevar nuestras peticiones a Dios.97Nos muestran cómo orar confiadamente en medio de la adversidad.98

      • Nos muestran la profundidad de la comunión que podemos disfrutar con nuestro Dios, guardador del pacto. Nos muestran cómo la Iglesia viva es la esposa de Dios, los hijos de Dios y la grey de Dios.

      • Proporcionan un vehículo de adoración comunitaria. Muchos usan pronombres en primera persona del plural (“nosotros”, “nuestro”) para indicar este aspecto comunitario pero, incluso los que usan pronombres en primera persona del singular, incluyen a todos los que aman al Señor y están comprometidos con Él. Nos mueven a confiar en Dios y alabarle, y a amar a nuestro prójimo. Fomentan confianza en las promesas de Dios, celo por Él y su casa, y compasión por los que sufren.

      • Abarcan toda la diversidad de experiencias espirituales, incluyendo fe e incredulidad, gozo en Dios y pesar por el pecado, presencia divina y deserción divina. Como dice Calvino, son “una anatomía de todas las partes del alma”.99Aún vemos nuestras afecciones y enfermedades espirituales en las palabras de los salmistas. Cuando leemos acerca de sus experiencias, somos conducidos al auto-examen y a la fe por la gracia del Espíritu. Los salmos de David, especialmente, son como un espejo en que somos llevados a alabar a Dios y encontrar descanso en sus propósitos