Joel Beeke

La espiritualidad puritana y reformada


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escribir la Institución era “solamente enseñar algunos principios, con los cuales los que son tocados de algún celo de religión, fuesen instruidos en verdadera piedad [ ]”.4

      Para Calvino, la pietas designa la actitud correcta del hombre hacia Dios. Esta actitud incluye conocimiento verdadero, adoración sincera, fe salvífica, temor filial, sumisión devota y amor reverencial.5Conocer quién y qué es Dios (teología) implica actitudes correctas hacia Él y hacer lo que Él quiere (piedad). En su primer catecismo, Calvino escribe: “La verdadera piedad consiste en un sentimiento sincero de amor a Dios como Padre no menos que de temor y reverencia como Señor, que abraza su justicia y tiene más temor de ofenderlo que de la muerte”.6En la Institución, Calvino es más sucinto: “Llamo piedad a una reverencia unida al amor de Dios, que el conocimiento de Dios produce”.7Este amor y reverencia por Dios es un concomitante necesario a cualquier conocimiento de Él, y comprende toda la vida. Como dice Calvino: “Toda la vida de los cristianos debiera ser como una práctica de santidad”.8O, como el subtítulo de la primera edición de la Institución declara: “Comprendiendo casi la suma total de la piedad y todo lo que se necesita saber de la doctrina de la salvación: una obra muy digna de ser leída por todas las personas celosas de piedad”.9

      Los comentarios de Calvino también reflejan la importancia de la pietas. Por ejemplo, escribe sobre 1ª Timoteo 4:7-8: “Harás aquello que es de la más elevada importancia si te dedicas con todo tu celo y con toda tu habilidad al ejercicio de la piedad únicamente”.10Comentando 2ª Pedro 1:3, dice: “Nada más [Pedro] ha hecho mención de la vida, inmediatamente añade la santidad [ ], como si fuera el alma de la vida”.11

      El fin supremo de la piedad: Soli Deo Gloria

      El fin de la piedad, al igual que el de toda la vida cristiana, es la gloria de Dios –gloria que brilla en los atributos de Dios, en la estructura del mundo y en la muerte y resurrección de Jesucristo–.12Glorificar a Dios se antepone a la salvación personal para toda persona piadosa.13Calvino escribe de este modo al Cardenal Sadoleto: “Sin embargo, no creo sea propio de un auténtico teólogo el procurar que el hombre se quede en sí mismo, en vez de mostrarle y enseñarle que el comienzo de la buena reforma de su vida consiste en desear fomentar y dar realce a la gloria del Señor… Por lo cual no habrá ninguna persona bien instruida y experimentada en la verdadera religión cristiana que no juzgue esta tan larga y curiosa exhortación al estudio de la vida celestial (la cual detiene al hombre en esto sólo, sin elevarlo con una sola palabra a la santificación del Nombre de Dios) como cosa de mal gusto y sin sabor”.14

      Que Dios sea glorificado en nosotros, el fin de la piedad, es el propósito de nuestra creación. Así pues, vivir el propósito de su creación original se constituye en el anhelo de los regenerados.15El hombre piadoso, según Calvino, confiesa: “Somos de Dios: vivamos, por tanto, para Él y muramos para Él. Somos de Dios: esfuércense, en consecuencia, todas las partes de nuestra vida por alcanzarlo como nuestro único fin legítimo”.16

      Dios redime, adopta y santifica a su pueblo para que su gloria brille en ellos y los libere del impío egoísmo.17La preocupación más profunda del hombre piadoso es, por tanto, Dios mismo y las cosas de Dios: la Palabra de Dios, la autoridad de Dios, el evangelio de Dios y la verdad de Dios. Anhela conocer más de Dios y tener más comunión con Él.

      Pero, ¿cómo glorificamos a Dios? Como escribe Calvino: “Dios nos ha prescrito un camino para glorificarlo, a saber, la piedad, que consiste en la obediencia a su Palabra. El que traspasa estos límites no se ocupa de honrar a Dios sino, más bien, de deshonrarlo”.18La obediencia a la Palabra de Dios significa refugiarse en Cristo para el perdón de nuestros pecados, conocerlo a través de su Palabra, servirle con un corazón de amor, hacer buenas obras en gratitud por su bondad y ejercitar la abnegación al punto de amar a nuestros enemigos.19Esta respuesta implica rendición total a Dios mismo, a su Palabra y a su voluntad.20

      Calvino dice: “Te ofrezco mi corazón, Señor, inmediata y sinceramente”. Éste es el deseo de todos los que son verdaderamente piadosos. Sin embargo, este deseo sólo puede realizarse mediante la comunión con Cristo y la participación de Él, pues, fuera de Cristo, incluso la persona más religiosa vive para sí. Sólo en Cristo pueden los piadosos vivir como siervos dispuestos para su Señor, soldados fieles a su Comandante e hijos obedientes a su Padre.21

      Dimensiones Teológicas

      La profunda raíz de la piedad: la unión mística

      “LadoctrinadeCalvinodelauniónconCristoesunodelosrasgosmásconsistentemente influyentes de su teología y ética, si no la enseñanza más importante que mueve todo su pensamiento y vida personal”, escribe David Willis-Watkins.22

      Calvinonopretendíapresentarlateologíadesdeelpuntodevistadeunaúnicadoctrina. No obstante, sus sermones, comentarios y obras teológicas están tan impregnados de la doctrina de la unión con Cristo, que se convierte en su centro de atención para la fe y práctica cristianas.23Calvino dice otro tanto cuando escribe: “Doy la primacía a la unión que tenemos con nuestra Cabeza, a la habitación de Cristo en nuestros corazones, y a la unión mística mediante la cual gozamos de Él, para que al hacerse nuestro, nos haga partícipes de los bienes de que está dotado”.24

      Para Calvino, la piedad está arraigada en la unión mística ( unio mystica) del creyente con Cristo. Así pues, esta unión debe ser nuestro punto de partida.25Tal unión es posible porque Cristo tomó nuestra naturaleza humana, llenándola de su virtud. La unión con Cristo en su humanidad es histórica, ética y personal, pero no esencial. No hay una crasa mezcla (crassa mixtura) de substancias humanas entre Cristo y nosotros. No obstante, Calvino declara: “Y no solamente está unido a nosotros por un lazo indisoluble, sino que, merced a una unión admirable que supera nuestro entendimiento, se hace cada día más un cuerpo con nosotros, hasta que esté completamente unido a nosotros”.26Esta unión es uno de los mayores misterios del evangelio.27De la fuente de la perfección de Cristo en nuestra naturaleza, los piadosos pueden, por la fe, sacar lo que necesiten para su santificación. La carne de Cristo es el manantial del cual su pueblo deriva vida y poder.28

      Si Cristo hubiese muerto y resucitado pero no estuviese aplicando su salvación a los creyentes para su regeneración y santificación, su obra habría sido inefectiva. Nuestra piedad muestra que el Espíritu de Cristo está operando en nosotros lo que ya ha sido cumplido en Cristo. Cristo administra su santificación a la Iglesia mediante su real sacerdocio para que la Iglesia viva piadosamente para Él.29

      El tema principal de la piedad: la comunión y la participación

      El corazón de la teología práctica y piedad de Calvino es la comunión ( communio) con Cristo. Esto implica participación (participatio) de sus beneficios, que son inseparables de la unión con Cristo.30La Confessio Fidei de Eucaristía (1537), firmada por Calvino, Martín Bucero y Wolfgang Capito, apoyó este énfasis.31Sin embargo, la idea de la comunión con Cristo en Calvino no se formó por su doctrina de la Cena del Señor. Antes bien, su énfasis en la comunión espiritual con Cristo ayudó a formar su concepto del sacramento.

      De manera similar, los conceptos de communio y participatio ayudaron a dar forma a la comprensión de Calvino de la regeneración, la fe, la justificación, la santificación, la seguridad, la elección y la Iglesia. No podía hablar de ninguna doctrina al margen de la comunión con Cristo. Éste es el corazón del sistema de teología de Calvino.

      El doble vínculo de la piedad: el Espíritu y la fe

      La comunión con Cristo solamente es realizada mediante la fe que opera el Espíritu, enseña Calvino. Es una comunión real no porque los creyentes participen de la esencia de la naturaleza de Cristo, sino porque el Espíritu de Cristo une a los creyentes tan íntimamente a Cristo que se convierten en carne de su carne y hueso de sus huesos. Desde la perspectiva de Dios, el Espíritu es el vínculo entre Cristo y los creyentes, mientras