“El lenguaje surge de una idea preexistente de un pacto entre Yahweh e Israel”. El problema con esta perspectiva es que existen en el Antiguo Testamento diferentes formas de entender el concepto de pacto y que el matrimonio no lleva implícito ese concepto.
4) “La imagen viene del lenguaje de las maldiciones en los tratados de vasallaje del Medio Oriente antiguo”. Esta explicación es menos especulativa; tiene a su favor el hecho de que sí hay referencias en estos tratados a la infidelidad conyugal, pero sigue siendo insuficiente, porque no toma en cuenta lo que sabemos de las leyes y prácticas matrimoniales en el Medio Oriente antiguo, incluyendo a Israel (Kelle, 2005: 49–53).
A mi parecer, estas explicaciones no tienen por qué ser mutuamente excluyentes ni tampoco suficiente ninguna de ellas por sí misma. Es decir, sin ser movidos por ningún vicio conciliatorio a ultranza ni por un eclecticismo extremo, todas estas explicaciones juntas forman un cuadro más completo, aunque las ideas sobre el culto cananeo deban ser revisadas.
En conclusión, en el Antiguo Testamento existe el matrimonio, la infidelidad y el divorcio por infidelidad. Esto es lo mínimo que se podría decir. El matrimonio se lleva a cabo en un contexto legal y existen formas de quebrantar ese acuerdo, pacto o como se le llame. El problema no es ése, sino cómo se trasladan esas realidades humanas a la relación de Dios con su pueblo.
El poder y el problema de la metáfora matrimonial en Oseas
Las metáforas como la que nos ocupa tienen sentido en un contexto histórico y sociocultural específicos, los cuales no siempre corresponden a los del intérprete. Aunque el tema del profeta Oseas no es el lugar de la mujer en la sociedad, el asunto es ineludible, puesto que, para que la metáfora matrimonial funcione, es necesario presuponer un cierto lugar de la mujer en la sociedad de ese entonces, lo cual hoy nos resulta problemático; es decir, el propósito del libro de Oseas no es mostrar cómo ganarse el amor de una mujer por la fuerza.
De todos modos, el problema fundamental de la metáfora matrimonial en Oseas está en que se utiliza el abuso como estrategia de rescate. Lo que este marido herido dice que va a hacer es tratar mal a su mujer para que vuelva a él: desnudarla y matarla de sed (2.4–5). Para completar, en ningún momento se le pregunta a ella si quiere la reconciliación (Connolly, 1998: 62). No menos problemático es el hecho de que el hombre de esta historia representa la justicia, y la mujer, la maldad. El texto, además, levanta la pregunta de si la representación de Israel como una mujer es en sí una forma de insulto, como se hace en otros textos del Antiguo Testamento (Leith, citado por Connolly, 1998: 64). ¿Es posible todavía recibir el mensaje de Oseas en un libro donde Dios es representado como un hombre vengativo y abusivo, al tiempo que Él mismo dice “soy Dios, no hombre” (11.9)? ¿A quién le podría resultar atractivo un Dios así?
Una propuesta para intentar solventar estas dificultades es separar el mensaje de su empaque y tomar distancia del empaque en el que el profeta ha puesto su mensaje:
Profetas como Oseas y Ezequiel regularmente usan imágenes de Israel como una esposa infiel que merece el abuso y la humillación por su infidelidad. Aunque reflejan el trato a las esposas en el Israel antiguo, tales imágenes no son parte del mensaje profético que queremos afirmar de manera acrítica (Birch et al.: 2005).
Ojalá fuera así de fácil. Aunque el vehículo no sea el mensaje, se debe reconocer que la metáfora de Oseas es tan poderosa como chocante y que “ofende a tanta gente como a la que convence” (Connolly, 1998: 56). Un caso parecido es el uso de la esclavitud como metáfora para comunicar un mensaje de esperanza en Dios:
Como dirigen los esclavos la mirada
hacia la mano de su amo,
como dirige la esclava la mirada
hacia la mano de su ama,
así dirigimos la mirada al Señor nuestro Dios,
hasta que nos muestre compasión. (Sal 123.2, nvi)
¿Es esta una metáfora bonita? El mensaje de la imagen se comprende y su poder comunicativo se siente, pero, para que eso ocurra, se debe presuponer la existencia de la esclavitud como cosa normal y que el lector la conoce de cerca. Ese mundo ya no es el nuestro. ¿Ayuda en algo decir que el problema es del lector y no del texto? En algunos de nuestros países podemos hablar de “como espera el obrero que le den trabajo” o “que le paguen la semana”. Esto mismo en otros países resultaría una imagen ofensiva y degradante, porque los obreros ganan buenos salarios y las leyes laborales se cumplen. Entonces sí importa el contexto socioeconómico de la metáfora, no sólo el histórico.
Aparte de los problemas relacionados con el abuso físico de la mujer, está el problema teológico de usar una relación problemática para comunicar un mensaje de parte de Dios. Es decir, “una relación humana defectuosa se eleva al plano divino” (Connolly, 1998: 59). También está el asunto de la mujer que depende totalmente del marido.
Como se ve, el asunto es complejo y Oseas no es el único en usar la metáfora del marido despechado con claros elementos de abuso. El problema aquí es doble. Primero, que el marido despechado que maltrata a su mujer en esta imagen es Dios, y segundo, que algunos hombres podrían sentirse autorizados por la Biblia para tratar mal a sus mujeres, así como se ha usado también la imagen del Dios guerrero como licencia para oprimir a otros pueblos. En el caso de la toma de la tierra de otros en nombre de Dios, como se promete en Deuteronomio, se da inicio en Josué y se celebra en el resto del Antiguo Testamento (p. ej., Gn 26.1–5; Sal 78.54–55), se podría decir que es cuestión irrepetible. Esto no soluciona el problema palestino-israelí actual, pero, de algún modo, ayuda a nuestra comprensión del tema en la Biblia, ya que, a diferencia del antiguo Israel, la iglesia no está ligada a una tierra o país en particular; en Cristo, la santidad de la tierra es total. Con la metáfora de la pareja no pasa lo mismo, porque es un tipo de relación que permanece.
El uso de la metáfora matrimonial en Oseas es, pues, tan poderoso como problemático. A todo lo que hemos dicho hasta aquí, se suma el calificativo de prostituta. Todos estos inconvenientes son lo suficientemente serios hoy en día como para obstaculizar tanto la capacidad comunicativa de Oseas como el mensaje en sí. Sin embargo, el hecho de que Oseas y otros profetas hayan visto la imagen con buenos ojos y que nadie en su tiempo (que sepamos) se quejara de su uso, sugiere que tenían la capacidad de ponerle límites a la aplicación de la metáfora y que el texto no se presenta como un patrón para las relaciones matrimoniales ni es excusa para los que habitualmente maltratan a sus cónyuges. Los abusadores normalmente no necesitan sugerencias, pero sí es lamentable que encuentren excusas en la Biblia para la injusticia, la violencia y el maltrato, como ha ocurrido con la esclavitud, la poligamia y el latifundismo, entre otros abusos.
Aunque alguien no haya sufrido una traición amorosa en carne propia, por lo menos puede imaginarse lo que eso significa. Es decir, en mayor o menor grado todos entendemos la imagen del despecho. Tan común es esto que en el mundo existen diversos géneros musicales especializados en la comunicación de ese sentimiento. Y, lamentablemente, hay que decirlo, en algunas de estas canciones persiste la violencia y el abuso contra la mujer.
¿Se podría aplicar aquí la misma explicación que se usa para la imagen de Dios militar o rey soberano? Es cierto, como dice Birch, que nos molesta que algunas imágenes de Dios vengan en un formato que hoy nos resulta incómodo, especialmente porque, como hemos dicho, se han utilizado en la historia para legitimar muchas injusticias y violencias en nombre de Dios.
Sin embargo, la verdad del texto es que Dios se opone de manera implacable a los poderes violentos de la opresión y la injusticia en el mundo. Para quienes son víctimas del poder opresor es importante confiar que hay un poder capaz de enfrentarse y derrotar los poderes brutales que deshumanizan, explotan, esclavizan y marginan. [Estos textos] no están fácilmente disponibles para quienes pueden blandir su propio poder violento en nombre de Dios.
Estos textos que se valen de la fuerza para comunicar un mensaje no son para el uso de los poderosos, sino para “los marginados, los que sufren, los que no tienen poder alguno para hacer frente a la violencia en su contra, pero que confían en que” el poder del Señor vencerá a sus enemigos (Birch et al.: 2005). Quizá esta y otras ideas nos ayuden a sobreponernos