Milton Acosta

El mensaje del profeta Oseas


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algunos cabos que habrán quedado sueltos en los capítulos 1 al 5 y proponer caminos en la lucha contra la corrupción. Naturalmente, ninguna de estas propuestas será definitiva, ya que hasta la fecha nadie ha encontrado una fórmula por medio de la cual un mayor número de conversiones en un país resulte en una disminución apreciable de la corrupción en una nación entera. En el capítulo final, haré algunas propuestas sobre la importancia de incluir la corrupción y otros temas sociales tanto en la predicación como en la educación teológica. Según algunos estudios, ahí está parte del problema; desde los púlpitos se habla principalmente de Dios y de la piedad personal; la educación teológica, por su parte, se concentra en la teología sin muchas veces considerar seriamente sus implicaciones para la vida de los creyentes en sociedad y en relación con sus profesiones. Esto está cambiando, pero apenas en círculos reducidos. Estas ideas finales se presentan como intervención en una conversación.

      En este libro enfatizaremos la relación del creyente con las diversas manifestaciones de la corrupción en nuestra sociedad. No es mi interés hacer listas de denuncias con nombres y apellidos, por dos razones fundamentales: primero, porque para denunciar algún caso de corrupción, es necesario conocer los hechos desde dentro y con detalles seguros; y segundo, debido a que se necesita una plataforma desde la cual denunciar. Como no cumplo con ninguno de esos requisitos, entonces lo mejor es dejar esa tarea a muchos otros que sí los cumplen, entre ellos personas honestas, incluidos periodistas y funcionarios públicos, sean creyentes o no que permanentemente están denunciando. Sin embargo, no todo el que denuncia lo hace por honesto, como ocurrió con un miembro del cartel del papel higiénico, que lo hizo para que le perdonaran la multa; es decir, traicionó a sus cómplices, cosa que todo delincuente debería prever, pero la avaricia causa torpeza y ceguera.

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      Capítulo 1

      Oseas denuncia la corrupción en las Fuerzas Armadas

      Introducción: La complejidad del sentimiento bíblico hacia los ejércitos

      En este capítulo me ocuparé de la corrupción en las Fuerzas Armadas de Israel, denunciada por el profeta. El tema militar en el Antiguo Testamento es recurrente y además complejo. Por ello, antes de considerar la palabra del profeta, me referiré brevemente a las diversas actitudes registradas en el Antiguo Testamento en cuanto a los ejércitos.

      Por la complejidad del tema, el propósito de una sección tan breve como esta necesariamente deberá ser modesto. En primer lugar, notaremos algunos rasgos generales del tema militar en el Antiguo Testamento. Luego, entraremos a la profecía de Oseas contra Jehú, notando la historia, la forma de la denuncia y la aparición del tema militar en la oración. Finalmente, propondré una conclusión con algunas ideas para la reflexión personal y comunitaria. Con esto, pretendo demostrar dos cosas: que la corrupción de las Fuerzas Armadas es tanto grave como inaceptable y que, desde la perspectiva bíblica, es necesario pensar en las causas de los problemas antes que en las soluciones armadas.

      A excepción de las iglesias menonitas, los cristianos históricamente han defendido la legitimidad de la existencia de las Fuerzas Armadas, la participación de los cristianos en ellas y el concepto de la guerra justa. Sin embargo, se debe reconocer que esta legitimidad pocas veces se cuestiona y, peor todavía, ha existido entre los cristianos una aprobación casi automática de las guerras que emprenden las Fuerzas Armadas de su país. Si bien el tema es complejo y no lo vamos a resolver aquí, vale la pena resaltar a continuación cinco realidades sobre el tema militar en el Antiguo Testamento. Esto nos servirá de marco general para leer el caso que trata Oseas al inicio de su profecía.

      1. Dios es descrito en el Antiguo Testamento como “guerrero” y “Señor de los ejércitos”. El libro del Éxodo celebra la destrucción del ejército egipcio por parte de Dios así: El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor (ʼăḏōnāy ʼîš milḥāmâ ʼăḏōnāy šəmô; Éx 15.3). Con estas palabras el texto afirma que el oprimido tiene en Dios quien lo defienda. El lenguaje será metafórico, pero está cargado de una teología que se entiende desde la historia: “A Yahvé se le conoce desde el comienzo como a un Dios comprometido con el establecimiento de una justicia concreta en el ámbito sociopolítico de un mundo donde el poder está masivamente organizado contra ella” (Brueggemann, 2007: 773). No es casualidad entonces que el Éxodo sea uno de los eventos paradigmáticos del Antiguo Testamento para la comprensión de la historia de Israel y de Dios mismo.

      2. En consonancia con lo anterior, los reinos de Israel y Judá contaban con ejércitos debidamente constituidos, con sus guerreros, sus rangos y sus guerras (y bueno, también con intrigas, traiciones, golpes de Estado y corrupción). De modo que no es extraño que el texto bíblico celebre cuando David se inicia como guerrero al derrotar a Goliat y se consagra en las artes bélicas cuando conquista Jerusalén.

      3. Sin embargo, en el Antiguo Testamento a los militares se les imponen límites claros. Ningún militar tiene licencia para matar según le convenga. Por ello, al David heroico y sin igual se lo condena de manera inequívoca y severa cuando usa su propio ejército para asesinar a Urías, el marido de Betsabé (1S 17.1–58; 2S 5.6–16; 11.1–27). Además, la historia de David muestra la situación debilitada y comprometedora en la que queda el gobernante que ha usado al ejército para cometer actos delictivos. Joab, el general, fue cómplice del gobernante en este asesinato (2S 11) y de ahí en adelante David estuvo a merced de su general (2S 19.1–9).

      Junto con lo anterior, es necesario hacer por lo menos cinco salvedades con respecto a la existencia del ejército y el uso de la fuerza:

      a. El caso de Josué es único e irrepetible. Se debe sospechar de cualquier apropiación de esta historia (¡como se ha hecho tantas veces!) para salir a poseer territorios de otro.

      b. Israel no es expansionista.

      c. No toda guerra es legítima (Am 1.11).

      d. Dios es quien da la victoria a los israelitas desde la debilidad militar (Éx 14.30; Sal 146 y 147).

      e. Además de las afirmaciones explícitas, hay suficientes historias de derrotas y de ridiculización de los militares, que delatan una crítica sostenida de lo bélico (2 Crónicas 28; todo el libro de Reyes; p. ej. 2 Reyes 3; 6.22). Es abundante el desjarrete de caballos y la destrucción de carros y jinetes.

      4. En los salmos encontramos sentimientos bastante diversos hacia las Fuerzas Armadas: a) Dios contra las guerras (Sal 46.9; 68.30; 76.3–5); b) el guerrero como símbolo positivo, adiestrado por Dios (Sal 127.4; 144.1 [cp. Pr 20.18]); y c) el desprecio de Dios hacia los ejércitos por la falsa seguridad que generan y por los abusos que cometen quienes portan armas (Sal 147.10).

      5. En síntesis, el Antiguo Testamento da por sentada la existencia de los ejércitos, cuyas espadas no son de adorno; denuncia el abuso que cometen los militares (cp. El Espectador, 2015); condena la confianza en los ejércitos como forma de idolatría; e invita al pueblo de Dios a aspirar a una vida mejor (Is 2.4; Mi 4.3), es decir, a invertir los recursos de la nación en la promoción de la vida y el bienestar del pueblo. La meta última de la sociedad bíblica es que las armas se conviertan en instrumentos de trabajo, es decir, que la tecnología se use para promover la vida, no para quitarla, y que no haya más guerras (Is 2.2–5; Mi 4.1–5; Os 2.18; Sal 46.8–10).

      La denuncia de la corrupción de las Fuerzas Armadas

      Detalles generales del libro

      Antes de entrar en la denuncia que hace Oseas de las Fuerzas Armadas, es necesario considerar algunos detalles generales sobre el libro de Oseas y los problemas de idolatría e injusticia de su tiempo, mediados del siglo viii antes de Cristo. Los primeros capítulos son una especie de reality show cuyo fin es mostrarle a Israel, entre otros, un aspecto de lo que significa ser Dios. En este reality actúa una familia integrada por personas que tal vez no se habrían juntado por su propia cuenta: un profeta con una prostituta. Los hijos de esta pareja tienen unos nombres carentes de los buenos deseos normales de cualquier padre o madre. Y, para colmo, el mensaje viene empacado en una conducta prohibida por Dios, pero tiene como fin mostrar el amor de Él: amar a una prostituta y formar con ella una