bíblico (así como el de enseñar y predicar la Biblia) consiste en vincular esos dos horizontes, tratando de escuchar en el mundo actual lo que Dios quiere decirnos por medio de la palabra que originalmente pronunció en el mundo de la Biblia, tal como está registrada para nosotros en las Escrituras. Por ello, debemos prestar atención a las palabras del escritor original y al contexto en el que fueron dichas y escritas.
Una vez más, este es el enfoque de sentido común con el que leemos cualquier escrito. Damos por sentado que la mejor manera de comprender cualquier comunicación escrita es preguntándonos qué quiso decir el escritor original. Comience con la misma premisa al leer los textos bíblicos.
Antes de que haya entendido lo mejor posible lo que quiso decir para ellos, allá y entonces, no se pregunte qué significa este texto para usted ahora. |
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¡La observación es su recurso más valioso! ¡Lo único que necesita son sus ojos, su cerebro y algunas buenas preguntas!
Busque el sentido natural
En primer lugar busque el sentido obvio y sencillo. Dé por sentado que el escritor quiso decir lo que dijo, y que su intención fue decirlo claramente. No piense que el texto está lleno de mensajes codificados y sentidos ocultos. Por supuesto, es verdad que los textos pueden tener diferentes niveles de significados, y a veces es posible que resulten enriquecidos por acontecimientos posteriores (por ejemplo, el Nuevo Testamento en ocasiones descubre, a la luz de Cristo, un significado más rico en los textos del Antiguo Testamento); pero el punto de partida fundamental para descubrir el significado de cualquier texto es averiguar lo mejor que podamos qué quiso decir el escritor original.
Mirar el contexto
Nos hemos ocupado de este asunto en la primera parte del capítulo. Tenga presente sus respuestas a preguntas como las siguientes: ¿Quién escribió este texto? ¿A quién o a quiénes? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Con qué forma? ¿En qué circunstancias?
Mire los párrafos
Busque los bloques pequeños naturales en el texto, en los cuales se presenta o desarrolla un solo concepto. Quizás la división en párrafos que presentan algunas traducciones de la Biblia resulte de ayuda, pero no se sienta atado a seguirlas. Es una buena idea trabajar usted mismo con el texto y decidir cómo organizaría usted los párrafos, conforme al flujo de pensamientos en el pasaje completo.
Es útil imprimir o escribir en una hoja el pasaje completo que está estudiando, con abundante espacio entre líneas y en los márgenes. De esa manera podrá mirarlo de una manera fresca, en lugar de observarlo en la página que le es familiar en su Biblia. Además, podrá trabajar sobre el texto agregando notas, subrayados, flechas, resaltados en color, etcétera.
Una vez que haya escrito o impreso el texto, busque lo que le parezca son las unidades más naturales de sentido: los párrafos naturales. ¿Dónde comienza y termina un concepto, y dónde comienza otro? ¿Cuál es el flujo de sentido y significado a lo largo de estos párrafos?
Continúe preguntándose: ¿Cuál es la idea aquí? ¿Qué se dice y por qué? ¿De qué está hablando el escritor (el tema)?¿Qué está diciendo el escritor sobre aquello de lo cual está hablando (el concepto específico)? |
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A medida que se identifican los diferentes párrafos o separaciones naturales en el texto, es de mucha ayuda escribir resúmenes y comentarios breves con nuestras propias palabras sobre el contenido y el propósito de cada párrafo. Puede ser útil iniciarlos de la siguiente manera: “El punto que Pablo (o Isaías, o el salmista) concretamente comunicaba aquí es…”.
Al enumerar el contenido resumido de cada párrafo, está elaborando una especie de radiografía del texto. Está observando la estructura y el formato interior, algo así como ver los huesos del esqueleto en el interior del cuerpo humano. No está simplemente mirando la superficie externa de un pasaje amplio, sino metiéndose dentro de él y dividiéndolo en sus principales componentes estructurales.
A veces este proceso se denomina “hacer un bosquejo”. Es un ejercicio muy provechoso para profundizar su propia comprensión de un pasaje. Es todavía más útil cuando llega el momento de decidir cómo explicar, enseñar o predicar a partir de ese pasaje.
Mirar las oraciones
Observe la estructura, la forma, la gramática y la sintaxis de cada oración (es decir, la manera en que se encuentran vinculadas, cuáles palabras van con cuáles). ¿Cuál es el tema de cada oración? ¿Cuál es la idea principal en cada oración y cuáles son los conceptos subordinados (si los hubiera)?
La mejor manera de hacerlo es buscar los verbos y observar cómo se vinculan entre sí. Los verbos son palabras de acción, y el significado dinámico de las oraciones y de los grupos de oraciones depende de ellos. Averigüe cuáles son los verbos principales en su pasaje, y quién o qué es el sujeto principal de esos verbos. Esto le mostrará claramente sobre quién o sobre qué está hablando el pasaje.
Una manera conveniente de analizar una oración o varias oraciones es colocar el sujeto y el verbo principal a la izquierda y luego ubicar las cláusulas subordinadas con más margen hacia la derecha. De esa manera usted podrá ver la estructura principal del pasaje, con lo que se desprende desde la izquierda. Puede reconocer el flujo de pensamiento de manera visual y más clara. Por ejemplo, a continuación mostramos cómo se podría bosquejar el texto de Efesios 2.11–13. Las frases en negrita a la izquierda muestran el punto principal, que puede leerse como una sola oración. Las demás frases con mayor sangría hacia la derecha son cláusulas secundarias o explicativas que desarrollan el concepto principal:
Por lo tanto,
recuerden ustedes
los gentiles de nacimiento
—los que son llamados «incircuncisos»
por aquellos que se llaman «de la circuncisión»,
la cual se hace en el cuerpo por mano humana—,
recuerden que
en ese entonces ustedes estaban separados de Cristo,
excluidos de la ciudadanía de Israel
y ajenos a los pactos de la promesa,
sin esperanza
y sin Dios en el mundo.
Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes
que antes estaban lejos,
Dios los ha acercado
mediante la sangre de Cristo.
(Ef 2.11–13)
Sea que haga esto o no, debería continuar haciéndose las siguientes preguntas sobre cualquier texto que esté leyendo.
1. ¿Sobre qué está hablando el autor?
Ese es el tema o asunto. La respuesta podría ser muy general; por ejemplo, “El amor de Dios” o “La vida de David” o (como en el texto más arriba) “Los gentiles”.
2. ¿Qué dice el autor sobre aquello de lo cual se encuentra hablando?
¿Qué concepto está desarrollando? Aquí la respuesta debe ser más específica: por ejemplo, “El amor de Dios en la Creación se derrama sobre todas las personas, de modo que nosotros deberíamos amar de esa manera”. O “Cómo confió David en Dios aun cuando se enfrentó con un enemigo atemorizante”. O (al igual que en el texto más arriba) “De qué manera transformó Dios la situación de los gentiles que estaban lejos de él, a fin de acercarlos por medio de la muerte de Cristo”.
Al estudiar el pasaje, observe qué clase de oración es cada una. Hay muchas y diferentes maneras de hablar y escribir. Por ejemplo:
* Afirmación: “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra”.
* Mandato: “No robes”.
* Pregunta: “¿Dónde estás?”, “¿Dónde está tu hermano?”.
* Exclamación: “¡Cuánto amo yo tu ley!”.