Isabel Sterling

Estas brujas no arden


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¿y si no lo fue?

      –¿Mamá? ¿Tenemos algo de jalea? –pregunto y me levanto de la mesa–. ¿Podrías ayudarme a buscarla? –le lanzo una mirada y espero que ella comprenda su significado.

      –Seguro. –Encuentra mi mirada y asiente–. Debería haber en el refrigerador.

      –¿Tienen de fresa? –pregunta Gem al pinchar un trozo de melón con su tenedor, ajena a lo mucho que estoy entrando en pánico.

      –Es probable. Me fijaré –respondo y guío a mi madre a la cocina. No sé cómo explicar esto mientras que Gemma conversa con mi padre en la otra habitación acerca de la pelea de anoche.

      –¿Qué está sucediendo, Hannah? –pregunta mi madre al abrir el refrigerador y extraer un frasco de jalea–. ¿Qué es eso de un sacrificio animal?

      Echo un vistazo al comedor, pero estamos lo suficientemente lejos como para no distinguir las palabras de Gemma. Aun así, mantengo la voz baja para contarle a mi madre lo ocurrido anoche. El grito de Savannah. El mapache sacrificado. El pentáculo. Dejo a un lado la parte en la que Veronica utilizó su magia en público. Podré odiar a mi ex, pero no la odio tanto.

      Al terminar, mi madre suelta un largo suspiro.

      –Los Reg en este pueblo… Su estupidez nunca deja de sorprenderme.

      –¿Y si no fue un Reg?

      –¿Tú crees que fue una Bruja de Sangre? –Mi madre me lanza una mirada con sus ojos encendidos.

      Asiento y mis dedos tiemblan.

      –Hannah –Coloca una mano en mi hombro–. No ha habido Brujas de Sangre en Salem desde los juicios. ¿Qué te hace pensar que han regresado?

      Ah, no lo sé. ¿Tal vez que Veronica y yo nos topamos con una guerra territorial entre una Bruja de Sangre y un grupo de Conjuradores cuando hicimos un viaje escolar a Manhattan el mes pasado? ¿Tal vez que dicha Bruja de Sangre amenazó con matarme si volvía a verme alguna vez? Pero no puedo decir eso. Nada de eso.

      –Puedo sentirlo, mamá. Había una energía en ese ritual. Algo más que un Reg jugándonos una broma.

      Mi madre me evalúa, su mirada recorre mi rostro. Me preocupa que vea todas las cosas que estoy escondiéndole, pero ella no dice nada. En cambio, gira sus hombros y une sus manos. El aire se arremolina en el espacio entre ellas, gira más y más rápido hasta que comienza a brillar.

      –Se lo haré saber a lady Ariana.

      Trago saliva. Con fuerza. Si alguien puede determinar si hay una Bruja de Sangre en el pueblo, es nuestra alta sacerdotisa. Desafortunadamente, también es la persona que tiene más probabilidades de sentir que estoy escondiendo algo, y nadie querría estar precisamente en su lista negra. Jamás.

      Mi madre susurra algo dentro de la esfera giratoria y la deja libre. Aunque no puedo verlo o sentirlo (esa habilidad en particular no la aprenderé hasta tener dieciocho), sé que está viajando por el pueblo para llevarle el mensaje a lady Ariana. Pasan algunos segundos y mi madre inclina su cabeza como si estuviera escuchando una respuesta.

      –Terminaremos el desayuno, luego Veronica y tú le mostrarán a lady Ariana lo que sucedió anoche.

      Antes de que pueda protestar por la inclusión de mi ex, mi madre gira y lleva la jalea de regreso al comedor; la sigo, arrastrando los pies por la alfombra. La pared me provoca una descarga de estática al pasar.

      –Lo más cercano que teníamos en el refrigerador era frambuesa. ¿Está bien? –pregunta mi madre con su voz libre de la preocupación que cierra mi garganta.

      –Frambuesa está bien. –Gemma se extiende sobre la mesa y acepta el frasco de mi madre.

      Yo me deslizo en la silla junto a mi amiga. Su presencia no hace nada para disipar el pozo de preocupación en mi estómago. Revuelvo los huevos en mi plato. Se han enfriado.

      Después del desayuno, extiendo todo lo que puedo el tiempo antes de tener que encontrar a lady Ariana en el bosque. Tras cambiar mi atuendo por quinta vez, mi madre finalmente me arrastra fuera de la casa. Dejamos a Gemma en la suya, luego nos dirigimos hacia el lugar el fogón de anoche. Con el desvío, somos los últimos en llegar al bosque. Veronica y sus padres, el señor y la señora Matthews, están esperando fuera de su automóvil, pero lady Ariana aún está en el interior de su antiguo Impala. Es viejo como para estar oxidado y podrido, pero el metal está en óptimas condiciones. Una de las muchas ventajas de ser una Alta sacerdotisa Elemental.

      Mientras mi padre estaciona nuestro automóvil, lady Ariana abre su puerta y sale del vehículo. Su pelo plateado está recogido en un rodete alto, las líneas alrededor de sus ojos y de su boca profundamente marcadas. Se desliza sobre la tierra con la clase de gracia que solo la edad y el poder pueden conceder. Me retuerzo apresuradamente para salir del automóvil y me paro junto a la familia de Veronica.

      –Enséñenme –lady Ariana se detiene frente a nosotros; sus ojos entornados, casi imperceptibles.

      Asiento y avanzo torpemente, con Veronica cerca de mí. Nuestros padres esperan a que lady Ariana pase antes de tomar la retaguardia de nuestro grupo de investigación multigeneracional. El suelo frente a nosotros está apisonado, el césped aplastado por las idas y venidas de cerca de cien estudiantes de Salem High. Con la cantidad de oficiales de policía presentes anoche, me sorprende que no haya una cinta de escena del crimen bloqueando la zona.

      Al llegar al punto en donde Veronica y yo peleamos anoche, ella se detiene.

      –Estábamos aquí cuando escuchamos el primer grito –su voz es sumisa, pero no confío en ella. Aún viste su vestido de graduación, el color borgoña luce hermoso sobre su piel blanca, y su ruedo roza la cumbre de sus rodillas. La elección de su vestuario parece deliberada, como si intentara recordarme lo que me perdí.

      –Seguimos los gritos por aquí. –Paso junto a Veronica y me siento terriblemente mal vestida con mis vaqueros cortos y la camiseta de la Estatal de Salem que mi madre me compró cuando la biblioteca de la universidad estaba en liquidación–. Aquí es. El mapache colgaba de allí. –Señalo la rama de la que anoche pendía el animal de sacrificio. La tierra por debajo sigue roja de sangre.

      –Ustedes dos –dice lady Ariana y nos señala a Veronica y a mí–, quédense aquí. –Nuestra alta sacerdotisa atraviesa el pequeño claro, se pone de rodillas y coloca las manos por fuera del charco de sangre. Cierra los ojos, respira profundo y es entonces que el espectáculo realmente comienza.

      El viento aumenta, se arremolina alrededor de nosotras y libera mechones de pelo de mi coleta. Mi piel se eriza y tiemblo a pesar del calor de fines de junio. Un ligero temblor corre por la tierra, como la gentil agitación de un charco de agua cuando una piedrita cae en él. La carga mágica en el claro es embriagadora. Intoxicante.

      Luego de un momento, lady Ariana se pone de pie, los ojos aún cerrados, y presiona una mano contra el tronco del árbol. Contengo la respiración mientras espero que ella lea la energía que fluye a través de todos los anillos del roble. Mi madre se mueve nerviosamente a mi lado.

      –¿Esto fue trabajo de una Bruja de Sangre? –Su voz tiembla y me pregunto si estará pensando en todas esas historias para dormir que me contó; las que incluían Brujas de Sangre tan poderosas que podían controlar la mente o detener un corazón con un solo pensamiento. Me pregunto si habrá enfrentado a una Bruja de Sangre antes. Si sabe lo aterradoras que son su fuerza y su velocidad. Lo rápido que sanan sus heridas.

      Lady Ariana niega con la cabeza y palmea el costado del tronco como si fuera una mascota querida.

      –No hay indicativos de magia junto al árbol. Tampoco en la sangre.

      –¿Así que eso es todo? ¿Aún somos el único Clan en Salem? –El alivio que fluye dentro de mí casi me lleva hasta las lágrimas. Estamos a salvo. Ella no nos siguió