Robert Martin

Más allá de los cinco puntos


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diez mandamientos y el cristiano

      Dr. Richard C. Barcellos1

      Introducción

      El tema de este capítulo es muy relevante en nuestros días. Es relevante debido a la confusión cultural en cuanto a los asuntos morales. Es bastante obvio, para la mente entrenada bíblicamente, que estamos en medio de una crisis moral. Muchos están llamando buenas a cosas que no hace mucho tiempo la mayoría concordaba en que eran muy malas y vergonzosas. Ya sea el así llamado derecho de la mujer para matar a un ser vivo en el vientre, o la supuesta libertad para la actividad sexual fuera del matrimonio, o la agenda homosexual, o la falta de respeto y el rechazo hacia las autoridades impuestas por Dios (comenzando con los padres en el hogar), existe una obvia confusión en nuestros días respecto a lo que es bueno y lo que es malo.

      Una de las razones para esto es que al parecer no podemos ponernos de acuerdo en cuanto a la base para determinar lo que es correcto e incorrecto. Algunos piensan que lo que es bueno hoy puede ser malo mañana, dependiendo de la opinión pública. No existe un estándar moral fijo que no cambie y se aplique a todos en todas las circunstancias posibles. Esto se basa en una teoría del relativismo ético. Cada uno se adaptan al contexto ético en el que vive. El poder otorga el derecho. Otros piensan que lo que es bueno para mí puede ser malo para ti. De nuevo, no hay un estándar moral fijo que aplique para todos en todas las circunstancias posibles. Esto se basa en una teoría de la autonomía ética. Cada uno hace lo que le parece correcto.

      Pero también existe confusión eclesiástica sobre este tema. Antes de castigar y condenar al mundo por su relativismo ético y autonomía ética (algo que no debería sorprendernos en absoluto, si estamos leyendo nuestras Biblias), debemos reconocer que existe también confusión sobre este asunto en muchos círculos de la iglesia cristiana. Incluso la iglesia no puede ponerse de acuerdo en cuanto al fundamento para determinar lo bueno y lo malo. Aquí hay algunas cosas que probablemente has escuchado con anterioridad. “Queremos hacer lo que Jesús hizo y dijo, no lo que Moisés ordenó”, como si Moisés no hubiera ordenado lo que Dios ordena. “No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). ¿Significa eso que no existen mandamientos para la vida cristiana o que estos solo se encuentran en el Nuevo Testamento? “No necesito un código externo que me diga qué hacer. No necesito mandamientos. Tengo al Espíritu Santo”. ¿Entonces por qué necesitamos una Biblia? Incluso algunos podrían decir, “No estoy bajo la ley de Moisés, sino bajo la ley de Cristo. Las dos no son iguales”.

      Hay muchos desafíos para los predicadores y maestros de la Palabra de Dios cuando abordan el tema de la validez de la ley moral de Dios para el creyente en Cristo. Algunos dicen que no existe una ley moral de Dios o una ley de Dios que permanezca sin cambios después de la venida de Cristo. Y tenemos además ese molesto asunto del cuarto mandamiento, el del día de reposo. Como Alistair Begg dijo: “… nada ilustra más el desafío al tratar con la permanencia de la ley de Dios que el triste estado del día del Señor en el evangelicismo contemporáneo”.2

      Este es un tema importante y muy relevante. ¿Debe el creyente en Cristo obedecer leyes reveladas en la Biblia antes de que se conformara el Nuevo Testamento (especialmente los Diez Mandamientos) y, si debe hacerlo, sobre qué base? ¿Cuál es la relación del creyente con los Diez Mandamientos? ¿Deben los creyentes obedecerlos–todos los diez?

      Antes de iniciar nuestro estudio, me gustaría ofrecer algunas aclaraciones. Quiero establecer claramente que la ley no tiene poder para justificar. Puede señalar nuestro deber, pero no puede impulsarnos a obedecer perfecta y perpetuamente, y tampoco puede lidiar con nuestra culpa. Esa es la tarea del evangelio. Así mismo, quiero decir muy claramente que la ley no tiene poder para santificar. Puede señalar nuestro deber, pero no puede impulsarnos a obedecer. Esa es la tarea del Espíritu Santo. La ley puede decirnos cómo se ve la santidad, pero no puede hacernos santos. Finalmente, este estudio no pretende resolver todos los asuntos relacionados con este tema. Nos enfocaremos solo en esta pregunta:

      ¿Debería el cristiano obedecer todos los Diez Mandamientos? Como podrás inferir, mi respuesta a esa pregunta es sí. Antes de abordar este tema, algo de perspectiva histórica puede ser de ayuda.

      Una perspectiva histórica

      La reforma del siglo XVI fue testigo del lugar vital que los Diez Mandamientos tienen en la ética cristiana. Juan Calvino dijo: “Ahora esa ley interna, que arriba hemos descrito como escrita, incluso grabada, en los corazones de todos, en cierto sentido afirma las mismas cosas que debemos aprender de las dos Tablas”.3 Calvino “consideraba la ley revelada en los Diez Mandamientos como una adaptación especial de la ley natural de los judíos”.4 Él sostenía claramente que, por naturaleza, los gentiles sin revelación especial poseían un conocimiento general del Decálogo,5 aunque oscurecido por el pecado.6 La postura de Calvino solía ser común entre predicadores y teólogos prominentes. Tristemente, ya no es así hoy en día.

      A mediados del siglo XX, un movimiento entre los círculos académicos buscó reemplazar la ley en la vida cristiana por el amor. La ley bíblica fue desechada de la ética cristiana y reemplazada por un concepto nebuloso de amor definido por uno mismo. De acuerdo con esta perspectiva, el corazón se convierte en ley para sí mismo. Juan Murray, gran teólogo reformado del siglo XX, declaró:

      En su insistencia sobre el amor, ellos han puesto el amor en oposición a la ley. Tenemos que recordarles con un énfasis equilibrado que el amor es el cumplimiento de la ley. No es el amor en oposición a la ley, sino el amor cumpliendo la ley. Lo que nuestros apóstoles modernos del amor realmente quieren decir es todo lo opuesto a esto: ellos se refieren a que el amor cumple sus propios edictos, que el amor no solo cumple, sino que también es la ley cumplida, que el amor es un ente autónomo, que se instruye y dirige a sí mismo, que no solo impulsa a hacer lo correcto, sino que también nos dice qué es lo correcto.7

      Murray tiene razón. En la Biblia, el amor cumple la ley, no la evita. Romanos 13:10 dice: “…el cumplimiento de la ley es el amor”.8 De forma similar, 2 Juan 1:6 dice: “Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos”. No hay una dicotomía entre la ley y el amor en la Biblia. No son enemigos, sino amigos. El problema entre nosotros y la ley no es que la ley no sea amor. El problema reside en nosotros. Nosotros no amamos como debemos.

      Este capítulo está dedicado al lugar de los Diez Mandamientos en la vida cristiana. Mientras consideramos este tema, analizaremos la posición de la Segunda Confesión de Fe de Londres (2ª CFL) para proveer un contexto histórico y teológico para la discusión. Después, y más importante aún, observaremos la Biblia, la Palabra escrita de Dios, nuestra única fuente de autoridad infalible. Finalmente, lidiaremos con algunas objeciones y estableceremos algunas conclusiones prácticas. Espero que nuestro estudio contribuya a una comprensión adecuada del lugar de los Diez Mandamientos en la vida del creyente.

      Posturas de las confesiones9

      La teología de la Confesión concerniente a los Diez Mandamientos comienza en la creación (2ª CFL 4). Sin embargo, la primera mención explícita de los Diez Mandamientos no se encuentra en el capítulo de la creación, sino en el capítulo de la ley de Dios (2ª CFL 19:2). Por tanto, utilizaremos el capítulo 19, De la ley de Dios, como guía para examinar la teología de la Confesión concerniente a los Diez Mandamientos. Surgirán cuatro temas que funcionarán como esquema para nuestro estudio de la Confesión: 1. Los Diez Mandamientos y la creación; 2. Los Diez Mandamientos y el Sinaí; 3. Los Diez Mandamientos y los cristianos; y 4. Los Diez Mandamientos y los no cristianos.

      1. Los Diez Mandamientos y la creación

      En el capítulo 19 de la Confesión encontramos lenguaje que afirma que la función de los Diez Mandamientos antecede al Monte Sinaí y al otorgamiento de la ley al Israel del Antiguo Pacto. El lenguaje utilizado en la Confesión es el siguiente:

      Dios dio a Adán una ley de obediencia universal escrita en su corazón (2ª CFL 19:1).

      La misma ley que primeramente fue escrita en el corazón del hombre continuó siendo una regla perfecta de justicia