a la mencionada carta de Ginzburg un papel determinante en la decisión del Vaticano de permitir la revisión de los archivos inquisitoriales para la investigación histórica.
En 1970, en su obra Il nicodemismo. Simulazione e dissimulazione religiosa nell’Europa del ‘500 (El nicodemismo. Simulación y disimulación religiosa en la Europa del siglo XVI), Ginzburg se inspira en un tema religioso tratado por su maestro Delio Cantimori, a quien dedica el volumen, para estudiar las manifestaciones de la simulación y disimulación religiosa en el contexto de la Reforma protestante, a través del caso del libro La Pandectae, de Otto Brunfels, aparecido en Estrasburgo, en 1527. Como sabemos, el término nicodémites fue acuñado por Calvino para referirse, en líneas generales, a los protestantes que aparentaban profesar un catolicismo público para evitar la persecución religiosa y por miedo al martirio. Este mismo fenómeno fue estudiado por Cantimori en el ambiente de los herejes en la Italia del siglo XVI y las discusiones que generó, y fue retomado por Ginzburg, quien complejizó mucho más su análisis. En esta obra podemos observar cómo la visión de la historia de Carlo Ginzburg es la de un territorio de contradicciones y ambigüedades, donde lo teleológico o las leyes universales no tienen cabida.
Otro de sus libros, al igual que el anterior menos conocido para un público hispanohablante, es Giochi di pazienza. Un seminario sul «Beneficio di Cristo» (Juegos de paciencia. Un seminario sobre el Beneficio de Cristo), publicado por Einaudi, en Turín, en 1975, junto con Adriano Prosperi (Ginzburg & Prosperi, 1975)11, un año antes de la famosa obra El queso y los gusanos. Prosperi es un reconocido estudioso de la Inquisición en Italia, a quien tuve la suerte de tener como profesor cuando seguí el doctorado en la Universidad de Florencia12. El libro es muy original, porque se basa en un seminario desarrollado en la Universidad de Bolonia por ambos historiadores, quienes se enfocaron en una obra, la que da título al libro, que fue el texto religioso más famoso y discutido durante el siglo XVI en Italia. En la elaboración también participaron los estudiantes, pues los juegos de paciencia del análisis textual y del descubrimiento erudito están llenos de intentos fallidos, incertidumbres, caminos de investigación e, incluso, errores. Se trata de un ejercicio experimental que realiza el investigador para medir las potencialidades de las conjeturas posibles a lo largo del camino de hallar la verdad. Es un juego de paciencia entre el presente y el pasado, entre los muertos y los vivos, entre los documentos y sus inquisidores.
Definitivamente estamos frente a un buen ejemplo de laboratorio historiográfico, pues, para Ginzburg, si bien en la historia y las humanidades, a diferencia de las ciencias experimentales, no se pueden realizar las demostraciones en un laboratorio, en el fondo sí se pueden desarrollar experimentos en una suerte de laboratorio historiográfico a través del razonamiento histórico sobre la base de conjeturas y pruebas que permitan hallar la verdad. Esta convicción se relaciona con sus renovadas reflexiones sobre el caso y su relevancia en la investigación, las cuales representan una nueva forma de enfrentar el estudio de lo particular13.
Cabe recordar, de la mano del historiador inglés Peter Burke, que la década de 1970 fue esencial para el desarrollo de la historiografía contemporánea por diversos factores (Aurell, Balmaceda, Burke & Soza, 2013; Burke, 2012). El posmodernismo abandonó el pensamiento único de la modernidad y el progreso; aparecieron un conjunto de epistemologías y metodologías diversas; y se empezó a considerar a la historia desde un punto de vista poliédrico, con el fin de liberarla de moldes académicos o metodológicos clásicos. Ginzburg investiga y escribe la historia dialogando o, más bien, discutiendo con la genealogía del posmodernismo anterior a la década de 1980: el posestructuralismo de Michel Foucault, el deconstruccionismo de Jacques Derrida, la nueva hermenéutica de Paul Ricœur y Michel de Certeau o las derivaciones del giro lingüístico, como es el caso de Hayden White; autores que influyeron en el cambio de la forma de concebir y escribir la historia.
Un diagnóstico que apareció en 1979, obra del historiador inglés Lawrence Stone, anunció la caída de los grandes paradigmas historiográficos (el marxismo, los Annales y la cliometría). La ruptura posmoderna y la crisis de la historia significaron, entre otras cosas, el cuestionamiento del estructuralismo, de la historiografía marxista y de la segunda generación de los Annales con Fernand Braudel, así como el desplazamiento del interés por las estructuras económicas y sociales hacia lo cultural, lo biográfico, el acontecimiento y lo particular. Es en este contexto historiográfico que debemos ubicar la obra del historiador que reseñamos.
En el norte de Italia surgió la microhistoria, la cual se desarrolló hacia 1970 en el marco de un debate político y de un debate cultural más general, sobre la idea de progreso y evolución social uniforme y predecible. Sus defensores fueron alrededor de quince historiadores en torno a la revista Quaderni Storici (véase Levi, 1993; Aguirre Rojas, 2003). Cabe decir que en el Perú no tenemos mucho conocimiento de la vitalidad de la historiografía italiana, salvo por sus más conspicuos representantes, tales como Giovanni Levi o Carlo Ginzburg, quienes nos han visitado y ofrecido importantes conferencias.
La célebre obra de Ginzburg, Il formaggio e i vermi. Il cosmo di un mugnaio del ‘500 (El queso y los gusanos. El cosmos de un molinero del siglo XVI), que salió a luz en Turín, en 1976, y fue traducida a veintitrés lenguas, muestra cómo la investigación sobre un individuo atípico y marginal permite una hipótesis general sobre la cultura campesina de la Europa moderna preindustrial en un periodo marcado por diversos procesos: la invención de la imprenta, que permitió confrontar los libros con la tradición oral; la Reforma, que promovió la audacia para comunicar lo que se pensaba; y la Contrarreforma, que hizo aflorar un sustrato subterráneo de la cultura campesina. El propio título del libro da voz al personaje anónimo, que a partir de allí deja de serlo, Domenico Scandella —alias Menocchio—, sobre el cual se ha estrenado recientemente una película.
Este magnífico libro se conecta con los dos primeros sobre brujería que mencionamos al inicio (véase Serna & Pons, 2000) y juntos constituyen una muestra de cómo estudiar la cultura popular o la historia desde abajo, como la denominó el historiador inglés E.P. Thompson (Sharpe, 1991; véase también Ginzburg, 1984). Justamente, al historiador italiano, al revisar la documentación del Archivo de la Curia Episcopal de Udine, le llamó la atención un expediente que era cuatro o cinco veces más voluminoso que los demás, lo que lo llevó a trabajarlo años después. Pero, también, tiempo después lo hizo objeto de reflexión, y es eso lo que encontramos en el libro Tentativas. El queso y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis de las culturas subalternas (Ginzburg, 2014b). Cabe decir que Menocchio resulta ser una suerte de humanista popular o campesino, que combina la cultura letrada de las élites con la cultura oral, naturalista y materialista propia del mundo rural.
La microhistoria es, en esencia, una práctica historiográfica con referencias teóricas múltiples y eclécticas que se basa en la reducción de la escala de observación, es decir, supone un análisis microscópico o microanálisis de la realidad que requiere un estudio intensivo del material documental (Levi, 1996b). Se trata de un procedimiento analítico aplicable en cualquier lugar, independientemente de las dimensiones del objeto analizado, que consiste en tomar un punto focal —que puede ser un acontecimiento, un documento, una vida— para comprender la totalidad del escenario social. A partir de allí, desarrolla un tránsito desde el punto focal de atención hacia todo el escenario y, desde el escenario, retorna nuevamente al punto focal de atención. Según Jacques Revel, se trata de un «juego de las escalas» (2005). De esta manera, la observación microscópica permite la visibilidad de elementos antes no vistos o dar significados nuevos a los ya vistos para hacer generalizaciones.
Como señala Levi, la reducción de la escala se usa para entender la historia general y para generar preguntas y respuestas que puedan ser comparables con otros contextos. En este sentido, la microhistoria es diferente a la biografía histórica y a la historia local, con las cuales muchas veces se la confunde. Es más, el término tiene su propia historia de usos y significados, como ha mostrado Ginzburg (2010b). Todo ello posibilita construir una conceptualización más fluida, una clasificación menos perjudicial de lo social y lo cultural; evita las polarizaciones, las tipologías rígidas y la búsqueda de características típicas; y, al mismo tiempo, rechaza las simplificaciones. Cabe señalar que la microhistoria tuvo un gran impacto en Europa y Estados Unidos, pero mucho menos en América