a examen nuevamente. Microstoria to Sekaishi: Rekishika no Shigoto ni tsuite (Microhistoria e historia universal: sobre la técnica del historiador), editado por Tadao Uemura, en Tokio, en 2016, o Exploring the Boundaries of Microhistory, publicado en Taipei (2017b), reflejan esta vocación. Solo que ahora se enfoca la microhistoria en relación con el debate historiográfico contemporáneo sobre la historia mundial o la historia global.
Otro rasgo de El queso y los gusanos es su preocupación por la narración (Serna & Pons, 2019), que se manifiesta en la manera en que el historiador incorpora al relato los procedimientos de la investigación, las limitaciones documentales, las construcciones interpretativas, los itinerarios de la argumentación; en suma, lo propio del quehacer historiográfico. De esta manera, el lector entra en diálogo y participa en la totalidad del proceso de construcción del razonamiento histórico. Para Ginzburg este libro pretende ser tanto una historia como un escrito histórico y, en este sentido, está dirigido tanto al lector común como al especialista; así, muestra el regreso de la narración, pero desmarcándose de la narrativa positivista. Esta obra dialoga con La herencia inmaterial. La carrera de un exorcista en el Piamonte del siglo XVII, de Giovanni Levi (1996a); El retorno de Martin Guerre, de Natalie Zemon Davis (2008); o La gran matanza de gatos, de Robert Darnton (1985); aunque estos dos últimos tienen una impronta más geertziana (Serna & Pons, 2005, pp. 109-144). Para Cliford Geertz, la cultura es una suerte de tejido de significantes cuyo significado debe ser buscado por una ciencia interpretativa que es la antropología y el método que propone para lograrlo es la «descripción densa». Dicho método guarda grandes similitudes con el método microhistórico por el análisis microscópico, detallado y exhaustivo del objeto de estudio. Asimismo, la obra de Ginzburg, devenida en un clásico de la historiografía, dialoga también con la obra del historiador francés Emmanuel Le Roy Ladurie (1998) sobre la aldea occitana de Montaillou en la Edad Media, solo que desde una antropología muy diferente de la geerziana.
La historia del arte es otro de los campos que surca diestramente Carlo Ginzburg, quien, en Indagini su Piero. Il Battesimo, il ciclo di Arezzo, la Flagellazione di Urbino (Pesquisa sobre Piero. El Bautismo, el ciclo de Arezzo y la Flagelación de Urbino), de 1981, plantea que la atribución de la autoría de una obra artística se puede establecer a partir de la identificación del comitente, es decir, de quien pide o encarga la obra. A partir del análisis de tres obras que atribuye al famoso pintor italiano del Renacimiento, Piero della Francesca, plantea un método que es una contribución a la historia social del arte. Para ello, con gran versatilidad, recurre a la teoría del arte a partir de los trabajos clásicos de Erwin Panofsky y Ernst Gombrich, entre otros.
El libro Miti, emblemi, spie. Morfologia e storia (Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia), aparecido en Turín, en 1986, reúne diversos ensayos. Uno de ellos, de gran importancia, es «Indicios. El paradigma indiciario», en el que Ginzburg plantea el problema de cómo acceder al conocimiento del pasado mediante diversos indicios, signos y síntomas a partir del conocedor de arte Giovanni Morelli, el fundador del psicoanálisis Sigmund Freud y el célebre inspector Sherlock Holmes, personaje de la obra del escritor escocés Arthur Conan Doyle. ¿Qué había en común entre estos tres personajes? Freud era médico, Morelli tenía un diploma en medicina y Conan Doyle había ejercido esa profesión antes de ser literato. La historia y la medicina, para hallar una respuesta al problema que investigan, deben fijarse en los detalles más mínimos. Según Ginzburg, «[e]l historiador es como el médico, que utiliza los cuadros nosográficos para analizar la enfermedad específica de un paciente en particular. Y el conocimiento histórico, como el del médico, es indirecto, indicial y conjetural» (1999, p. 148).
El autor no solo establece estrechos diálogos con la medicina sino también con la justicia. Un ejemplo de ello es su libro Il giudice e lo storico. Considerazioni in margine al processo Sofri (El juez y el historiador. Consideraciones al margen del proceso Sofri), publicado en Turín, en 1991, en el que establece las relaciones intrincadas y ambiguas que existen entre la labor del juez y la del historiador a partir del caso judicial que condenó a su amigo, el intelectual de izquierda Adriano Sofri, acusado de terrorismo con pruebas bastante dudosas14. En este sugerente texto, el historiador italiano revisó las reflexiones que autores como Marc Bloch y Lucien Febvre habían llevado a cabo comparando la labor del historiador con la del juez.
Su obra sobre morfología e historia se relaciona con Occhiacci di legno. Nove riflessioni sulla distanza (Ojazos de madera. Nueve reflexiones sobre la distancia), libro publicado en Milán, en 1998, y compuesto de nueve ensayos (1998a). Este interesante libro trata sobre las implicancias de la distancia temporal, espacial, moral y cultural; aspectos que generalmente aparecen entrecruzados. En él, el autor reflexiona sobre las potencialidades cognitivas y morales, destructivas y constructivas, de la distancia, del mirar de cerca o de lejos, del extrañamiento o del distanciamiento —no solo como método literario, sino para lograr una aproximación al conocimiento de la realidad—. Aquí ya está delineada la idea del develamiento de las mentiras de la sociedad. A este respecto, es indispensable señalar que en la historiografía en general existe un fuerte eurocentrismo o centrismo estadounidense, lo que no veo reflejado en este autor, pues constantemente pone en tela de juicio su perspectiva y, al mismo tiempo, aborda temas que van más allá de la cultura occidental.
Otro aspecto de la escritura de Ginzburg que se manifiesta en los libros que comentamos es el uso del ensayo. A este respecto, el autor afirma sobre parte de su obra que «se trata, en efecto, de libros constituidos por ensayos históricos, un género que he cultivado mucho en los últimos diez años. El ensayo, a diferencia de la monografía, no pretende ser exhaustivo. Quizás (y este es el parecer de un antiguo estudiante mío, Daniele Pianesani) la forma ensayística permite vivir sin ansiedad la provisionalidad de la investigación. Finalmente, y sobre todo, como mostró espléndidamente su inventor, Montaigne, «el ensayo consiente una gran libertad de movimientos» (Serna & Pons, 2002). Y, precisamente, Ginzburg despliega en sus ensayos esa libertad de movimiento que nos lleva de un argumento a otro, de un autor a otro, de una época a otra, de una disciplina a otra; todo lo cual implica poseer un gran conocimiento y fina erudición.
Y ensayos son también los que componen el libro History, Rhetoric, and Proof. «The Menachem Stern Jerusalem Lectures» (publicado inicialmente en 1999 por University Press of New England), traducido al japonés y cuya versión ampliada en italiano se publicó bajo el título Rapporti di forza. Storia, retorica, prova (Relaciones de fuerza. Historia, retórica, prueba) (2000b)15. Es significativo que este libro fuese dedicado nada menos que a Italo Calvino y a Arnaldo Momigliano, un gran literato y un inmenso historiador. En él, Ginzburg reflexiona sobre el método histórico a través del estudio de un escrito inédito juvenil del filósofo Nietzsche; la retórica de Aristóteles transmitida a Quintiliano y a Lorenzo Valla; la denuncia del colonialismo atribuida por un jesuita a un líder indígena en una revuelta de las Islas Marianas en el siglo XVIII; un espacio en blanco en La educación sentimental, de Gustave Flaubert; o el análisis del cuadro de las Demoiselles d’Avignon, de Pablo Picasso. Cabe decir que estos libros de Ginzburg que comentamos están compuestos por capítulos aparentemente inconexos por la diversidad de temas, épocas, personajes y métodos que abordan. Sin embargo, en realidad se trata de formas diferentes de aproximarse a una misma problemática. Esta es una característica de la historiografía contemporánea: muchos libros están construidos por fragmentos que, unidos, dan potencia a la reflexión sobre un problema16.
El tema de la prueba vuelve en una de sus obras de gran relevancia, Il filo e le tracce. Vero falso finto (El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio), publicada en Milán, en 2006 y traducida a siete lenguas. Como en los anteriores casos, las traducciones reflejan el alcance mundial de este historiador. En esta obra, el autor explora la compleja naturaleza de la prueba y sus posibilidades para combatir el escepticismo posmoderno, el cual tiende a difuminar la distinción entre las narraciones de ficción y las históricas, entre las narraciones falsas y las verdaderas. Para ello, recurre al estudio de la conversión de los judíos de Menorca en 417 y 418, de los caníbales en Brasil, de los chamanes redescubiertos por los europeos o de las brujas de la época moderna. También observa cómo Auerbach lee a Voltaire, el desafío de Stendhal a los historiadores y una nueva lectura de un viejo best-seller. Asimismo, estudia la prehistoria de los protocolos franceses y un libro de Siegfried Kracauer, entre muchos