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E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020


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      Leandra le dio un pellizco en el brazo.

      —Evan…

      —¿Qué? —preguntó Evan con una sonrisa.

      —Ahora no.

      Evan se encogió de hombros y miró divertido hacia Tara. De todas las personas que allí había, probablemente Evan era la que más conocía, porque también él formaba parte de la cámara de comercio de la localidad. No sólo era el veterinario local y el socio de Axel en la granja equina, sino que junto a Leandra, era fundador de Nuevos Horizontes, un programa terapéutico que llevaba a Weaver a niños de todo el país.

      —¿Sabes cuánto dinero se sacó en la cena de ayer?

      Cuando le dijo la cantidad, Tara se quedó boquiabierta.

      —¿De verdad?

      —Sí, de verdad —Courtney Clay se acercó a ellos—, gracias a mi puesto de besos. Me extraña no tener agujetas en los labios.

      —Es una pena que no consiguieras sacarle una cita a ninguno de esos tipos —comentó Erik Clay, arrastrando las palabras. Erik era el hijo mayor de Tristan y Hope—. A este ritmo vas a terminar muriéndote soltera.

      —¿Y cuándo tuviste tú tu última cita? —preguntó Courtney con voz engañosamente dulce.

      Todo el mundo se echó a reír. La risa de Leandra era tan contagiosa que Tara no pudo evitar una sonrisa. Jamás había participado en una reunión como aquélla y era imposible no dejarse arrastrar por aquel ambiente. Había tanto… amor.

      Axel se acercó por fin a su hermana.

      —¿Por qué no has ido a la iglesia esta mañana?

      —La verdad es que no sabes cuánto me alegro de no haber ido. Todo el pueblo está comentando que Tara y tú prácticamente estabais sentados el uno en el regazo del otro.

      Tara se puso roja como la grana, pero Axel no pareció notarlo. Miró a su hermana con expresión traviesa y le preguntó:

      —¿Has engordado?

      —No hay nada como tener un hermano —se quejó Leandra con una mueca.

      Evidentemente satisfecho con su victoria, Axel sonrió.

      —¿Dónde está Hannah? ¿No la he visto por ninguna parte?

      Hannah era la hija que Leandra y Evan habían adoptado. Al parecer era una niña autista, aunque las veces que había estado en la tienda con su madre, Tara no había visto nada que le hiciera pensar que era una niña diferente, probablemente porque era la niña en la que sus padres se habían inspirado para el programa terapéutico que estaban llevando a cabo y Hannah era la mejor demostración de su éxito.

      —Está con los padres de Evan —Leandra sonrió—. Cuando la veas no la vas a reconocer.

      —Estoy deseando verla —Axel se volvió entonces hacia Courtney. Tara pensó que quizá fueran imaginaciones suyas, pero tuvo la sensación de que su sonrisa se había tensado—. Hola, Courtney. Supongo que después de todo lo que has recaudado con tus besos, deberían ponerle tu nombre al ala nueva del colegio, ¿eh?

      Courtney se echó a reír y le pasó el brazo por los hombros.

      —Dios mío, cuánto me alegro de que estés en casa. Es casi como si… —se interrumpió y sacudió la cabeza—. Bueno, me alegro mucho de que hayas vuelto. Y espero que esta vez te quedes una buena temporada. Y tú —añadió, volviéndose hacia Erik—, deberías aprender de Axel. Es evidente que él si sabe cómo conseguir una cita.

      Todo el mundo se calló en aquel momento y al verse convertida en el centro de atención, Tara volvió a sonrojarse. Abrió la boca para protestar, pero no fue capaz de articular palabra. Para colmo de males, Axel le pasó el brazo por los hombros.

      —Por supuesto que debería aprender de él —se oyó una voz grave—. Ha salido a su abuelo.

      Tara había coincidido con Squire Clay en muy pocas ocasiones y cuando entró en el salón, no pudo menos que pensar que Axel sería igual que él a su edad. Caminaba con un bastón, pero al menos por lo que Tara había visto, apenas se apoyaba en él.

      Squire se detuvo frente a Axel y lo miró a los ojos.

      —Por lo menos él ha comenzado a salir con alguien antes que otros que podría mencionar.

      Miró a su alrededor, fijando la mirada significativamente en Jefferson y en sus otros hijos, Matthew, Daniel y Tristan. El único de sus hijos que no estaba presente era el padre de Courtney, Sawyer, al que habían visto ya en la iglesia. Pero después miró a Tara y le guiñó el ojo.

      —Si no estuviera casado con una santa, habría ido yo a buscarte.

      —Adelante, inténtalo —en aquel momento se acercó Gloria, la esposa de Squire—. Representarías todo un desafío para Tara y yo podría disfrutar de un merecido descanso.

      —Así que yo digo que eres una santa y tú dices de mí que soy un desafío.

      Haciendo caso omiso de su comentario, Gloria le dio un beso a Axel y le dirigió a Tara una sonrisa.

      —Ten cuidado con estos hombres —le advirtió—. No se puede confiar en ninguno de los descendientes de mi marido cuando ponen los ojos en una chica guapa.

      Tara volvió a sonrojarse. Eso era precisamente lo que se temía. Y lo que había querido evitar.

      —A lo mejor es en Tara en quien no se puede confiar —replicó Axel.

      —Ahora no te metas con Tara —intervino Emily—. Es una chica encantadora —la agarró del brazo—. Ven conmigo, en la cocina estarás a salvo.

      Aterrada, Tara miró a Axel desesperada, pero él ya se estaba volviendo hacia sus tíos y, evidentemente, Tara no podía negarse a acompañar a su madre a la cocina.

      —Mirad quién ha venido con Axel —anunció Emily cuando entraron en la espaciosa cocina.

      —¡Qué alegría! —Clay colocó una olla enorme en el mostrador que había al lado del fregadero y se apartó un mechón de pelo de la cara—. El otro día quería acercarme a tu puesto para ver si tenías gargantillas nuevas, pero cuando fui ya te habías ido.

      —Tengo algunas gargantillas nuevas. Si te pasas por la tienda esta semana, te las dejaré al precio que tenían ayer en el gimnasio.

      —Cariño, creo que no valoras tu trabajo todo lo que deberías, pero no voy a despreciar una ganga, así que me pasaré por tu tienda esta semana.

      Leandra entró en aquel momento en la cocina con Lucas en brazos.

      —¿A qué hora vamos a comer? Este hombrecito tiene hambre.

      —Toma.

      Jaimie le tendió al niño una galleta que Lucas se metió con avidez en la boca. Leandra se sentó al lado de su madre y suspiró. Emily alargó entonces los brazos hacia el pequeño para que se sentara en su regazo.

      —Estás sofocada.

      —Debería haberme puesto algo más fresco.

      —Es San Valentín —le recordó Jaimie—, hay más de cincuenta centímetros de nieve en las calles, ¿cómo es posible que tengas tanto calor?

      Leandra entreabrió los labios, pero no dijo nada. En el momento en el que cruzó la mirada con Tara, se puso roja como la grana. Emily se irguió en la silla y exclamó:

      —¡Estás embarazada!

      Leandra gimió.

      —Sabía que no iba a poder mantenerlo en secreto durante mucho tiempo.

      —¡Entonces es verdad! —Emily dejó rápidamente a su nieto en una silla y enmarcó el rostro de su hija con las manos—. Como si fuera posible ocultarme algo así durante mucho tiempo. ¡Llevas en tu