encantado de conocerla.
—Igualmente —Tara desvió la mirada hacia Axel—. ¿Ha ocurrido algo?
Axel negó con la cabeza mientras Mason contestaba con un rápido:
—No, señora.
—No —respondió también Axel—, pero quería que conocieras a Mason para que no te preocuparas si le ves rondando por los alrededores.
—Suelo cambiar de vehículo para que nadie se fije en mí —añadió Mason.
—¿Y siempre estará vigilándome?
—Estaré vigilándola cuando Axel no esté con usted.
Tara se volvió entonces hacia Axel.
—¿Eso quiere decir que no vas a estar conmigo las veinticuatro horas del día?
Parecía tan esperanzada que resultaba deprimente.
—Pero voy a seguir quedándome en tu casa.
—Oh —apretó los labios.
Definitivamente, deprimente, pero lo que estaba en juego era la seguridad de Tara, no sus sentimientos.
—Esta tarde tengo que ocuparme de un asunto, pero volveré antes de que hayas cerrado la tienda.
Tara se volvió entonces hacia Mason.
—¿Y estará aquí en la tienda, señor Hyde o en alguna otra parte? —terminó señalando por la ventana.
—Puede llamarme Mason. Y me quedaré fuera. Pero no se preocupe, si ocurre cualquier cosa, estaré dentro en cuestión de segundos.
—Cierra con cerrojo la puerta de atrás —le ordenó Axel.
—Sí, ya lo sé. Ya me lo has dicho una docena de veces, y, de todas formas, siempre la tengo cerrada —apartó la bandeja de galletas cuando vio que Axel tendía la mano hacia ella para ofrecerle un dulce a Mason—. ¿Quieres comer algo?
Mason sonrió de oreja a oreja.
—No me vendría mal, gracias —tomó un puñado de galletas y se dirigió de nuevo hacia la puerta—. Si todo va bien, no tendrá por qué volver a ver mi horrible cara.
Tara tiró las migas a la papelera que tenía detrás del mostrador.
—Si te aburres y necesitas escapar sólo tienes que decirlo —le advirtió a Axel—. No necesitas ninguna excusa.
Sí, Axel necesitaba escapar, pero no del aburrimiento.
—Es cierto que tengo un asunto del que ocuparme.
—En ese caso, vete —Tara señaló hacia la puerta, pero dejó caer la mano en el momento en el que la puerta se abrió para dar paso a Courtney.
—Debería haberme imaginado que te encontraría aquí —Courtney le palmeó a su primo la mejilla—. Pero deberías darle un respiro de vez en cuando, de esa forma se daría cuenta de que no eres tan irritante como pareces e incluso podría llegar a echarte de menos.
Mientras viera ese brillo de humor en los ojos de Courtney, Axel estaba dispuesto a convertirse en el blanco de todas sus bromas.
—La verdad es que no había pensado en ello.
—Y, de todas formas, estaba a punto de irse —le dijo Tara a su prima—, ¿no es cierto?
A Axel no le hacía ninguna gracia verla tan dispuesta a deshacerse de él.
La agarró suavemente del cuello y vio la llama que se encendió en los ojos de Tara cuando se inclinó para besarla. No fue un beso tan profundo como habría deseado. Y duró sólo un instante. Pero fue un instante glorioso. Alzó la cabeza y sonrió.
—No tardaré, pequeña —le guiñó el ojo a su prima y se dirigió hacia la puerta.
—Pequeña —repitió Courtney—. Me parece indignante que un hombre llame así a una… —el tintineo de la puerta apagó las palabras indignadas de Courtney.
Mason tenía en aquel momento la cabeza prácticamente dentro del motor de la camioneta. Cualquiera que le viera pensaría que estaba reparando el motor. Axel cruzó la calle y se dirigió hacia la oficina del sheriff. En cuanto entró, la mujer que atendía la recepción le envió directamente al despacho de Max.
Axel pasó rápidamente al despacho de su primo y cerró la puerta tras él. Encontró a Max reclinado en la silla y apoyando la pierna contra el escritorio.
—Trabajando tanto como siempre.
—Alguien tiene que hacerlo —replicó Max con una sonrisa—. ¿No piensas pagar la multa que te puse el otro día?
—A lo mejor —respondió Axel mientras se sentaba frente a él—. ¿Tu recepcionista envía aquí a todo el mundo sin averiguar antes quién es?
Max bajó el pie de la mesa.
—Julia conoce a la gente de Weaver mejor que yo. Y eso que sólo lleva un año aquí —miró el reloj—. ¿A qué hora habías quedado con Tristan?
—Hace diez minutos. De hecho, creía que era yo el que llegaba tarde.
La puerta se abrió antes de que hubiera terminado la frase y apareció su tío en el marco de la puerta.
—Y has llegado tarde —dijo Tristan. Se sentó a su lado—. Max, gracias por dejarnos utilizar tu despacho.
—Está a vuestro servicio —se levantó y se dirigió hacia la puerta—. Pero sé que a los espías os gusta conservar cierta intimidad y creo que me está llamando mi almuerzo.
Tristan esperó a que la puerta estuviera cerrada para volver a hablar.
—Jamás me lo habría imaginado como sheriff, pero tengo que reconocer que Max está haciendo un gran trabajo.
—¿Por qué querías que nos viéramos aquí en vez de en CeeVid?
—Porque estoy preocupado por la seguridad en nuestras oficinas.
—Pero es tu propia compañía —y no había nadie mejor que su tío en cuestiones de seguridad.
—Por lo tanto, podrás imaginarte lo preocupado que estoy. Pero ya me encargaré de eso más adelante. De momento quiero saber cómo van las cosas con Tara.
—Todo según lo previsto, como ya te he dicho en mis informes. ¿Por qué lo preguntas?
—Sloan continúa preocupado.
—Sí, y ya lo ha demostrado evitando cualquier contacto con su hermana durante todos estos años —aquello le irritaba profundamente—. Sloan es el único familiar que le queda a Tara.
La expresión de Tristan no cambió, pero Axel sabía que había despertado su interés con su vehemencia, y deseó haberse mordido la lengua. Si Tristan averiguaba lo que había pasado entre Tara y él, le apartaría de aquella misión.
—No voy a permitir que le ocurra nada.
—Aun así, Sloan no parece muy convencido.
—Tara no es como María. No está intentando esquivarme constantemente —María había pagado un precio por ello del que Sloan continuaba haciendo responsable a Axel—. Así que dile que se preocupe de sí mismo y se olvide de Tara.
—¿Y cómo van las cosas con ella? Parecéis estar… muy unidos.
Axel consiguió no cambiar de expresión, pero le costó considerablemente.
—Me gustaría que tuviera un horario menos regular. Es demasiado previsible.
—Estaría mejor en una casa de seguridad —se mostró de acuerdo Tristan.
—Pero me temo que nunca aceptaría dejar su casa. O dejar la tienda en manos de otra persona. No tiene miedo de que pueda ocurrir nada malo.
—Y