Harry Reeder

El liderazgo y su dinámica


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destructivo? ¿Puede la iglesia beneficiarse de ciertos aspectos de cómo hacer negocios tomados de la Norteamérica corporativa? Claro que sí. Pero en primer lugar, la iglesia no es un negocio. No hacemos un producto para ser vendido y los miembros de la iglesia no son clientes. Los pastores no son directores generales y los líderes no son un consejo de administración de la mesa directiva. En segundo lugar, la iglesia ciertamente no puede absorber la dinámica actual de muerte, movida por la codicia y destructora de la cultura, que se encuentra en las oficinas ejecutivas y salas de consejo del mundo de los negocios de Estados Unidos. La iglesia debe escaparse del pantano de un liderazgo que se mueve por codicia y ascender al monte de un liderazgo que se impulsa con el Evangelio, liderazgo que se describe en la Palabra de Dios.

      El Modelo Bíblico

      Recuperar el terreno perdido no será fácil pero la solución es simple: la iglesia debe seguir el modelo de la Biblia para definir, desarrollar y desplegar (o colocar) líderes, mientras que al mismo tiempo rechaza los modelos y normas de liderazgo del mundo. Para decirlo en pocas palabras, la iglesia estadounidense debe definir el liderazgo y entonces desarrollar y desplegar estos líderes que puedan transformar al mundo por Jesucristo. ¿Cómo lo hacemos? Obviamente, levantar líderes para un tiempo como este requerirá más que un par de clases de entrenamiento oficial o unos cuantos sermones sobre liderazgo Cristiano. La iglesia cristiana debe convertirse en una fábrica de liderazgo y un centro de distribución para el mundo, y por la gracia de Dios, esto es posible si regresamos tanto a la definición bíblica de liderazgo como al método bíblico de producir líderes para la iglesia y para el mundo.

      El primer paso para la iglesia, desde la sede denominacional hasta los pastores que se relacionan con los miembros todos los domingos es definir claramente el modelo Bíblico de liderazgo. Inicialmente esto requerirá alejarse de los modelos anti-bíblicos de liderazgo que han infiltrado la literatura denominacional, libros populares sobre liderazgo y clases para entrenamiento de liderazgo de la iglesia local. Eche una atenta y honesta mirada a lo que está considerado como entrenamiento para líderes en muchas de las iglesias modernas de Estados Unidos. En primer lugar, la promoción de la autoestima personal es vista por muchos como el llamado principal de la iglesia. ¿Qué tan malo es eso? Una vida centrada en sí misma es exactamente lo contrario del llamado de Cristo a una vida centrada en Dios y de la esencia del liderazgo cristiano que demanda un corazón de siervo y una vida de sacrificio. El énfasis actual en la autoestima se origina no en la Escritura, sino en la preocupación actual por el narcisismo. “Todo gira en torno a mi”; por lo tanto el Cristianismo se recicla y redefine como un sistema ensimismado de auto estima. Lamentablemente, el amor a sí mismo está profundamente arraigado en la cultura norteamericana contemporánea, incluyendo la iglesia, porque hemos incorporado a los líderes de la cultura en el liderazgo de la iglesia. Ahora nos enfrentamos a una generación de miembros de la iglesia y líderes que constantemente se preguntan: “¿Qué tan bien me siento conmigo mismo?” Y “¿Me haces tú sentirme bien?” La misma pregunta se hace con respecto a la iglesia y hasta con respecto a Jesús. La iglesia ha sucumbido a la presión cultural y secular de promover la autoestima, en lugar de compartir el llamado del evangelio a morir a sí mismo a través de una vida centrada en Dios y si tu no vives la vida Cristiana impulsado por el evangelio, entonces es imposible producir líderes cristianos.

      Este falso entrenamiento de liderazgo también favorece el ensimismamiento con la prosperidad física y material que puede convertirse fácilmente en idolatría. La salvación ofrecida por Jesucristo es así pervertida en un “evangelio de la prosperidad” definido por un materialismo egoísta que asegura que los verdaderos creyentes van a ser prósperos y saludables con técnicas tales como las llamadas “confesar y tomar posesión”, “proclamar y recibir” o “créelo y recíbelo” ¿De dónde viene esta perversión del cristianismo? Ciertamente no de la Biblia. La Palabra de Dios claramente promete que nuestro Dios “proveerá para todas nuestras necesidades” (Fil 4:19) en Cristo Jesús y “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4:13). ¿Para qué? Para que yo pueda ser “derramado en libación” (Fil 2:17) y abrazar el llamado de nuestro Salvador: “para mí el vivir es Cristo” (Fil 1:21) y “Ya no vivo yo sino Cristo vive en mi” (Gal 2:20). A través de esta enseñanza ensimismada que se hace pasar como verdad del Evangelio en nuestras iglesias, el verdadero Evangelio de la gracia es blasfemamente pervertido. El resultado es que la mayoría de los cristianos en la cultura contemporánea no tienen un concepto del llamado bíblico a aceptar el sufrimiento, el sacrificio y la negación de uno mismo, lo cual no solo es parte del caminar en la vida cristiana sino que de acuerdo con la Palabra de Dios, es un don y llamado de nuestro Señor a nosotros. “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él…” (Fil 1:29). Cuando en el peor de los casos, estos elementos básicos de la vida del Evangelio y el llamado de Cristo son pervertidos y el mejor de los casos sencillamente permanecen ignorados, ¿qué posibilidad tiene la iglesia de responder con efectividad a los desafíos del mundo actual y como puede desarrollar líderes que sean siervos y que voluntariamente se sacrifiquen a sí mismos por los demás? Por último, a medida que algunos líderes equivocados de la iglesia siguen un modelo mundano y auto-dirigido de liderazgo, la madurez espiritual de los creyentes y la estabilidad de su iglesia local son constantemente erosionados. En el púlpito, los sermones dirigidos por el Evangelio y centrados en Cristo son reemplazados por charlas llenas de “consejos para la vida”. Los rasgos de personalidad prevalecen sobre el carácter, y la felicidad es más valorada que la santidad. La percepción supera a la realidad e incluso el llamamiento más sagrado del creyente, la adoración a Dios, se sustituye por el entretenimiento personal. La congregación se convierte en una audiencia de espectadores de un evento de adoración que llegan por la experiencia de adoración que brinda el predicador y los líderes del culto quienes se vuelven los protagonistas y Dios meramente toma el papel de actor secundario. No hace mucho, la iglesia hubiera identificado esto como blasfemia. Hoy, lo llamamos “servicios orientados a los buscadores”.

      En contraste la verdadera adoración tiene una audiencia de Uno, el Dios Trino. Hoy con frecuencia el mandato bíblico de “adorarán al Padre en espíritu y en verdad” ( Juan 4:23) está siendo reemplazado por una pregunta dirigida a uno mismo: “¿Cómo me hace sentir esta experiencia de adoración?” El resultado es que el servicio divino de adoración está ahora convertido en un servicio humano de entretenimiento y el adorador se ha convertido en el centro del culto sacando de su lugar a Aquel que sí debe ser adorado. En reacción a esta tendencia mundana, otras congregaciones han caído en un tradicionalismo irreflexivo y se dedican firmemente a prácticas de adoración cómodas y tradicionales con un ardor exclusivo que promueve involuntariamente la forma sobre la sustancia. El llegar a saber cómo adorar a Dios en espíritu y verdad al mismo tiempo que se recibe a los visitantes, se enseña a los nuevos creyentes y anima a los cristianos maduros requiere de un liderazgo piadoso. Dicho liderazgo es necesario para producir más líderes piadosos. Los líderes piadosos crecen a partir de la Palabra de Dios con el poder del Espíritu de Dios como un resultado inevitable de la Gracia de Dios, pero no se levantarán del modelo de liderazgo corporativo de hoy que ha sido aceptado en la iglesia.

      Para recuperar una visión bíblica de liderazgo se debe primero recuperar el terreno perdido mediante el arrepentimiento de la irreflexiva infusión de la cultura popular en la vida de la iglesia y el liderazgo y arrepentirse también de la ausencia de una respuesta bíblica para esto. Debemos regresar y alejarnos de las tendencias populares y las preocupaciones centradas en el hombre, al mismo tiempo que nos entregamos seriamente al modelo de Dios de liderazgo que se encuentra en las Escrituras. Hemos permitido que la necesidad válida de lograr una contextualización cultural se convierta en una capitulación cultural. La Palabra de Dios no guarda silencio sobre el tema del liderazgo o sobre el cómo desarrollar y desplegar a los líderes. La Palabra de Dios es clara y nosotros debemos abrazar la visión bíblica recuperando el concepto de la iglesia como una fábrica y centro de distribución de líderes. Esto se logrará dando la importancia a la tarea de formar discípulos definiendo, desarrollando y desplegando líderes cristianos en la iglesia norteamericana.

      Una Propuesta Inmodesta: el liderazgo de las tres “d”

      ¿Cómo empezamos? ¿Qué hacemos después de habernos alejado de todos los modelos