Harry Reeder

El liderazgo y su dinámica


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y desalentar lo que estaba mal. Vivir para el Señor día a día es hoy más difícil que nunca en la cultura de Estados Unidos. Los cristianos apasionados y fieles nadan contra la corriente cultural en cuanto a una multitud de temas, nacionales y personales también. La batalla no es sólo con los llamados temas sociales: la amenaza del matrimonio entre personas del mismo sexo o la pérdida de las libertades religiosas, por ejemplo, sino también con cuestiones domésticas, cercanas y personales. Por ejemplo, algunos padres de mi iglesia se acercaron a mí con un dilema de la vida real que si bien nunca aparecería en el noticiero de la noche, era muy importante para ellos. Era también típico de las cosas que los creyentes norteamericanos y sus familias están combatiendo hoy.

      “Pastor Reeder”, me explicaron, “queremos honrar el día del Señor, pero los programas deportivos de nuestros hijos son el domingo.” Nos sentamos y escuché su historia. Su liga deportiva local programaba práctica los domingos. ¿Debían sus familias faltar al culto para asistir a la práctica de pelota? ¿Debían sacar a sus hijos de los equipos? Finalmente decidieron, correctamente, que la obediencia a la Escritura y la adoración de la familia en el día del Señor era mucho más importante que los equipos deportivos. Esto puede parecer una opción obvia para algunos lectores, pero no es la norma. En las familias de la cultura actual, centradas en los niños, se necesitó valor y convicción para tomar la decisión correcta; la clase de valor y convicción que los líderes de la iglesia deben tener de modelo si desean animar a los miembros y sus familias.

      Al dirigir a estos padres a la resolución de su problema mediante las Escrituras, pensé en mi propia infancia en el Sur de Estados Unidos en la década de 1950. Teníamos algunas cuestiones importantes que necesitaban tratarse en aquel tiempo y lugar, pero tener que elegir entre el culto dominical y la práctica deportiva no era una de ellas. De hecho, los programas deportivos no sólo son actividades que deben evitarse los domingos, sino que ni siquiera se deben programar prácticas o juegos los miércoles por la noche cuando se llevan a cabo de forma rutinaria los servicios religiosos entre semana. ¿Por qué no? ¿La cultura de los años 50 era más sensible al calendario de adoración y la oración de la iglesia cristiana? Sin duda lo era, hasta cierto punto, pero esa no fue la razón principal por la que los equipos deportivos cancelaron los juegos y prácticas de domingo y miércoles por la noche. La razón principal fue que no habrían tenido suficientes jugadores para desarrollarlas si los cristianos comprometidos estaban ausentes. Y la mayoría habría de hecho estado ausente. Los cristianos se conectaban con la sociedad al jugar en las ligas de la comunidad de la época, pero también tenían como prioridad su obediencia bíblica y su compromiso con la iglesia de Cristo y la adoración del Día del Señor. En respuesta, la cultura imperante se vio afectada por su fe y se conformó a ella. Los líderes de la Iglesia de la época enseñaban que el día del Señor es sagrado, es un don de Dios y es un medio esencial de la gracia en la vida de un cristiano. Bajo la influencia de un liderazgo basado en la Biblia, los cristianos usaban el día del Señor para adorar, descansar y estar con sus familias. A diferencia de lo que hoy ocurre, la necesidad que tienen los padres de una relación con el niño no se imponía a su deber de ser un padre y tomar la decisión correcta aún si no contaba con la aprobación de su hijo. No ponían todo de lado para ir a jugar a la pelota. Y si los cristianos no se presentaban, los equipos no funcionaban. Por lo tanto, las ligas deportivas ajustaron sus horarios a las necesidades de los creyentes, no a la inversa.

      Hoy no es así. La adaptación cultural por parte de la iglesia realmente disminuye nuestra oportunidad de influir en la cultura que nos rodea. Sí, algunos líderes argumentan que esta adaptación mejora el evangelismo. ¡Pero por favor recuerden que la verdadera efectividad nunca se logra a costa de la fidelidad! Cuando el deseo de un niño de jugar a la pelota llega a ser más importante para los padres cristianos que la adoración del domingo, es una falla de la iglesia local y sus dirigentes. La familia está siendo “discipulada” por la cultura, en vez de ser discipulada por la iglesia. Claro que se nos manda a conectarnos con la cultura que nos rodea, pero debemos hacerlo en obediencia, no en desobediencia a la Palabra de Dios. Recuerden, estamos llamados por Nuestro Señor a estar “en el mundo” pero no “del mundo”. ( Juan 17:11, 16) Eventualmente, la adaptación irreflexiva al mundo se convierte en una capitulación ante el mundo y nuestro testimonio del Señor se vuelve inútil.

      Tradicionalismo

      Por otra parte, los líderes de la iglesia no deben permitir que sus congregaciones reaccionen a la tendencia de adaptación con una caída en la pendiente resbaladiza del tradicionalismo. La tendencia reaccionaria de hacer de la iglesia local un museo religioso solo concentrado en logros pasados es tanto anti-bíblica como ineficaz. La iglesia debe ser un movimiento del Reino de Dios para transformar el presente y cambiar el futuro, no un monumento del pasado o un museo de nostalgia religiosa. Considéralo de esta manera: un hombre decide poner su lancha en un cobertizo porque no quiere que se hunda. Tiene razón, la lancha no se hundirá si está en el cobertizo. Pero también se vuelve absolutamente inútil como lancha. Si la iglesia se sale del mundo en un intento de evitar el compromiso, no se la puede culpar de acomodarse a él, pero se volverá inútil, al igual que la lancha. Este tipo de liderazgo antibíblico y reaccionario en la iglesia norteamericana contemporánea aísla del mundo a sus miembros a fin de mantenerse “puros” y fieles al mensaje o los alienta a adaptarse al mundo con la noción equivocada de ser “relevante y eficaz”. En lugar de este liderazgo deficiente, los cristianos de Estados Unidos necesitan líderes transformadores que confíen en el Espíritu Santo y en el poder de la Palabra y que sean ejemplos vivientes de ello.

      El Método de Dios

      Por un lado tenemos que evitar el deslizamiento por la pendiente traicionera de la adaptación y por el otro la pendiente igualmente peligrosa del tradicionalismo y el aislamiento. En cambio, el llamado de Dios a nosotros es el de estar en la cima, el punto de tensión que es la verdad de Dios vivida y predicada en amor. Solos no podemos hacerlo; se requiere del conocimiento de la Palabra y confianza en el poder del Espíritu de Dios. Así es como el liderazgo bíblico hace la obra del Señor: predicando el evangelio y haciendo discípulos de acuerdo a la Palabra y por medio del Espíritu Santo. Recuerde, la gracia transformadora de Dios se encuentra con la gente en su condición real. Nadie tiene que lograr ser “mejor” para acercarse a Jesús. Esta gloriosa verdad de la Escritura se resume bien en la letra del gran himno “Tal como soy, de pecador, sin más confianza que tu amor”, y se afirma en el himno “Roca de la Eternidad” que dice: “Nada traigo para Ti, mas tu cruz es mi sostén,”. Y alabado sea el Señor, cuando nos acercamos a él tal cual somos, Él nunca nos dejará en el mismo estado. Somos salvos solo por la fe, solo a través de la gracia, solo en Cristo, pero por el amor de Cristo, la fe y la gracia nunca están solas. Cuando se capacita en la gracia a aquellos quienes Dios ha salvado a través del liderazgo bíblico, entonces el poder transformador del Evangelio que obra dentro de ellos y sobre ellos fluirá de sus labios y sus vidas para atraer y llevar a los hombres y mujeres del mundo a Cristo y Su reino, al tiempo que ellos buscan y salvan lo que se había perdido (Ver Luc. 19:10). La Gracia de Dios es gloriosa, todopoderosa, y como dice el escritor del himno, es “más grande que todos nuestros pecados.” No sólo redime a los pecadores, sino que los transforma. Un líder lleno de gracia se convertirá en un líder transformado y, finalmente, en un líder transformador. Comprometido con el verdadero evangelismo y a hacer discípulos, logrará que se desate la iglesia de Dios como un agente de cambio en la sociedad que la rodea. Esto pasó con Moisés, David y Pablo, y todavía puede suceder hoy en día cuando definamos, desarrollemos y despleguemos estos líderes en la iglesia y los enviemos al mundo. Este poder transformador del evangelio cambia hombres y mujeres. Cuando cambian, cambian sus familias. Cuando las familias cambian, cambian sus vecindarios. Cuando cambian los vecindarios, las ciudades cambian. Cuando las ciudades cambian, las naciones cambian. Y cuando las naciones cambian, el mundo es trastornado.

      Comencemos con el ahora. Vivimos en una nueva edad de las tinieblas. Sin embargo, debemos recordar que la luz brilla más intensamente en la oscuridad. Tenemos hoy una gran oportunidad ante nosotros en los Estados Unidos: la oportunidad de regresar a la luz a nuestra nación en tinieblas. Para hacerlo, debemos dejar a un lado lo que es falso y abrazar lo que es verdadero. Dejemos a un lado las falsas promesas de la adaptación cultural