también que no todo son heridas y sufrimientos; la piel también está llena de afectos, caricias, recursos de todo tipo y un sinfín de conexiones (aunque en algunas ocasiones el manejo de ello que hacen determinadas personas tampoco parece ayudarlas).
Como estamos viendo, todo lo citado hace de la piel un pergamino vivo, con una expresión atemporal de lo que sucedió y con una jerarquía ordenada desde lo que podemos llamar lesión primaria, que con frecuencia tiene que ver con las diferentes memorias cicatriciales de las personas que, de alguna forma, no se han sentido amadas, o no como ellas querían o necesitaban.
De ese abanico amplio nacen la complejidad y la dificultad de poner título concreto y ordenar «de manera estructurada» el tema que pretendo desarrollar y direccionar con cierto rigor para ver sus posibilidades metodológicas y aplicativas en psicoterapia.
Pero voy a aventurarme y voy a utilizar la piel como excusa de pasaje a través del cuerpo del individuo, en un intento de entender más que ocurre en ella como grabación resonante del interior, y proceder de forma concreta con el dolor y sufrimiento asociado a la historia de las personas; eso sí, desde otros escenarios algo diferentes a los convencionales.
De ello surge una narración compleja, tupida de heterogéneas personas, con sus diferentes posturas, sus caracterizaciones particulares y sus correspondientes personalidades, caracteres y relaciones asociadas.
Dice, desde la atenta observación, la escuela Yogachara de Asanga del siglo iv: «Todos los fenómenos emanan del espíritu que los percibe».
Creo en la idea de C. Jung respecto al inconsciente colectivo (y también en muchas otras cosas del maestro), y en el juego de los arquetipos; aunque no hago de ello una bandera, lo utilizo como modelo, y a la vez dejo, siempre que puedo, el espacio personal para que surja una síntesis con muchos otros modelos junto al que creo haber ayudado a edificar.
Llegado a este meeting point —libre de conceptos, espero—, y luego espero un poco más, sin prisa alguna, respetando el tempo, y es entonces que surge eso que es significativo de un tema; en este caso de una cartografía que se expresa a modo de pergamino vivo de la piel, con una línea del tiempo segura, fiel, que nos guía; porque va ligada a todas las memorias tisulares y a la marea global del movimiento intrínseco del cuerpo, y la resultante es que tiene repuestas fisiológicas y emocionales notorias, perceptibles e interpretables.
La mano sensitiva del terapeuta, ubicada en el lugar preciso, se condiciona con su influjo informacional: cambios en la trama tisular en las que mediante la percepción van apareciendo escenas completas, con todo tipo de matices, desde el marco mental del paciente en consonancia con los diferentes estratos de los tegumentos, que el paciente puede ir verbalizando según lo que siente, o no, y que suele ir seguida de un «darse cuenta» de la persona.
Es un trabajo perceptivo, de escucha atenta, sin prisas, pues hemos salido de una dimensión espaciotemporal de los tejidos a un espacio casi meditativo en el que todo aparece; en el que los dedos de la mano perceptiva, de alguna forma, sienten, ven y piensan; están en sintonía con el suceso y ayudan a la búsqueda del recurso necesario. En ese momento, la piel es como una pantalla táctil, y la otra mano, la motora, trabaja con diferentes ventanas, dejando que se instrumentalice desde el interior de la persona lo que sea necesario para facilitar que se produzca un cambio en su cobertura.
En principio, solo actuamos sobre un minúsculo starter de una zona precisa de la piel, a partir del cual todo se enciende y cambia. Necesitamos, además del aprendizaje terapéutico previo, desarrollar una atención perceptiva consciente. Y luego, tras unos instantes, se puede hablar en relación con lo vivenciado, justo lo necesario, invitando entrar en la charla banal y el discurso; hay que dejar más bien que se complete el trabajo desde el silencio creado.
Espero que esta breve narración práctica haya podido situarnos en el punto de partida de cómo actuamos y hacia donde nos dirigimos. De todas formas, es una experiencia intransferible desde el relato, y la única solución es la propia experienciación del terapeuta. Por lo tanto, creo que retomando diferentes aspectos de lo que hemos ido viendo, podemos decir que, a modo de expresiones del mundo, llevamos «a flor de piel» reflejos de paisajes variopintos que nos cubren como un collage, que no vemos ni notamos pero que, de alguna forma ignota, intuimos, y que por instinto nos puede llevar a cubrirnos, a taparnos, a protegernos; con coberturas de la personalidad, de la cultura, de la moda, de nuestra propia sombra, etc. Pero lo que tapamos o pretendemos tapar con la excusa de la desnudez es una herida dolorosa e hiperestésica que no queremos o no podemos ver ni tocar, ni que la toquen, por eso hay que cubrirla.
A veces, también ocurre que la tapamos refugiándonos en la inconsistencia del aparentar; no importa si tenemos calor o frío, si es desasosiego o vergüenza, utilizamos la excusa fácil de la meteorología, el ambiente, personas o dolencias diversas para cubrir apariencias.
Pero al final, aunque esté cubierta, si buscamos con atención a través de la mirada táctil y experta de unas manos perceptivas y sensibles que miran y traducen de modo particular lo que leen, se acaban manifestando con cierta nitidez los crípticos grafismos tejidos de tensiones tisulares, de espasmos de miedo o placer, de anhelos o carencias, y de todo aquello negado, reprimido o inconcluso.
Dado que es un tejido (aunque sea corporal), está ubicado en una trama de largas líneas de fuerza, entretejidas de forma peculiar, que siguen una urdimbre personal en la que se mezcla la grafología de nuestra historia. Por eso la piel es depositaria de variadas herencias, tiene cicatrices de diversos orígenes y, en definitiva, de relatos muy diferentes, de los cuales va a ser un instrumento; por tanto, podemos utilizar el tránsito a través su limen como un rito de paso para leer en sus claves, para acceder al interior de la persona; es decir, al interior de otros niveles que ya no son solo la piel, sino un contínuum del conjunto corporal.
Si queremos concretar más, son bloqueos en músculos, en los órganos, en los nervios periféricos, son bloqueos neurovegetativos, etc. Y aunque en algunos casos este sería más un trabajo de tipo osteopático, biodinámico o sensorial, la idea es facilitar a diversos profesionales entrar en el tema propuesto dada la multifactorialidad en el formato de presentación. No debemos olvidar una muy adecuada analogía —lo más superficial, la piel, es también lo más profundo—; por tanto, creo que no habría en ese sentido excusa posible de beneficiar a la persona que lo necesita de las competencias profesionales diversas integradas y trabajando en equipo.
Con ello quiero decir que en el nivel que tratamos, la piel (como sabemos) está formada por varias capas (epidermis, dermis, hipodermis), y en ellas tenemos diversos sensores y tipos de células especializadas de tipo táctil (por poner una palabra genérica), y debajo de la piel tenemos el tejido conectivo con diferentes tipos de fibras de colágeno, tejido adiposo, líquidos intersticiales y fibras nerviosas; de todo el conjunto, más las informaciones viscerales y del sistema musculoesquelético, parten todas unidas a las conexiones ascendentes hacia el Sistema Nervioso Central (SNC) al que llegan por vías transmodales a los diferentes centros de procesamiento, de los cuales salen a su vez las vías descendentes de la sensibilidad hacia los diferentes tejidos; pero además de la información neural y humoral, sabemos que hay otros tipos de comunicaciones de tipo bioeléctrico y electromagnético, e incluso aspectos más sutiles difíciles de describir, que colocamos bajo el epígrafe de energéticos y de memorias emocionales, que son los conectores con la globalidad personal más sutil y la transmisión desde lo interno a lo externo, y también sucederá a la inversa, en un trasiego constante que conforma la trama energética de cada persona, que a su vez va ligada al entorno sensorial. Lo cual, nos da idea de la complejidad de las estructuras que intervienen en dicha trama, algunas poco conocidas y estudiadas, salvo en las medicinas holísticas tradicionales como la China o la Ayurvédica. Por tanto, creo que esa misma complejidad nos invita a trabajar en un equipo multidisciplinar integrado, que es una opción que venimos realizando hace años y de la cual estamos satisfechos; no solo por el aprendizaje del proceso de integración de disciplinas médicas o psicológicas clásicas, sino por encontrar los nexos de unión con otras medicinas y sus resultados terapéuticos.
De todas formas, no olvidemos el hecho, de que estamos hablando de un sistema no lineal; es decir, en el cual no hay proporcionalidad entre el estímulo y la respuesta,