Rafael Jiménez Cataño

Razón y persona en la persuasión


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primer extremo es el fundamentalismo; el segundo, el relativismo.

      El fundamentalismo puede presentar también otras características, y en los últimos tiempos se ha convertido en una etiqueta vaga de algo aberrante –como ha sucedido con el término “fascista”–, pero su estructura básica está en fijar una forma excluyendo otras posibles, muchas veces debido a una falta de capacidad interpretativa.

      La verdad, al admitir una pluralidad de formulaciones válidas, se aproxima notablemente a la realidad de la persona (una proximidad muy presente en la filosofía de Pareyson): también la persona es así. ¿Quién de nosotros es exactamente igual para dos personas? Sin que estemos hablando de doblez, es fácil ver cómo con cada uno de los miembros de nuestra familia, con cada uno de nuestros amigos, somos de un modo diverso, porque la relación es personal: las formas del afecto, el tipo de humorismo, el modo de considerar evidente o no lo que decimos.

      Hace años, después de haber visto el Hamlet cinematográfico de Zeffirelli (1990) o de Kenneth Branagh (1996), no recuerdo ahora cuál, me tocó oír el comentario condescendiente de una persona de más años que yo: “Bien, está bien, pero Hamlet, el verdadero Hamlet, es el de Lawrence Olivier” (de 1948). Probablemente es el que vio en su juventud y todo lo demás lo juzga con ese modelo. Fundamentalismos de este tipo es difícil no tener alguno: en cuestiones de gustos y modales, en lo que consideramos propio de una tradición o ajeno, etc. La amistad, el diálogo, el incremento de nuestra cultura y alguno que otro frentazo nos los descubren poco a poco y nos hacen más libres.

      2.3. El conocimiento encarnado

      La pluralidad de formulaciones nace de la condición humana, del hecho de que no nos venga dado todo con la naturaleza sino que nos hayamos de llevar a plenitud por medio de una cultura, y aquí caben infinidad de direcciones. Cada uno de nosotros parte de un lugar, una determinada familia, un idioma, una educación del paladar, unos estudios, unos gustos en parte congénitos y en parte adquiridos, convicciones en diversos campos, etc. Cuando alguien, tras un buen tramo de la existencia, se encuentra con otro, cada uno habrá explorado el mundo siguiendo el recorrido que la vida le fue ofreciendo, entendiéndolo según los recursos que tenía a disposición, usando todo su léxico para denominar las cosas con las que se iba topando. En ese encuentro es razonable que no hayan coincidido en asociar la misma palabra a la misma cosa, que no hayan atribuido la misma relevancia a un concepto, que no hayan postulado la misma jerarquía entre varias realidades. Es entonces probable que a veces, pensando lo mismo en algún tema, les parezca que sus posiciones son divergentes, porque lo son sus formulaciones. Aprender a dialogar y a interpretar es ante todo alcanzar la conciencia adecuada de los recursos propios y ajenos y, con esto, superar éstos y aquéllos.

      1 Luigi Pareyson, Verità e interpretazione, Milán, Mursia, 1971, p. 71.

      2 Catecismo de la Iglesia católica, núm. 170. La cita es de Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 2-2, 1, 2, ad 2.

      3 Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio, núm. 87. Este punto está en cierto modo preparado por el núm. 5: “La legítima pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas. Este es uno de los síntomas más difundidos de la desconfianza en la verdad que es posible encontrar en el contexto actual”.

      4 Ibid., núm. 51. Este punto está preparado por el núm. 4: “La capacidad especulativa, que es propia de la inteligencia humana, lleva a elaborar, a través de la actividad filosófica, una forma de pensamiento riguroso y a construir así, con la coherencia lógica de las afirmaciones y el carácter orgánico de los contenidos, un saber sistemático. Gracias a este proceso, en diferentes contextos culturales y en diversas épocas, se han alcanzado resultados que han llevado a la elaboración de verdaderos sistemas de pensamiento. Históricamente esto ha provocado a menudo la tentación de identificar una sola corriente con todo el pensamiento filosófico”. Además de los números 87, 51, 5 y 4 se puede sugerir, a quien desee profundizar en el tema, la lectura de los números 92 y siguientes.

      5 Con tal ocasión el Pontificio Ateneo Antoniano organizó el congreso Via Scoti. Methodologica ad mentem Ioannis Duns Scoti, del 9 al 11 de marzo de 1993, en Roma. De ese evento publiqué una reseña en Acta Philosophica, 1993, 2(2):331-332.

      3. En defensa del microfundamentalismo*3

      El décimo aniversario de la encíclica Fides et ratio –de septiembre de 1998– trajo consigo abundancia de publicaciones y eventos conmemorativos entre 2008 y 2009. Haciendo cuentas de lo que el documento ha significado para mí, lo primero que me viene a la mente es el nuevo clima con que puedo exponer algunos temas en la universidad. La acusación de relativismo, antes ineluctable, se ha reducido de manera neta desde que cuento con la encíclica entre mis textos de apoyo.

      Entre las reflexiones suscitadas por el aniversario, una se refiere precisamente al relativismo desde su otro extremo, el fundamentalismo. En “Márgenes del diálogo” hablaba yo de esquemas mentales que, si bien presentan la misma estructura del fundamentalismo, no nos introducen en ese vicio del pensamiento en toda