que necesite personal por aquí cerca? –preguntó con una sonrisa forzada.
–¿Es eso lo que realmente quieres?
¿Tan ociosa y holgazana la veía?
–Por supuesto que sí. Estudié muy duro para sacarme el título y no quiero dedicarme a otra cosa.
Blake observó su taza mientras la giraba en la mesa.
–Entonces, ¿estás buscando trabajo o tu intención es montar algo por tu cuenta?
Ella respiró honda y resignadamente. En cierto modo era un alivio hablar de sus problemas con alguien.
–Está bien –se miró las manos para no tener que mirarlo a él–. No he podido dedicarme al diseño desde que el negocio para el que trabajaba se fue a la quiebra. Actualmente trabajo de limpiadora unas horas a la semana, lo que no me permite ahorrar el dinero que necesitaría para montar mi propio negocio.
–¿Y Jared no puede prestártelo?
–No quiero la ayuda de Jared. Tuvimos algunas… discrepancias, y me vine aquí porque necesitaba espacio.
–¿Espacio?
–Espacio e independencia –se encogió de hombros–. Después de graduarme trabajé dos años en una tienda de diseño en Surfers, pero sé que puedo aspirar a algo más que a trabajar para otra persona. Jared me dijo que no tuviera prisa. Discutimos, me marché, y él no se lo tomó muy bien que digamos.
Blake la observó en silencio unos segundos.
–Lo siento.
A Lissa le pareció que lo lamentaba de veras, pero intentó no darle importancia.
–Seguimos hablándonos –le aclaró. Pero al fin se daba cuenta de que Jared tenía razón al aconsejarle que no corriera tanto–. Me gustaría ser autónoma, pero la gente de aquí no quiere arriesgarse a contratar a una desconocida.
–No eres una desconocida a menos que te veas así. Sé de lo que hablo, créeme.
Lissa le sostuvo la mirada, serena y azul. No solo era un héroe protector y extremadamente eficaz, sino también un modelo de optimismo y motivación.
Pero ella no estaba preparada para volver a confiar en un hombre, ni siquiera en Blake Everett. Tener a otro hombre en su vida, aunque solo fuera como amigo, era un salto que no estaba segura de poder dar.
–Saldré adelante. Ya encontraré cualquier cosa –¿de verdad lo creía? ¿O simplemente quería ocultarle su fracaso a aquel hombre en concreto?–. ¿Cuánto tiempo te quedarás aquí?
–Todavía no lo he decidido. Un par de meses, quizá…
La expresión de Lissa no dejaba lugar a dudas: quería que él se marchara lo antes y lo más lejos posible. Pero al mismo tiempo se veía un inconfundible brillo de atracción en sus ojos. Y el cuerpo de Blake reaccionaba con un ardor indeseado.
No era el único que se sentía confundido allí. Pero, dejando a un lado las emociones y la atracción, era obvio que Lissa necesitaba ayuda económica para llevar a cabo sus planes. Y era igual de obvio que su orgullo le impedía aceptar la ayuda de su hermano.
Solo Blake podía ayudarla.
Estaba en deuda con Jared.
–¿Has pensado cómo sería ese negocio, Lissa?
–Pues claro –se inclinó hacia delante con entusiasmo–. En pocas palabras: calidad, estilo e innovación mediante la experiencia y la formación.
Esbozó una sonrisa tan satisfecha que Blake sospechó que llevaba tiempo deseando soltarle su eslogan a cualquiera.
Blake había heredado una fortuna al morir su madre, y además poseía varias inversiones inmobiliarias. Pero en aquellos momentos se sentía hastiado y desilusionado y necesitaba un desafío, una distracción, algo nuevo que prendiera la llama.
La visión de Lissa Sanderson prometía ese reto. Él quería ayudarla; no solo porque era la hermana de Jared, sino porque era joven, ambiciosa y estaba llena de entusiasmo. Blake solo tenía treinta y dos años, pero quería recuperar la energía y la pasión que le faltaba a su vida.
–Ah, y tiene que ser ecológico –continuó ella–. Hay que trabajar a favor y no contra el medio ambiente. Y colores. Muchos colores… –se calló al mirarlo a los ojos y se puso colorada–. Creo que me estoy entusiasmando más de la cuenta.
También él. Las ideas de Lissa y la pasión que transmitían sus palabras le contagiaban su entusiasmo. Pero sobre todo era ella. Sus ojos, brillantes y expresivos, su pelo, reflejando el sol de la mañana, su piel blanca y perfecta…
Apretó los puños y reprimió el impulso de alargar los brazos hacia ella. Solo era atracción sexual, nada más. Una reacción perfectamente normal en un hombre sano y excitado ante una mujer apetecible.
Pero la verdad era que Lissa lo atraía de una manera inexplicable. Y Blake no quería ni necesitaba las complicaciones que acompañaban al deseo sexual. No quería hacerle daño. Y para evitarlo tendría que mantener una relación estrictamente profesional.
–Estoy buscando algo para invertir –dijo con cautela–. Un negocio, por ejemplo.
Ella se quedó muy rígida en la silla, frunciendo el ceño mientras asimilaba sus palabras. Sus ojos cambiaron de color, adquiriendo un tono mucho más oscuro.
–Si estás pensando lo que creo que estás pensando, olvídalo –le dijo fríamente. Se levantó y se alejó unos pasos–. No necesito tu caridad.
–No estoy hablando de donaciones ni limosnas –le aclaró amablemente–. La caridad era cosa de mi madre. Lo que estoy sugiriendo es que seamos socios. Yo pondré el capital inicial, pero tú serás la responsable de llevar el negocio.
Ella se giró, completamente erguida. Parecía más alta de lo que era.
–¿Quieres decir que serías como… un socio capitalista?
–Exacto.
–¿Por qué?
–Porque todo el mundo merece una oportunidad, y me gusta lo que he visto hasta ahora.
Ella frunció el ceño y se cruzó de brazos, atrayendo la atención de Blake a su escote.
–¿A qué te refieres?
–Anoche le eché un vistazo a tu trabajo antes de traer el resto de tus cosas.
Lissa lo miró muy seria. ¿Qué sabía él de diseño de interiores? Acababa de mirarle el escote… ¿Pretendería financiar su negocio a cambio de sexo?
No. Eso jamás. Nunca se rebajaría a eso. Ni siquiera para salir de una situación dramática o para alcanzar el éxito, ni aunque fuera con Blake Everett.
–Encontraré a mi propio socio, gracias.
–Podrías tardar mucho en encontrar a la persona adecuada, y el tiempo es un lujo que no puedes permitirte. Mientras tanto vives sin un centavo y en unas condiciones lamentables.
Tenía razón. ¿Por qué demonios tenía que hablar con tanta sensatez?
–Por tanto, ¿qué tal si me aceptas como socio hasta que encuentres a otra persona? Alguien con dinero y con talento para el diseño que quiera desempeñar un papel más activo. Cuando encuentres a esa persona, renegociaremos nuestro acuerdo.
Lissa se apoyó en el fregadero y bajó la mirada al suelo, sintiendo cómo volvía a brotarle el entusiasmo en su interior. La solución que le proponía Blake resolvería sus problemas más acuciantes. Podría pagar las reparaciones del barco, saldar sus deudas y, tal vez, solo tal vez, probar suerte en la carrera que siempre había querido.
–Pero hay una condición –dijo él.
Lissa lo miró con el corazón encogido.
Blake observó