Ezio Manzini

Cuando todos diseñan


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combina de otro modo, cambia de manera efectiva el sistema técnico.

      Hasta ahora era lógico hablar de la innovación social en términos quizá simples porque nos ha servido para poner de relieve la existencia de una transformación impulsada por esa innovación cuando, durante todo un siglo, el único motor de cambio digno de consideración ha sido el factor técnico (o mejor dicho, el factor tecno-científico). Pero esa visión unilateral ha dejado de tener sentido: las pruebas que tenemos ante nosotros muestran que la innovación en el sistema socio-técnico no viene solo desde el lado tecnológico, sino que lo hace por un impulso social y cultural de gran envergadura. Sin embargo, una vez dicho esto (y una vez justificada, la simplificación que lleva a diferenciar la tecnología de la innovación social), debemos dibujar de inmediato una imagen más compleja: por razones que veremos más adelante, en un área creciente de la innovación es muy difícil, si no imposible, hacer tal separación.

      El asunto es el siguiente: cuanto más penetran los sistemas técnicos en la sociedad (es decir, cuanto mayor alcance tengan y más difusa sea la interconexión entre la tecnología y la sociedad), más rápido y más intenso será su impacto en los sistemas sociales en los que operan. Además (y esto es lo que más nos interesa), cuanta más gente quede expuesta a estas tecnologías, mayor será la oportunidad y la capacidad de absorberlas y saber utilizarlas o modificarlas para propósitos que ni los técnicos que inventaron y desarrollaron esos sistemas habrían soñado jamás. Así ha ocurrido con las tecnologías de la información y de la comunicación que, al sufrir una rápida penetración en la sociedad, han sido “normalizadas” de inmediato y en pocos años han pasado a ser, para muchas personas, la plataforma organizativa de su propia vida. Además, mucha gente ha sido capaz de adaptarlas a sus necesidades o ha llegado a inventar usos nuevos e inesperados. Esto se ha hecho tan evidente que hay gran cantidad de productos que se ofrecen ahora al público en una versión todavía incompleta (una “versión beta”) con el fin de recoger las mejoras o las ampliaciones que sugieren los propios usuarios (que se convierten de esta manera en codiseñadores).

      De ello se desprende que es cada vez más difícil mantener esa simplificación que nos llevó a distinguir entre innovación técnica y social. En un ámbito cada vez más gobernado por las innovaciones socio-técnicas, la discusión sobre cuál de los dos aspectos (el técnico o el social) dio el primer paso, tiende a parecerse al debate absurdo entre qué fue primero, si la gallina o el huevo.

      Al mismo tiempo que la confluencia de la innovación social con la innovación tecnológica puede ofrecer nuevos modos de resolver problemas concretos, dicha convergencia puede transformar la infraestructura y los sistemas de producción y consumo.

      Si prestamos la debida atención a la forma en que han aparecido y se han propagado estos sistemas distribuidos, veremos que tal cosa ha sucedido en diferentes momentos y por diferentes razones, en distintas oleadas de innovación que convergen de forma gradual.

      Infraestructura distribuida