Raíces suspendidas: estéticas y narrativas migrantes desde una perspectiva de género
las tradiciones y las culturas “auténticas” se han conservado intactas desde la conquista. Hay que esperar el final de la Segunda Guerra Mundial para que la antropología norteamericana oriente su investigación hacia el estudio de espacios occidentalizados.
El libro de Oscar Lewis, The Children of Sánchez, nos narra la vida de una familia proletaria mexicana. Está basado en el método del relato de vida y rompe con la ideología de las sociedades sin historia, aquellas que viven encerradas en un tradicionalismo primitivo. Esta obra obtuvo gran éxito mundial y sirvió de modelo para los estudios biográficos en el medio urbano. Presentada en forma de relatos cruzados entre los diferentes integrantes de una misma familia, concede la palabra a personas desfavorecidas, habitualmente clasificadas en la categoría de los “sin voz”. En la introducción, el autor escribe: “Por primera vez, gracias a la grabadora, personas sin preparación, incultas e incluso analfabetas, pueden hablar de ellas mismas y narrar sus observaciones y experiencias de un modo desinhibido, espontáneo y natural” (Lewis, 1961: 14).
Bajo el imperio del positivismo y del estructuralismo, la antropología francesa dio prioridad, durante largo tiempo, al estudio de las instituciones sociales, políticas y culturales sobre la representación “interior” que los individuos podían tener de las normas que los constituían. En palabras de Lévi-Strauss antes citadas, la recopilación y el análisis externo de prácticas y códigos culturales no restituye la lógica de los indígenas. En cambio, el método biográfico es, por excelencia, el que permite lograr esta restitución siempre que las narraciones singulares sean contextualizadas e inscritas en los sistemas sociales.
A finales de los sesenta, la antropología francesa se entusiasmó por los relatos de vida. Fue un periodo en que ciertos modos de vida rurales tradicionales estaban desapareciendo y necesitaban ser registrados a través de la recolección de testimonios. Este fenómeno era parte de un proyecto de rescate. El relato de vida, como variante del testimonio, puede ser comparado con las fuentes orales utilizadas en historia aplicada, en este caso, con la perspectiva antropológica que consiste en dar voz a quienes la historia no suele interrogar. La intención era abrirse a la diversidad de las culturas adentro de las fronteras nacionales, por lo que el estudio del mundo rural francés fue el relevo del exotismo consecutivo a la descolonización, con el objetivo de regresar a figuras internas de la alteridad.
Asimismo, al final de esa gran división que opone el mundo occidental a otros mundos definidos como preindustriales y arcaicos, desaparece también la fragmentación de la realidad a partir de la percepción histórica y cultural basada en la puesta a distancia del Otro. Este Otro —cuya diferencia fue humanizada durante el siglo XVIII y luego sometida al esquema evolucionista durante el siglo XIX (McGrane, 1989)— ya no se percibe como el salvaje, pero su diferencia sigue siendo señalada de manera negativa.
Como lo hace The Children of Sánchez, el proyecto de recopilación de costumbres rurales en peligro de extinción da voz a los dominados, rehabilitando asimismo culturas regionales ignoradas y despreciadas durante mucho tiempo en nombre de la necesidad de construir la unidad nacional. Varios libros son publicados en Francia, en la famosa colección Terre humaine dirigida por el antropólogo Jean Malaurie. Entre ellos podemos citar: Le cheval d’orgueil. Mémoires d’un breton du pays bigouden de Jakez Helias, traducido del bretón y publicado en 1975, y Toinou. Le crid’un enfant auvergnat de Antoine Sylvère, editados en 1980. Éstos son relatos biográficos publicados en una colección, que reúnen materiales etnográficos escritos en primera persona; según lo afirma Philippe Lejeune, todos pueden considerarse auto-etnografías. Lejeune, autor de numerosos libros sobre la autobiografía, distingue efectivamente la autobiografía entendida como género literario que busca “manifestar la profunda unidad de una vida [...] centrándose en la génesis de la personalidad” del relato biográfico o relato de vida, que pretende “dar testimonio a partir de una trayectoria singular, de una serie de prácticas y valores colectivos” (Lejeune, 2003: 14-15).
Estas publicaciones tuvieron un éxito inédito en el ámbito de las humanidades al poner el estilo literario al servicio de un proyecto científico. El relato, y en particular el de las personas dominadas, permitía tocar, a través de la recopilación de los infra-escritos —según el término de Philippe Lejeune—, mundos antes desconocidos o en peligro de extinción. El testimonio de Jakez Helias en este sentido constituye un excelente ejemplo de la pasarela que existe de la cultura campesina bretona a las escuelas seculares, como es el caso para el Indo Talayaesva de Soleil Hopi, los suyos lo reconocen porque simboliza esta transición entre dos culturas (Malaurie, 1975).
Enfoque biográfico: crítica y rehabilitación
El método que busca revelar una cultura o un mundo a través del relato de experiencias vividas no es unánimemente aceptado por los investigadores en ciencias sociales. Sobre la fascinación ejercida por el relato singular, Jean-Claude Passeron opina: “La fuerza imaginaria de los modelos literarios del relato de vida y de la ficción novelesca se debe, en primer lugar, a una imaginación filosófica que, desde la metafísica antigua hasta la metafísica clásica, se ha deleitado viendo como la vida de un hombre, de un linaje o de una dinastía, podía reflejar o miniaturizar el mundo entero. Microcosmos repitiendo el macrocosmos” (1990: 9).
La transposición del enfoque biográfico aplicado a sociedades consideradas como estáticas y armoniosas, a sociedades modernas y estratificadas es entonces objeto de numerosos comentarios y críticas por parte de los sociólogos que, a causa de la separación entre las disciplinas, y replicando la oposición entre tradición y modernidad, obran dentro las sociedades industrializadas. En su artículo sobre “el enfoque biográfico”, Daniel Bertaux (1980) promueve este método sin denunciar, como tampoco lo hace Bourdieu (1986), la fetichización de la “historia única” supuestamente encarnada por un “individuo único”. La singularidad de un caso, según esta perspectiva, daría cuenta de la totalidad de un mundo social. Sin embargo, la vida de los narradores está segmentada en función de su pertenencia a varios mundos paralelos o antagónicos como el trabajo, la familia o el ocio, que ellos presentan con una coherencia artificial. El relato solicitado por el etno-sociólogo se reestructura en función de los marcos sociales de la memoria (Halbwachs, 1950), llamados sociogramas por Régine Robin (1986); también en función del proyecto y de la reescritura del investigador.
Claude Dubar (1998) considera, en cambio, que podemos llegar a superar la oposición entre dos posturas epistemológicas: la que esencializa la identidad personal que guía el recorrido biográfico, y la que parte de las categorizaciones sociales para explicar la estructura de las identidades biográficas, en tal caso, ilusorias. Dar paso a la noción de proceso identitario o social permite romper la ilusión de que un mundo puede leerse en el relato subjetivo de una trayectoria de vida, pero también permite moverse de la posición objetivista que considera las identidades singulares únicamente como la internalización de las categorías y las normas sociales.
El relato de vida revela significantes socio-simbólicos que participan de la fragmentación del campo socio-estructural, pero al mismo tiempo contribuyen a su unificación. Asimismo, Daniel Bertaux considera que los “dos niveles, lo socio-estructural y lo socio-simbólico, no son más que dos caras de una misma realidad: lo social”. Se supone que las investigaciones relativas a las estructuras de producción o a la formación de las clases sociales se sitúan en el primer nivel; en el segundo nivel, las que “buscan determinar los complejos de valores y de representaciones que existen” (1980: 204). Pero, aunque la ciencia sociológica pueda distinguir entre los objetos y los enfoques, sólo resulta operante la articulación entre ambos.
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