Eric Barone

Sanar sin fronteras


Скачать книгу

facultad de medicina. De haberlo hecho, allí habrían transformado mi cerebro y habrían logrado que creyese que esos hombres de bata blanca sabían curar y que los chamanes de la selva eran todos ignorantes.

      Me dediqué a leer y me fasciné pronto con lo que leía. Mezclaba desordenadamente tratados de cirugía, libros de ocultismo, muchos de ciencia y de física, algunos de sociología política y libros de ciencia ficción, leía de todo excepto los aburridos manuales escolares.

      R: Me gustaría agregar algo sobre sus lecturas en esos primeros años que los va a sorprender. Cuando le pregunté cuándo y cómo aprendió conceptos de marketing, me contó que, en esa época, (tendría entre 7 y 8 años de edad), descansaba de sus lecturas serias leyendo revistas de historietas del Pato Donald. Un día, en una de ellas, el Pato

      Donald le preguntaba a su tío millonario qué tenía que hacer para volverse rico. El tío se quedaba pensativo apoyado en su bastón y le contestaba: ‘Es muy sencillo, busca lo que la gente necesita y ofréceselo al mejor precio’.

      Años después, en una conferencia en la Universidad de Economía, Eric contó esa anécdota e incomodó a los profesores cuando dijo que no había encontrado nada más fundamental que esa respuesta y que estaba feliz de haber zafado de varios e innecesarios años de estudio. Claro, hablaba con su irreverencia habitual mientras los alumnos se reían. Años después, algunos de ellos se volvieron sus empleados cuando el marketing digital se impuso.

      J: Bueno, hay dos cosas de las que estoy seguro: una es que Barone es un superdotado y la otra, que es un ejemplo perfecto de inteligencias múltiples según la teoría de Howard Gardner.

      Les doy un ejemplo: Él tiene su propio sistema de aprendizaje. Lean este prefacio que un editor escribió sobre él hace varios años y que se encuentra al inicio de muchos de sus libros.

      En 1971, en Marsella, puerto del sur de Francia, un joven refugiado político llegado allí 10 años antes, al indepen¬dizarse Argelia, decidió firmemente transformarse en «explorador».

      «Pero, -se preguntaba- ¿para explorar qué»? Todos los territorios del planeta parecían ya descubiertos, tanto la astronomía como el mundo microscópico ya habían sido abordados con la más alta tecnología. ¿Qué quedaba entonces por explorar?

      Siendo un virtuoso músico autodidacta, autor de un tratado de cibernética mental a los 16 años de edad, la decisión de «explorar» tomada por su cerebro, capaz de absorber una enciclopedia en una semana, no debía ser considerada como una fantasía de adolescente sino, más bien, como el despertar de un antiguo maestro espiritual encarnado en un joven científico.

      Eric Barone, sospechaba ya a esta edad que su cerebro funcionaba de un modo distinto de lo normal.

      Sentado en un confortable sillón, podía entrar en estado de trance y leer miles de páginas en pocas horas... sin comprenderlas. Y después de varias noches de sueño, los libros parecían recomponerse en su mente, con una organización distinta. Aparatos desconocidos, nuevas filosofías, medios terapéuticos nunca vistos, dibujos ar¬quitectónicos fantásticos, muebles y medios curativos, lo recibía todo como si proviniese de otros mundos.

      Le pareció muy natural decidirse a explorar la concien¬cia humana para intentar comprender lo que ocurría en su persona. La biografía de Edgar Cayce lo iluminó. Se sentía bastante semejante a ese profeta durmiente de Virginia Beach que recibía, también durante sus trances hipnóticos, información sobre aparatos, medios curativos, diagnósticos de misiones espirituales, de un modo que ninguna razón lógica podía explicar.

      J: Eric me confirmó cada uno de estos hechos y, desde mi perspectiva como psicólogo, opino que es evidente que tiene una forma particular de almacenar conocimientos en su preconsciente y una inteligencia (¿interna o externa? lo ignoro) que digiere y reorganiza los conoci¬mientos. Él mismo lo explica en otros libros, que ya veremos más adelante. ¿Comprenden ahora por qué insistí en darle un carácter epistemológico a esta biografía?

      Ustedes saben que aprendió a tocar la guitarra clásica en seis meses. Yo lo escuché tocar pero, como no soy melómano, hice una grabación y se la di a profesores de un conservatorio para que ellos opinaran. Todos creyeron que se trataba de la ejecución de un joven concer¬tista o de un alumno extremadamente talentoso. Ninguno admitió la posibilidad de que fuese un músico autodidacta sin más estudios que la lectura musical y que hubiese podido alcanzar esa maestría en tan sólo 6 meses.

      Luego, cuando les dije la verdad, volvieron a escuchar la grabación y, como conocían las obras, empezaron a descubrir errores en los ritmos. Eric ya me había anticipado que nunca había dominado perfectamente la rítmica pero que su intensidad emocional compensaba todos esos errores y, riéndose, afirmaba que finalmente la gente percibe la emoción y olvida la técnica.

      Lo más interesante es que aprendió en 6 meses y después de dar conciertos, descubrió que ése no era su verdadero camino, que lo que en realidad quería comprender era cómo había podido aprender tan rápido. Y eso lo remitía a afirmaciones que había escuchado desde que estaba en la primaria: que un niño de 3 años no puede saber leer, que para tocar bien la guitarra se necesitan 6 años, etc. Barone comprendió que, si no podía explicarse esos procesos sus hazañas carecerían de todo sentido.

      C: Además no tienen que olvidarse de que su situación familiar era muy precaria. Su familia era pobre, vivían en dos piezas minúsculas en un barrio obrero de Marsella. Su padre los había abandonado cuando éltenía 3 años. Su madre se mataba en una fábrica para traer comida a la casa donde también vivían una abuela discapacitada e iletrada y un abuelo sordo y ciego que no hablaba francés. Pienso que esa situación lo marcó mucho más que ninguna otra.

      R: Lo confirmo. Eric me contó que, en esa época, frente a la pobreza familiar, lo poseyó algo así como un furor empresarial y decidió faltar al colegio para poder dar cursos de guitarra y aprovechar los logros de su aprendizaje para ayudar económicamente a su familia. También me contó que, en realidad, él quería estudiar piano pero que eso era impensable porque no tenían dinero para alquilar uno y, menos todavía, para pagarle a un profesor. Intentó aprender con un teclado de madera que se construyó él mismo, pero luego renunció. Lo que sí pudo comprar fue una guitarra de baja calidad, discos de conciertos de guitarra y partituras.

      El proceso de su aprendizaje fue tan caótico como el de aprender a leer. Cientos de horas de leer y escuchar música desordenadamente que luego su pre consciente ordenaba.

      J: Es cierto. Por eso yo digo que es un superdotado. En su afán por comprender esos mecanismos, inventó una cibernética mental buscando, en él mismo, el complejísimo algoritmo que explicara todas las etapas que se producían en su cerebro y que iban desde ver el dibujo de nota musical a tocarlo sobre el instrumento. Tenía 16 años y nunca había leído un libro de cibernética, ciencia que entonces estaba en pañales. Percibió ese algoritmo de forma no lógica, más bien como un tipo de intuición o de Videncia Akáshica. Ese algoritmo le sirvió de base para la creación del Agregado Holo Memorial, todo un sistema pedagógico que ahora está cada vez más de actualidad y que él enunció hace 50 años.

      Así pudo descubrir los atajos que había tomado su mente para aprender y recordó una frase que dijo una vez un gran maestro de la guitarra: “pasé tres años para aprender el solfeo y treinta para olvidarlo”. Comprendió que los sistemas de enseñanza en todas las áreas utilizan los mismos mecanismos tradicionales con que aprendieron los profesores y que nunca nadie intentó acelerar la velocidad del aprendizaje de los alumnos. Había un consenso silencioso acerca del tema. Recuerda, con dolor, como fue rechazado su intento de entrar al Conservatorio Municipal, donde él creía que “los mejores profesores enseñaban a los mejores alumnos”.

      C: Aquí les digo que no estoy para nada de acuerdo con él cuando afirma que “los Conservatorios, las Escuelas de Bellas Artes y las Universidades” son “campos de exterminio de jóvenes talentos”.

      R: No sé, tal vez tenga razón. Podemos observar en internet, en YouTube, cómo niños y jóvenes realizan verdaderas hazañas artísticas sin haber ido nunca a esas escuelas.

      J: Amigos, no