Eric Barone

Sanar sin fronteras


Скачать книгу

creí haber encontrado mi vocación: fascinado por lo que leía sobre la medicina egipcia, quería ser médico egipcio, sin pensar que no existía, (ni existe), ningún centro en el mundo que enseñé algo que nadie comprendió y que todos menospreciaron.

      Me fascinó la figura de IMHOTEP. Había nacido, aproximadamente, en el año 2690 antes de Cristo. Su nombre se traduce como: «el que viene en paz». No me llamó la atención que lo tratasen como a un Dios. Ahora sé que, fabricando egrégores* con la mente, la kundalini* y lo que ahora llamo el 4to ojo*, un hombre puede fabricar muchos dioses en el mundo energético, (¡y son muchos los que lo hacen hoy en día!). Me llamó mucho más la atención que fuese a la vez astrónomo, el primer arquitecto conocido en la historia y que también fuese médico. Dudando de este último rol, leí la traducción del papiro Edwin Smith que cuenta 48 curaciones hechas por él y observaciones diversas. Ese papiro fue escrito alrededor del año 1700 a.C. y relata cosas extraordinarias: nos brinda un enfoque mágico-religioso de esa medicina que no descarta la cirugía, y menciona una gran cantidad de medicamentos. Imhotep ya usaba opiáceos como anestésicos. En ese papiro se lee la descripción de suturas craneales, de la meninge, la superficie externa del cerebro y del líquido cefalorraquídeo.

      Imhotep, que se había convertido en mi nuevo héroe, no sólo fue «sumo sacerdote» de Heliópolis y «visir» del faraón Necherjet Dyeser. Hizo algo que a mí me pareció lo más importante de todo: diseñó la pirámide escalonada de Saqqara. Como era arquitecto y astrónomo dominaba el cálculo y la geometría, cosa que a mí me impresionaba porque esas dos materias fueron mi terror escolar hasta que me salvaron las calculadoras portátiles).

      R: Esto es lo que me gusta de Eric. Se ríe de sus fracasos, luego los analiza, crea una nueva teoría y evita así que otros fracasen. ¡Qué suerte que nunca se metió en política!

      C: ¡Todo está muy bien pero ese relato histórico no me aclara los métodos que usó!

      R: Continúa leyendo y ya verás

      Supongo que ya adivinarán lo que hice: me fui a los Registros Akáshicos, pero no a visitar a Imhotep, porque sabía que iban a decir que estaba haciendo «espiritismo», sino a vivenciar las terapias que él practicó en alguna pirámide, mirándolo desde los ojos y desde la mente de sus pacientes.

      C: Eso es exactamente lo que nos enseñó a hacer para indagar a un paciente, tanto tratándolo en persona como a distancia, usando la Máquina de Videncia. Ver a través de sus ojos, como si estuviésemos dentro de él. Así sentimos todo lo que siente el enfermo que nos consulta, (viva Stanislav Grof que quería hacerlo inyectándose ácido lisérgico). Y también podemos verlo desde afuera e interpretar lo que nos muestran sus energías. Sigamos leyendo a Eric:

      Les cuento lo que vi. Me costó años elaborarlo y hoy en día comprendo por qué Imhotep fue mi primer héroe.

      Usando una pirámide de tamaño gigante captaba potentes energías de forma*, llamadas «energías radionicas. Es las energías del cosmos y de la Tierra, se condensaban en las pirámides.

      Imhotep no sólo era astrónomo sino también era astrólogo. Podía calcular el impacto que tenían los planetas sobre el organismo de un enfermo. Las pirámides funcionaban como condensadores de energías cosmo telúricas. Actualmente usamos la radioterapia y podríamos pensar que hacemos lo mismo, pero no actuamos al mismo nivel. La radioterapia que salvó tantos enfermos de cáncer, actúa en el nivel celular, es decir, en el mundo de las tres dimensiones, mientras que las energías planetarias actúan en las otras 22 dimensiones que colaboran con la vida. La primera actúa en el cuerpo físico y la segunda en los cuerpos energéticos. Ése era el secreto de Imhotep: recuperar todo el arsenal biológico posible, fitoterapia, cirugía, auscultación y combinarlo con energías cósmicas.

      Toda esta digresión fue para explicarles qué procedimiento utilicé para interpretar lo extraordinario de Imhotep. Voy a contarles lo que me pasó durante ese proceso. Incorporándome en el cuerpo de uno de los enfermos que sanó, de repente, me sentí preso de un terror indescriptible. En medio del humo de inciensos diversos, un Dios con cabeza de perro se acercaba a mí. Más tarde, analizándolo con más calma, comprendí que habían puesto al enfermo en estado hipnótico y que el Dios era, obviamente, un mero asistente disfrazado.

      La imposición de manos en forma sanadora que hizo sobre mi cuerpo me encontró en tal estado de sugestión que no le costó ningún esfuerzo ordenar sanarse a mi sistema neurovegetativo.

      La orden apuntaba a movilizar mis recursos energéticos latentes, que Imhotep y sus discípulos parecían conocer muy bien.

      Comprendí que no me estaban sanando con sus manos, no me estaban transmitiendo energías propias, sino que trabajaban mi 4to ojo* para hacer entrar en él un filamento de egrégor* asociado a ese Dios. Yo sentía cómo ese filamento recorría y tomaba posesión de mi sistema nervioso con fines de monitorearlo hacia la auto sanación.

      Prefiero no hablar de las pociones que me hicieron ingerir ni de los cortes quirúrgicos que hicieron en mi cuerpo.

      Escuché a Imhotep decirme que iba a darme una poción alquímica especial, que probablemente iba a sentirme morir pero que después regresaría a mi estado normal. Y así pasó, el enfermo, (yo), estuvo en estado de vida suspendida encerrado en un sarcófago, viajando a mundos mágicos pero reales, a otras dimensiones a las cuales pude entrar gracias a los diseños mágicos que estaban pintados sobre el sarcófago. Y regresé del estado en que estaba con una enorme taquicardia. Comprendí por qué muchos enfermos morían... pero de miedo. Y volví al presente bromeando conmigo mismo sobre lo que habría significado en esa época tener un seguro médico.

      R: A ver, retrocedamos un poco. Ustedes parecen presentar a Barone como un maestro en canalizaciones, vidente, sanador. Pero ustedes dos saben que esto es, a la vez, verdadero y falso. Porque antes de usar esas capacidades especiales ha sido investigador de la pedagogía y del hipnotismo yendo más lejos que los demás usando sólo su cerebro racional. Pregúntense mejor porqué desapareció en la cima de su éxito en Francia y verán lo que es ser investigador antes de ser empresario. Regresen a sus 16 años, al colegio, a las rabonas, a la adolescencia, a los cursos de guitarra, a las deducciones e inducciones, a su primer libro y a los conciertos y verán que es mucho para un adolescente autodidacta.

      Eric Barone se propone entonces un objetivo bien circunscrito: buscar todos los medios para acelerar el aprendizaje, transformándolo en una meta de interés social, político y humanitario a escala global.

      Para la situación de un adolescente de 16 años, ya profesor particular de música con mucho éxito profesional (y económico), ese pensamiento parecería iluminado y fuera de la realidad, pero, precisamente, así se han hecho los más grandes descubrimientos en la historia de la humanidad, con pensadores rebeldes, contestatarios, pero dotados de una actitud metódica y científica y con una perseverancia a prueba de cualquier adversidad.

      A esa edad, verificando cada una de sus hipótesis desde la cibernética aplicada con la colaboración de sus alumnos, elaboró una lista de conceptos sorprendentes con los cuales se adelantó a ciertos aspectos del aprendizaje que la humanidad descubrió mucho después. Por ejemplo, Eric Barone sostenía, en aquella primera obra, que la diferencia entre la adquisición de un conocimiento automatizado y el mismo conocimiento no automatizado era consecuencia directa del sueño natural.

      Años después el profesor Michel Jouvet demostraba la participación del sueño paradójico en el fenómeno del aprendizaje y en la fijación de los conocimientos en la memoria.

      Barone elaboró los conceptos siguientes:

      - Ya que no se puede definir lo que es «aprender» se debería, al menos, explicar lo que es «saber».

      - La única palabra que puede reemplazar a «saber» es «automatizar».

      - «La automatización es el resultado de un alto grado de conciencia invertida en el aprendizaje, confrontado a una alternancia cíclica entre trabajo y sueño».

      La teoría pavloviana encontraba así su más noble campo de aplicación.

      Se abocó,