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Más allá del vicio y la virtud


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la lucha contra la trata hay un único feminismo o una única gobernanza.

      AA: Por supuesto que no estás restándole énfasis al papel del feminismo de la dominación en el giro del feminismo hacia lo penal. Lo vemos en la guerra contra el terrorismo. Lo vemos en la violación y lo vemos en la trata.

      Afortunadamente para quienes no están de acuerdo con la postura de las feministas de la dominación respecto de la prostitución, Mary Robinson, la entonces alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, envió a Anne Gallagher a Viena, y el mundo feminista de los derechos humanos envió a muchas activistas entendidas, lo que estableció un concurso de influencias entre feministas en las reuniones de Viena. Este grupo algo dispar estaba decidido a que las reuniones de Viena no degradaran ni desplazaran los derechos de los refugiados, se centraran en las necesidades de los migrantes vulnerables y no victimizaran a las trabajadoras del sexo que las feministas de la dominación querían “rescatar”. Estas feministas de derechos humanos ganaron muchísimo. Por ejemplo, al principio del proceso de Viena ayudaron a asegurar que la lucha contra la trata no solo se centrara en las mujeres y los menores, sino en la explotación laboral en general. El nombre del protocolo –“trata de personas”, no “trata de mujeres y menores”– indica una victoria para este cuerpo alternativo de defensa feminista.

      Pero las feministas de la dominación aún querían equiparar la trata con la prostitución, y las feministas de derechos humanos tenían una especie de papel ambivalente que desempeñar allí porque compartían la tradición libertaria civil de los progresistas estadounidenses. Por un lado, sabían que penalizar todo puede ser realmente aterrador, en especial en estados con sistemas de derecho penal en los que los derechos de los acusados son insignificantes. Por el otro, también consideraban que había llegado el momento de utilizar la aplicación de la ley penal para ejercer influencias sobre los agentes explotadores de las industrias mucho más allá del sector del sexo: en la agricultura y la construcción, y en el trabajo doméstico, dondequiera que vayan los trabajadores vulnerables, a veces obligados, a realizar trabajos vulnerables. Esta ambivalencia feminista sobre la penalización volvió a surgir en su agenda.

      Uno de los elementos fascinantes del proceso de creación de la historia de la “trata” por parte de las feministas es lo que podríamos llamar sus condiciones de audibilidad, sus condiciones de inteligibilidad. El feminismo de la dominación había dado su giro carcelario unos años antes. En el auge de la lucha contra la trata, sus defensoras hablaron convincentemente en términos de control social con las personas que querían controlar la migración del sur al norte en el mundo de la posguerra fría. Se hicieron oír con fuerza. En cambio, las defensoras de los derechos humanos hablaban un lenguaje completamente ajeno a los participantes de las reuniones de Viena, que llevaron al protocolo de la trata. Recordemos que este fue el “niño mimado” de la UNODC. Las herramientas paradigmáticas en discusión eran los controles internacionales del tráfico de drogas y armas. Creo que la gente del control de drogas y armas vio a las feministas de derechos humanos y simplemente pensó: “¿Qué? ¿Quiénes son ustedes y de qué están hablando? Queremos castigar el crimen organizado transnacional, ¿y ustedes hablan