Rubén Dri

Ethos, ética y sociedad


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ellos sea verdadero y los demás falsos, o que haya alguno que sea más verdadero que otro.

      A partir del rasgo científico de nuestro ethos, nos sentimos tentados a afirmar que la verdad con respecto al agua está en la mente del químico, quien piensa que es H2O. Sin embargo, la lavandera que piensa que el agua es lo que le permite ganarse lo indispensable para mantenerse ella y sus hijos en vida no está menos en la verdad. Tal vez incluso su concepción sea más verdadera que la del científico, en cuanto es más concreta. La de este, en último término, es una abstracción mucho más elevada que la realizada por la lavandera.

      Vemos claramente cómo hablar del ethos es hablar del mundo en el sentido señalado. Hemos dicho anteriormente que el ethos es el “modo de habitar el mundo”. Podríamos decir también, quizá con mayor precisión, que es el “modo de habitar, configurar y apropiarse del mundo”. De hecho no se puede habitar un mundo sin apropiárselo y configurarlo, pero es necesario hacer resaltar el momento de la apropiación y el activo de la configuración, cosa que aparecerá más claramente cuando hablemos de la teoría-praxis.

      Por lo mismo, encontrar los criterios para diferenciar los distintos ethos en la historia es igual que encontrar el criterio de la configuración de los distintos mundos. ¿Es posible poner algún orden en estas configuraciones o ethos? Creemos firmemente que sí, y constituye uno de los problemas centrales que se ha de plantear toda ética.

      2.2. Con los otros

      Sin dudas que podemos y debemos examinar críticamente el terreno, el ethos del que parten, en especial la manera como sienten los sectores medios de la burguesía las crisis de todo tipo, expresadas violentamente en las dos guerras mundiales interimperialistas y sus catastróficas consecuencias, pero ello no significa invalidar completamente sus importantes aportes a solucionar el problema.

      Si queremos saber a qué han quedado reducidas las relaciones entre los hombres en las sociedades capitalistas con avanzada tecnología, es conveniente y casi imprescindible leer las páginas que Heidegger dedica a la descripción fenomenológica del “se” en Ser y tiempo, o a las numerosas partes en que Marcel describe en sus obras “la crisis del mundo contemporáneo”, tema que constituye el punto de partida de su filosofía.

      Con respecto a estos autores, como en general ocurre con todos los pensadores de las filosofías de la existencia, es importante analizar cómo el punto de partida de su filosofar lo constituye la deshumanización que sufre el hombre en las sociedades capitalistas de tecnología avanzada. Ello permitiría comprender la descripción que hacen de dichas sociedades desde el punto de vista de las relaciones humanas, y ubicar exactamente dónde colocan la solución del problema.

      Por nuestra parte, cuando tengamos el criterio para distinguir los distintos ethos en la historia, tendremos el marco necesario para hacer las críticas que correspondan, recuperando sus aportes valiosos. Así como necesitamos algún criterio para poner orden en la configuración de los distintos mundos, también lo necesitamos para ver cómo se establecen las relaciones entre los hombres.

      2.3. Consigo mismo

      Al mismo tiempo que el hombre está abierto al mundo y a los otros, también lo está respecto de sí mismo. Guarda una relación consigo mismo que puede estar signada, y este es uno de los temas fundamentales de las filosofías de la existencia, por la autenticidad o la inautenticidad.

      Es un tema fecundo que en realidad, como acontece con todos los temas fundamentales, siempre ha atraído la atención de los filósofos. Está presente también, y de una manera muy viva, en la temática religiosa del pecado y la santidad, que tanto llamó la atención de los teólogos cristianos. El marxismo en general ha dado poca consideración a este problema, en parte acuciado por la necesidad de dedicarle mayor atención a los problemas colectivos, pero en parte también debido al dogmatismo que lo afectó durante la época estalinista.

      De cualquier manera, el hombre no puede eludir la apertura con relación a sí mismo, y esto le plantea múltiples problemas, los célebres problemas individuales, que pueden dar origen a movimientos reaccionarios si se los enfoca de una manera aislada.

      Precisamente el defecto capital de la manera como enfrentan el problema los filósofos de la existencia consiste en hacer un planteo individualista de la autenticidad. El punto de partida lo constituye la “masificación” a la que está sometido el hombre en las sociedades capitalistas con tecnología avanzada. Frente a dicha masificación, en la que se involucra a la sociedad en su conjunto, especialmente a los sectores trabajadores, proponen la autenticidad como una solución individual.

      Heidegger en Ser y tiempo describe la masificación como el mundo del “se”. Allí nadie asume responsabilidad alguna. Todo se descarga en las espaldas del “se” anónimo: “se dice”, “se hace”. Es el mundo de la inautenticidad, de la caída. El paso hacia la autenticidad está cruzado por la angustia. Quien es capaz de una verdadera angustia detenta un privilegio reservado para algunos pocos, pues no se trata de una simple angustia psicológica, sino que debe llegar al ámbito metafísico, alcanzar la autenticidad, “su más auténtico poder ser mismo”.

      Creemos que el análisis de Heidegger tiene aspectos sumamente valiosos. La angustia como paso de la inautenticidad a la autenticidad nos parece correcto. Todo hombre que decide “afrontar” lo que piensa como su misión pasa por momentos semejantes a los que describe el filósofo alemán. Eso les pasó a los santos, los místicos, los grandes pensadores y los revolucionarios. El camino hacia la autenticidad, que es también hacia la plenitud, es “un camino estrecho”, como relatan los mitos, de acuerdo con una experiencia antiquísima de la humanidad.

      Los aspectos más débiles del análisis heideggeriano están en la propuesta individualista y evasiva de la autenticidad. El hombre emerge solo en el terreno de la autenticidad, empuñando su existencia, olvidándose de todos los entes que están a su alrededor y que lo invitaban a perderse en ellos. Incluso en obras posteriores, la autenticidad coincide con la “apertura del Ser”. Se logra en la intimidad, fuera “del mundanal ruido”.

      Podríamos insistir tomando ahora a otro filósofo de la existencia, Marcel. En la sociedad masificada ve al “se” como individuo en estado parcelario. El “individuo”, esa parcela del todo social, debe llegar a ser “persona”, es decir, el ser que tenga el coraje necesario para afrontar sus propios actos. Que se siente responsable de sus propios actos, sin refugiarse en el “se”.

      Marx indicó la manera correcta de enfocar el problema al afirmar: “El hombre es, en el sentido más literal, un animal político, no solamente un animal social, sino un animal que solo puede individualizarse en la sociedad”. Los problemas individuales no deben ser negados, sino, por el contrario, afirmados y encarados resueltamente, pero sin perder