y determinantes de la existencia (51).
Comienza a validarse socialmente la preocupación por ser libre a la hora de elegir pareja. Y la pasión sexual se sanciona o no, dependiendo de si proviene de un amor verdadero, posición absolutamente contraria a la sostenida durante la Edad Media.
Para los románticos, el amor se constituye en el único punto de certeza y apoyo en un mundo caótico e impredecible. Y en la clase media del siglo XIX, el amor romántico pasa a ser un factor primordial que lleva a la elección de pareja para el matrimonio. Este último y la familia, se idealizan como instituciones necesarias para la sociedad, y la devoción conyugal se convierte en una obligación social (14).
Sin embargo, lo que no logra ofrecer el Romanticismo es la integración de razón y pasión. No alcanza el equilibrio entre lo objetivo y lo subjetivo. Le falta el aporte que se concreta a finales del siglo XIX y que marcará la evolución del siglo XX: la psicología. Es desde esta que se pueden armonizar los elementos subjetivos y objetivos de la realidad. Por ello, el amor, tal como lo concibieron los románticos del siglo XIX, llegó a tener un carácter que muchos críticos han determinado como apasionadamente enfermizo. Esto, tal vez, porque la exaltación del amor en su sentido subjetivo, apasionado e impulsivo lo hace colindar con lo trágico y lo destructivo, lo cual se presta para una interpretación que lo concibe como de carácter patológico.
A pesar de que la mujer ingresa al campo laboral y aporta con recursos, el hombre aún mantiene el control y el poder en la sociedad. En su gran mayoría, sin embargo, las mujeres son calificadas como amas de casa y su contribución a la economía familiar no es considerada un recurso como tal. En 1900, en los Estados Unidos, apenas el 20% de las mujeres, compuesto en su mayoría por inmigrantes jóvenes y solteras, integraba el mercado laboral (46).
El ideal de igualdad de la Revolución Francesa se va aplicando también a la relación entre los sexos: la ideal es aquella que resulta entre dos seres de igual capacidad y valor. A medida que la mujer sale a trabajar y adquiere poder económico, es más respetada. Las de la alta y mediana burguesía se liberan bastante del trabajo doméstico, se educan, leen, y van tomando conciencia de su condición, lo que da origen a líderes femeninas que inician las primeras demandas orientadas a mejorar su situación como género. Primero piden acceso a la educación y luego, en el siglo XX, exigen la igualdad en los derechos civiles, políticos, y enseguida acceso al trabajo y al poder público.
Helen Fisher señala que hay una correlación estricta entre el aumento de la tasa de divorcios y la autonomía económica femenina. Dicho aumento ocurrió incluso en la antigua Roma, cuando —por circunstancias de herencia— muchas mujeres tuvieron acceso a grandes riquezas. Las tasas de divorcio son altas en las parejas donde los ingresos del hombre son marcadamente inferiores a los de la mujer. Las mujeres con formación académica sólida y un trabajo bien pagado se divorcian con mayor facilidad. En Estados Unidos, actualmente el 60% de los juicios de divorcio son iniciados por mujeres (46).
El divorcio comenzó a aumentar cuando las mujeres de los granjeros emigraron hacia las fábricas, o cuando establecieron pequeñas empresas domésticas para obtener dinero adicional.
8. Desde el an̄o 1900 hasta la década de los 60
• En este período coexisten todos los tipos de relación que se han concebido a través de la historia, excepto la promiscuidad. Subsisten en forma paralela la monogamia única con infidelidad, la monogamia única con fidelidad, la poligamia y, como modelo de relación de pareja entre artistas y gente famosa, se instaura la monogamia en serie.
El aporte de la psicología refuerza el lugar central de la relación de pareja para la crianza de los hijos, la necesidad de que en este triángulo predomine el amor, y destaca las consecuencias de las separaciones. Se afirma el modelo de monogamia única, aunque en la práctica existe bastante concubinato informal. Se mantiene la disociación machista y gana terreno la infidelidad femenina, aunque todavía lejos de alcanzar las cifras de la masculina.
En este período se produce una oscilación del péndulo entre dos extremos: por un lado, en la década de los 50, el auge de la relación de pareja monogámica única, en que la mujer retoma su papel de ama de casa y la vida de hogar se pone de moda; por el otro, en la década de los 60 se impulsa una rebelión al modelo conservador anterior, representada en los movimientos hippies que pregonan el amor libre, la poligamia y la monogamia en serie. Los medios de comunicación se encargan de difundir las formas de vida de los artistas de Hollywood y su frecuente monogamia en serie: algunos llegan a tener más de seis o siete parejas a lo largo de su vida, lo que para algunos representa un modelo idealizado de la sociedad occidental (1).
El enamoramiento se considera una condición importante que lleva al compromiso posterior del matrimonio. La fuerza de la unión matrimonial estriba en el amor entre los cónyuges, y se refuerza a través de la protección, crianza y educación de la descendencia. Poco a poco, las mujeres se sacuden las inhibiciones sexuales arrastradas por siglos, y empieza a consolidarse la idea de una relación de pareja con absoluta fidelidad, en un vínculo de amor sexual estable.
La década de los 50 recomienda a la mujer quedarse en casa: el antropólogo Ashley Montagu, citado por Helen Fisher, dice: “Ninguna mujer casada y con hijos pequeños puede trabajar ocho horas fuera de su casa y ser, además, simultáneamente una buena madre y esposa”. La canción infantil típica es “bate las palmas, bate las palmas, hasta que papito llegue a casa, porque papito tiene plata y mamita no” (46).
El control de la relación de pareja yace en las manos del hombre, a pesar de que en el ejercicio de su poder tiene ahora muchas más limitaciones que antes; y si bien sus conductas no son despóticas, sigue siendo quien toma las decisiones importantes dentro del hogar y respecto de la pareja.
El gran logro de la mujer en este período es el derecho a voto. A esto se suman algunas conquistas de igualdad en el trabajo en relación con el hombre, además de su incorporación a los sistemas de educación superior que, con el tiempo, dará origen a sectores importantes de mujeres cultas y de clase alta que exigirán sus derechos.
En la década de los 50 en Estados Unidos, los índices de divorcio permanecen atípicamente estables, mientras declinan los índices de segundo matrimonio. Las tasas de nacimiento alcanzan el punto más alto del siglo XX (46).
9. Desde la década de los 60 hasta inicios del siglo XXI
• El tipo de relación de pareja al que se aspira en este período es la monogamia única con fidelidad. Este ideal monógamo de relación responde a un anhelo que, como señalamos antes, es compartido mundialmente por todas o casi todas las culturas, hecho confirmado por distintos estudios estadísticos. El agregado, a partir de ahora, es la exigencia de fidelidad mutua.
Podríamos llegar a plantear que este tipo de relación de pareja es un desafío para la sociedad del siglo XXI y que corresponde a la revolución de los jóvenes de hoy. Varios factores contribuyen a generar este anhelo: los métodos anticonceptivos, que favorecen el despliegue y desarrollo del amor sexual maduro sin las inhibiciones y privaciones que exigía la evitación del embarazo; el logro de una relación simétrica del hombre con la mujer, por el acceso al mundo del trabajo, a los derechos civiles, y la creciente conciencia de la importancia de las relaciones de igualdad, libertad y fraternidad para un compartir que sea mutuamente enriquecedor; y la aparición del aporte femenino en cuanto a inteligencia emocional, o de razón reparadora, que ha pasado a ser tan valorado como el masculino en su carácter de razón instrumental. También ha contribuido la emergencia del sida, que tiene un efecto atemorizante sobre la sexualidad con un tercero y lleva a que el deseo erótico se repliegue a la pareja original.
Los factores mencionados conducen a que se aspire a una relación donde amor, sexo, proyectos, comunicación y contención mutua, se busquen exclusivamente en la pareja.
Hoy se concibe el amor de pareja como lo he denominado acá, amor sexual estable, justificando la relación más allá de un vínculo destinado a la procreación y educación de los hijos. La fuerza de este lazo amoroso viene dada por la importancia de compartir con el otro todas las instancias del ciclo vital, en una intimidad que da acceso a un nivel