Fabiola Cabra Torres

Pensamiento educativo en la universidad


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Julio Carrizosa Valenzuela y Vicente Pizano Restrepo, el primero, rector entonces de esa universidad, el segundo, examinador de la tesis y años después también rector. Estos dos colegas y su distinguido alumno se encontrarían nuevamente en la década del cincuenta, en las reuniones de profesores de la Javeriana.

      En el diploma del doctor Luis Felipe apareció el escudo de la Universidad Nacional de Colombia que hoy nos es tan familiar y que incluye en uno de sus cantones la letra griega PI asociada a nuestra profesión y destacada en el emblema adoptado por la Sociedad Colombiana de Ingenieros en 1925. En el mosaico del doctor Luis Felipe de 1936 se encuentra, sin embargo, la letra griega FI, la misma que lucía en su anillo de grado, y como pin sujetaba en su sitio la corbata que lucía siempre el doctor Bateman. No conozco la razón de esta diferencia, por supuesto de interés para los amigos de la heráldica.

      De su trayectoria profesional se recuerda su labor en Ferrocarriles Nacionales como ingeniero de proyectos; en la Gobernación de Cundinamarca, Secretaría de Obras Públicas, como Jefe de Proyectos; así como en la División de Ingeniería Sanitaria del Ministerio de Higiene, en el sector de Acueductos y Alcantarillados. También estuvo vinculado al Instituto Nacional de Fomento Municipal.

      El doctor Luis Felipe fue profesor en la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de Santo Tomás. Su vinculación a la Universidad Javeriana se inició con la invitación que le hizo el rector, padre Emilio Arango, en carta fechada el 13 de febrero de 1951, donde tuvo a su cargo la primera clase en la recién creada Facultad de Ingeniería Civil. Su labor docente mereció el reconocimiento del Alma Mater, primero en 1959, cuando lo admitió a la comunidad de honor de la Orden Universidad Javeriana en el grado de Comendador, y años después, en 1980, al conceder su ascenso al grado de Cruz de Plata. También en nuestra Universidad, el doctor Luis Felipe fue distinguido como profesor titular, en 1955.

      La familia del doctor Luis Felipe merece consideración especial en una reseña sobre su vida. Fueron sus padres Pedro María Silva Fajardo (1875-1947) y María Teresa Garavito Armero (1877-1927). De su progenitor, bogotano, debe decirse que fue un egresado destacado de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia, donde había recibido su título de ingeniero civil; que en 1939 —año en que recibió su matrícula profesional, la n.º 55—, en la sesión solemne de la Sociedad Colombiana de Ingenieros que tuvo lugar el 31 de mayo, con asistencia del presidente de la República, Eduardo Santos, se le otorgó la distinción de Socio Honorario “en reconocimiento de sus importantes servicios a la profesión”, según lo anotó el presidente de la corporación, ingeniero Jorge Acosta Villaveces. Para entonces, era considerado como uno de los tres profesores más antiguos de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia; en efecto, lo fue por más de cuarenta años. Los otros dos eran los expresidentes de la Sociedad: Alberto Borda Tanco y Ricardo Lleras Codazzi; todos ellos habían sido declarados el año anterior profesores honorarios de su Alma Mater (Anales de Ingeniería n.º 537, mayo de 1939). De 1915 a 1932, el profesor Silva Fajardo ocupó diversos cargos en la dirección de la corporación, siendo en los años 1929 y 1930 su secretario (Anales de Ingeniería n.º 662, julio de 1955). Con ocasión de su muerte, la Sociedad aprobó el 11 de agosto de 1947, una resolución en la cual “rindió homenaje de admiración y respeto a su memoria” (Anales de Ingeniería n.º 613-615, febreronoviembre de 1947).

      En relación con Garavito, el segundo apellido del doctor Luis Felipe, se debe recordar una distinguida familia bogotana, de grandes ingenieros y hombres de ciencia en Colombia, el más sobresaliente de ellos, Julio Garavito Armero, hermano de María Teresa —la esposa de Pedro María—, que fue la menor de los siete hijos del matrimonio que formaron, en 1858, Hermógenes Garavito Oropesa (1829-1881), bartolino y comerciante, y Dolores Armero (f. 1900); el quinto hijo, Justino, también ingeniero civil y profesor de la Universidad Nacional de Colombia, ocupó el cargo de director de la Oficina de Longitudes. Debemos destacar que los retratos de Julio y Justino Garavito, así como el de Pedro María Silva, se pueden apreciar en distintos mosaicos de la Universidad Nacional de Colombia, entre ellos el de la promoción de Laureano Gómez, de 1908 —que está exhibido en una sala de la Facultad en el edificio de Ingeniería, que hoy lleva el nombre de Julio Garavito— en el cual también aparecen los profesores Alberto Borda Tanco y Ricardo Lleras Codazzi. Todos estos datos de la familia Garavito se encuentran presentados con detalle en el Tomo III de la obra Genealogías de Santa Fe de Bogotá (Mons. José Restrepo Posada y otros, editores. Editorial Gente Nueva, 1993); y, por supuesto, en el libro de Gonzalo Garavito Silva, La vocación científica de los Garavito (Sociedad Geográfica de Colombia, 2016).

      Siempre se pensó que la habilidad mental que exigían las operaciones sin calculadora y computador favorecían el desarrollo de nuestra inteligencia. No pocos creían firmemente en los efectos negativos que tenía sobre la mente el apoyo excesivo en instrumentos electrónicos.

      De don Julio, “el sabio Garavito” (1865-1919), que alcanzó gran renombre en vida, debemos recordar que obtuvo su título de bachiller en Filosofía y Letras en el Colegio San Bartolomé y estudió en la Universidad Nacional de Colombia, donde obtuvo los títulos de profesor de matemáticas y de ingeniero civil. Catedrático de la Escuela de Ingeniería y director del Observatorio Astronómico Nacional, fue miembro fundador de la Sociedad Geográfica, Director de Anales de Ingeniería y Presidente de la Sociedad Colombiana de Ingenieros. Además de su importante obra, también dejó escritos sobre economía política y crítica filosófica. Casado con María Luisa Cadena, no tuvo descendencia.

      En cuanto a Justino, fue el padre de seis hijos, cuatro ingenieros; Isabel, la menor, se casó con Arturo Ramírez Montúfar (1911-1999), notable ingeniero y matemático, que fue rector de la Universidad Nacional de Colombia y años después, rector de la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito.

      También son descendientes de los Garavito Armero, José María Garavito Baraya (n. 1914), fundador del Laboratorio de Ciencias Forenses que lleva su nombre; y el ingeniero Clemente Garavito Baraya (1918-1999), que fue Director del Observatorio Astronómico, fundador y director del Planetario de Bogotá, y presidente de la Sociedad Geográfica de Colombia.

      Ahora bien, en el hogar formado por Pedro María Silva Fajardo y María Teresa Garavito Armero nacieron cuatro hijos: Joaquín, Alicia, Luis Felipe —nuestro ilustre biografiado— y Daniel. El mayor fue también ingeniero y profesor en la Universidad Javeriana —su foto aparece junto a la del doctor Luis Felipe en los mosaicos de los Ingenieros Civiles de nuestra Universidad por los años sesenta—; casado con María Amalia Fajardo Páez, fue el padre de Álvaro Silva Fajardo, Ingeniero Civil de la Javeriana, de la promoción de 1969, quien fue secretario, profesor y decano académico de la Facultad.

      Por su parte, el doctor Luis Felipe, en 1942, contrajo matrimonio con Magdalena Fajardo Páez, doña Magola —hermana de la esposa de Joaquín, su hermano mayor— y en el hogar que formaron, nacieron cinco hijos, entre ellos Germán y Camilo, ingenieros civiles, graduados en la Universidad Javeriana, el primero de ellos profesor de la Facultad, Presidente de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y de la Cámara Colombiana de la Infraestructura.

      Como puede verse, el entorno familiar del doctor Luis Felipe estaba estrechamente relacionado con el mundo de la ingeniería y de las ciencias, lo cual explica muchos de sus rasgos. Por ejemplo, según recordaba Germán en una larga conversación que tuvimos, él tenía un ojo extraordinario; de esta forma podía formular al alumno la pregunta más temida: “¿Cómo calculaste esto?”. Sus anotaciones frente a un error manifiesto siempre serían comentadas: “A ver viejito: ¿El agua para dónde baja?”. A juicio de su hijo, que fue también discípulo suyo, la cualidad más importante de su padre fue la generosidad con el conocimiento: lo compartió totalmente, sin reservas. No fue egoísta, enseñaba todo lo que sabía y esta cualidad quedó reflejada en sus libros. En efecto, no eran unas obras teóricas sobre la materia, sino unos verdaderos manuales, para nada complicados, con ábacos y tablas que se utilizaban en la práctica para el diseño. Incluía ejemplos con casos resueltos.

      A juicio de su hijo, que fue también discípulo suyo, la cualidad más importante de su padre fue la generosidad con el conocimiento: lo compartió totalmente, sin reservas. No fue egoísta, enseñaba todo lo que sabía y esta cualidad quedó reflejada en sus libros.