ambiental de Estados Unidos tomó conciencia de sí mismo a inicios de los años ochenta. Su «historia oficial» coloca su primera aparición en 1982, y los primeros discursos académicos a inicios de los años noventa. La noción de un ecologismo de los pobres también cuenta con una historia de veinte años. Ramachandra Guha identificó las dos principales corrientes ambientales como wilderness thinking (lo que ahora llamamos «el culto de lo silvestre») y scientific industrialism, que ahora llamamos «el credo de la ecoeficiencia», «la modernización ecológica», «el desarrollo sostenible». La tercera corriente fue identificada a partir de 1985 como el «agrarismo ecologista» (Guha y Martínez Alier, 1997: cap. IV), parecido al «narodnismo ecológico» (Martínez Alier y Schlupmann, 1987), implicando un vínculo entre los movimientos campesinos de resistencia y la crítica ecológica para enfrentarse tanto a la modernización agrícola como a la silvicultura «científica» (véase la historia del movimiento Chipko: Guha, 1989, ed. rev. 2000).
En 1988 mi amigo el historiador peruano Alberto Flores Galindo, quien tenía personalmente un gran interés por los Narodniki del siglo XIX y principios del XX de Europa del Este y Rusia, se quejó de que la expresión «econarodnismo» demandaba un conocimiento histórico que no estaba a disposición del público en general, y sugirió usar en su lugar la expresión «el ecologismo de los pobres». La revista Cambio, de Lima, publicó en enero de 1989 una larga entrevista conmigo, bajo el título «El Ecologismo de los Pobres».6 Con el auspicio del «Social Sciences Research Council» (Nueva York), Ramachandra Guha y yo mismo organizamos tres reuniones internacionales a inicios de los años noventa sobre las diversas variedades del ambientalismo y el ecologismo de los pobres (Martínez Alier y Hershberg, 1992). Como se explica en el capítulo IV, hubo mucha investigación de Ecología Política durante los años noventa en esta línea.
La convergencia entre la noción rural tercermundista del ecologismo de los pobres y la noción urbana de la justicia ambiental como es utilizada en Estados Unidos, fue sugerida por Guha y Martínez Alier (1997: caps. I y II). Una de las tareas del presente libro es precisamente comparar el movimiento por la justicia ambiental en Estados Unidos con el ecologismo de los pobres, más difuso y más extendido a nivel mundial, para mostrar que se pueden entender como una sola corriente. En Estados Unidos, un libro sobre el movimiento para la justicia ambiental, podría fácilmente ser titulado o subtitulado «El ecologismo de los pobres y las minorías», porque este movimiento lucha por los grupos minoritarios y contra el racismo ambiental en Estados Unidos, mientras que el presente libro se preocupa de la mayoría de la humanidad, de aquellos que ocupan relativamente poco espacio ambiental, que han manejado sistemas agrícolas y agroforestales sustentables, que aprovechan prudentemente los depósitos temporales y sumideros de carbono, cuyo sustento está amenazado por minas, pozos petroleros, represas, deforestación y plantaciones forestales para alimentar el creciente uso de energía y materiales dentro o fuera de sus propios países. ¿Cómo investigar acerca de los miles de conflictos ecológicos locales, que muchas veces ni se reportan en los periódicos regionales y que aún no han sido o nunca fueron asumidos como propios por grupos ambientalistas locales y por redes ambientales internacionales? ¿En qué archivos encontrarán los historiadores los materiales para reconstruir la historia del ecologismo de los pobres?
Lo que sean las minorías y las mayorías depende del contexto. Estados Unidos cuenta con una población creciente que representa menos del 5% de la población mundial. De la población de Estados Unidos, las «minorías» conforman aproximadamente la tercera parte. A nivel mundial, la mayoría de los países que en su conjunto constituyen la mayoría de la humanidad, cuentan con poblaciones que en el contexto de Estados Unidos se clasificarían como minorías. El movimiento Chipko o la lucha de Chico Mendes en los años 1970 y 1980 eran conflictos por la justicia ambiental, pero no es necesario ni útil interpretarlos en términos de racismo ambiental. El movimiento por la justicia ambiental es potencialmente de gran importancia, siempre y cuando aprenda a hablar a nombre no sólo de las minorías dentro de Estados Unidos sino de las mayorías fuera de Estados Unidos (que no siempre se definen en términos raciales) y que se involucre en asuntos como la biopiratería y bioseguridad y el cambio climático, más allá de los problemas locales de contaminación. Lo que el movimiento de la justicia ambiental hereda del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos también tiene valor a nivel mundial debido a su contribución a formas gandhianas de lucha no violenta.
Por lo tanto, en resumen, existen tres corrientes de preocupación y activismo ambientales:
• El «culto a lo silvestre», preocupado por la preservación de la naturaleza silvestre pero sin decir nada sobre la industria o la urbanización, indiferente u opuesto al crecimiento económico, muy preocupado por el crecimiento poblacional, respaldado científicamente por la biología de la conservación.
• El «evangelio de la ecoeficiencia», preocupado por el manejo sustentable o «uso prudente» de los recursos naturales y por el control de la contaminación no sólo en contextos industriales sino en la agricultura, la pesca y la silvicultura, descansando en la creencia de que las nuevas tecnologías y la «internalización de las externalidades» son instrumentos decisivos de la modernización ecológica. Está respaldado por la ecología industrial y la economía ambiental.
• El movimiento por la justicia ambiental, el ecologismo popular, el ecologismo de los pobres, nacidos de los conflictos ambientales a nivel local, regional, nacional y global causados por el crecimiento económico y la desigualdad social. Ejemplos son los conflictos por el uso del agua, el acceso a los bosques, sobre las cargas de contaminación y el comercio ecológicamente desigual, que están siendo estudiados por la Ecología Política. Los actores de tales conflictos muchas veces no utilizan un lenguaje ambiental, y ésta es una de las razones por la cual esta tercera corriente del ecologismo no se identificó hasta los años ochenta. Este libro analiza injusticias ambientales de hace un siglo y también de hace apenas pocos meses.
Hay puntos de contacto y puntos de desacuerdo entre estos tres tipos de ambientalismo. Notamos que una misma organización puede pertenecer a más de uno. Incluso el Sierra Club ha publicado libros sobre justicia ambiental, aunque ha trabajado sobre todo en la preservación de la naturaleza. Greenpeace se fundó hace treinta años como organización preocupada por las pruebas nucleares militares, y también por la preservación de unas especies de ballenas en peligro de extinción. Ha participado también en conflictos de justicia ambiental. Tuvo un gran papel en el Convenio de Basilea que prohibe la exportación de desechos tóxicos a África y otros lugares. Ha respaldado y capacitado a comunidades urbanas pobres en su lucha contra el riesgo de las dioxinas provenientes de las incineradoras. Ha apoyado a las comunidades del manglar en su lucha contra la industria camaronera. A veces Greenpeace también ha jugado el rol de promotor de la ecoeficiencia, por ejemplo al recomendar una nevera en Alemania que no sólo no utiliza CFC sino que es eficiente en el uso de energía. Una cosa une a todos los ambientalistas. Existe un poderoso lobby antiecologista, tal vez más fuerte en el Sur que en el Norte. En el Sur, los ambientalistas son atacados muchas veces por los empresarios y por el gobierno (y por los remanentes de la vieja izquierda) como siervos de extranjeros que buscan parar el desarrollo económico. En la India, los activistas antinucleares son considerados contrarios a la patria y al desarrollo. En la Argentina, los escasos activistas antitransgénicos también han sido considerados traidores a la patria por los exportadores agrícolas.
1. Las palabras ambientalismo y ecologismo se emplean aquí indistintamente. Los usos varían: en Colombia el ambientalismo es más radical que el ecologismo, en Chile o España ocurre lo contrario.
2. O, más bien se debe decir fuera de la economía industrializada porque la protección de la naturaleza en la forma de una red de reservas naturales científicas, zapovedniki, también existió en Rusía bajo el régimen soviético (WEINER, 1988, 1999).
3. Ver CALLICOTT y NELSON (1988) sobre el gran debate sobre lo silvestre en Estados Unidos, iniciado por Ramachandra Guha (1989) con su «Crítica desde el Tercer Mundo» a los «ecologístas profundos» y a los biólogos de la conservación