Michèle Petit

El arte de la lectura en tiempos de crisis


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en él, la lectura de cuentos, mitos y, en menor grado, de libros ilustrados, novelas, obras de teatro, etc., se utiliza algunas veces, en particular con niños o adolescentes con dificultades escolares, con psicóticos o autistas, en las áreas de la clínica intercultural o durante las terapias familiares.24 No obstante, tanto estas observaciones como la conceptualización que las acompaña son poco conocidas fuera de los círculos especializados.

      Para los que viven en América Latina muchas de las “crisis” son producto de una explotación económica salvaje, de procesos de segregación agudizados, de una dominación social feroz o una territorialización de la pobreza. Cuando una persona o una población han sido gravemente afectadas en su existencia misma, su cuerpo, su dignidad, o despojadas de sus derechos esenciales, la “reparación” debería ser por principio jurídica y política. A ellos les parece igual de fundamental que cada persona cuente con una actividad capaz de garantizarle, de manera honorable, su subsistencia y la de sus seres queridos; y que tenga voz y voto en el futuro compartido. Ninguna de las personas a las que seguí en su trabajo concibe éste como un atenuante o una labor de trabajo social, mucho menos como una válvula de escape: para ellos, verse reducidos a distraer y disciplinar a los habitantes de las zonas marginales sería insoportable.

      Con frecuencia se trata de gente comprometida en luchas sociales y para quienes el acceso a la cultura escrita, al saber, a la información, constituye un derecho escamoteado con demasiada frecuencia. Al igual que la apropiación de la literatura. Y es por varios motivos que ésta les parece deseable, como veremos: el hecho de tener acceso a ella les permitiría ser más hábiles en el uso de la lengua, tener una inteligencia más sutil, más crítica; y ser más capaces de explorar la experiencia humana, de darle sentido y valor poético.

       Confrontar investigaciones en acción

      En la presente obra me basaré en gran medida en el análisis de experiencias latinoamericanas para aportar elementos de respuesta a las preguntas que se plantean. A lo largo de los últimos años he dado seguimiento a algunos intercambios con personas que animan unos quince programas de este tipo y que son considerados por sus pares como particularmente creativos: son casos de “buenas prácticas”, como se diría hoy en día. De manera más puntual, he recabado datos sobre muchas más experiencias.

      Tal vez estos contextos tan expuestos permitirán hacer explícito lo que permanece invisible o tácito en otros lugares. Y además ofrecen la oportunidad de tener una perspectiva alejada sobre nuestra realidad inmediata, de encontrar diferencias para interrogarnos, o bien proximidades, ecos de nuestras propias experiencias.

      Desde luego, todo cambia a uno y otro lado del Atlántico: la historia de los pueblos, la magnitud de la pobreza, los niveles de escolarización, las representaciones de lo escrito, el libro, el involucramiento de los servicios públicos, la intensidad de las crisis actuales, etc. No obstante, en ambas orillas del océano, de vez en cuando vuelven a surgir observaciones parecidas. Y como contrapunto a estas experiencias latinoamericanas, a veces se mencionarán algunas iniciativas llevadas a cabo en otras regiones del mundo, como Francia o España, Camboya, Irán o Canadá.

      Como en mis investigaciones anteriores, a donde yo quería llegar era a la experiencia de los lectores. Algunos me permitieron compartir con ellos sus vivencias durante alguna entrevista o conversación, o por medio de algún testimonio escrito. Las más de las veces tuve que captarlas a través de las observaciones de quienes impulsan o animan esos programas. Desde luego que es difícil ser juez y parte. Pero muchos de estos profesionales llevan a cabo investigaciones y se dotan de herramientas para conservar un poco de distancia y consignar, ya sea mediante registros o bitácoras, el desarrollo de las sesiones o esas pequeñas frases por medio de las cuales algunos participantes empiezan a mostrar que la experiencia no les deja indiferentes. A menudo, mediadores que no tienen ninguna relación entre sí, con distintas ocupaciones y que no siguen las mismas corrientes teóricas, hacen observaciones parecidas en Buenos Aires, Teherán o México: en consecuencia, no tengo motivos para dudar del rigor de sus observaciones…