en La invención de lo cotidiano, I. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana, 1996.)
22 Hace unos veinte años, Yves Bonnefoy, en “Lever les yeux de son livre” (“Levantar la vista del libro”) introducía la idea de que “la interrupción en la lectura de un texto puede tener un valor esencial y casi fundador en la relación del lector con la obra”. Cf. Nouvelle revue de psychanalyse, 37, 1988, p. 13.
23 Me encontré con la sorpresa de constatar que muy rápidamente se habían apropiado de mis trabajos mientras yo me preguntaba si podrían atravesar el Atlántico. Decían que en ellos encontraban plasmado lo que ellos mismos observaban en contextos totalmente diferentes, y que veían legitimadas sus iniciativas.
24 En el caso de los cuentos, Stefano Monzani ha hecho un balance reciente de la cuestión: “Pratiques du conte: revue de la littérature”, La Psychiatrie de l’enfant, 2005/2, 482, p. 593-634 (distribución electrónica, Cairn).
25 Me refiero en particular al libro: Using bibliotherapy: a guide to theory and practice, Londres, Mansell, 1978, y a la obra colectiva que coordina: Bibliotherapy sourcebook, Londres, Mansell y Phoenix, Oryx Presse, 1978. En una acepción diferente de la biblioterapia tal como se practica en los países anglosajones, véase Marc-Alain Ouaknin, Bibliothérapie: lire, c’est guérir, París, Le Seuil, 1994.
26 Lo que dice, por ejemplo, Claudie Guérin, coordinadora de Bibliotecas de Asistencia Pública-Hospitales de París: “Es importante señalar que todo lo que hacemos en materia de actividades culturales en torno al libro y la escritura no es biblioterapia. El personal de salud y las bibliotecas están de acuerdo […] no es una herramienta terapéutica más…” (COBB, Actes de la journée Santé mentale et bibliothèques, Plérin, 16 de noviembre de 2006. En línea en http://www.britalis.org/ABV/Integration/Pages/framesetPortail.asp).
27 Entrevista realizada por Elisa Boland, La Mancha, Buenos Aires, 17 nov. de 2003. Juan Carlos Stagnaro, psiquiatra, declara por su parte: “La cultura cumple una función de protección, que toma la estafeta de las figuras parentales. La situación se vuelve dramática si la cultura fracasa en su papel protector”. Sufrimiento y salud mental a prueba en la política: Argentina 2001- 2002. Jornada organizada por l’AFAPSAM y el Centro Henri Ey, París, 15/5/2003.
28 En Buenos Aires, la Feria del Libro atrae a más de un millón de visitantes, de los cuales un buen número son habitantes de los medios populares (el Salón del Libro de París acoge a unas 160 000).
29 Pienso en la biblioteca Ángel Arango de Bogotá. http://www.lablaa.org. En la capital, recientemente se han sumado tres bellas bibliotecas a la red existente. www.biblored.org.co/. Acerca de las bibliotecas de ese país, cf. Émotion, rire, conviction. Quatre ans de coopération franco-colombienne en bibliothèques (Edición bilingüe del Ministerio Colombiano de Cultura y la Embajada de Francia en Colombia, 2006).
30 Hablo aquí en sentido general pese a que en muchos países las diferencias entre muchachas y muchachos se han vuelto las más importantes en el campo de la lectura
31 Cf. Michèle Petit, Una infancia en el país de los libros, México, Océano travesía, Col.Ágora, 2008 (traducido del francés por Diana Luz Sánchez). Un trabajo “científico” es en gran parte una autobiografía disfrazada.
32 Eso es lo que Ouaknin dice sobre la catarsis (que la escena literaria hace posible, tal como la escena teatral): es “esa alquimia subjetiva que consiste en transformar en placer la pena inherente a esas emociones: la piedad o el espanto” (op. cit., p. 20).
1. Todo empieza con una hospitalidad
Lo mío, lo tomo siempre de otras manos.
ANTONIO PORCHIA 33
EN CUANTO EMPIEZO A ESBOZAR este capítulo, vienen a mi mente algunos rostros. Muchos de ellos son de gente joven, mujeres en buen número, pero también hay muchachos. Se ven muy sonrientes pese a que han vivido episodios difíciles, producto de la violencia o la dictadura que han sufrido sus países. Basta escucharlos un poco para que se suelten narrando historias. Y lo hacen bien. Cuando pienso en ellos, los veo siempre en movimiento. Algunos van incluso con asnos cargados de libros, como Luis Soriano, con Alfa y Beto, en el norte de Colombia. O llevan libros ilustrados en barcos y navegan rumbo a islas en el sur de Chile, mientras que otros remontan el Paraná o la Amazonia, como los muchachos del grupo Vaga Lume (gusano reluciente).34 “A los libros les enloquece vagar” dice la iraní Noush-Afarin Ansari, y los que “se quedan en la biblioteca son libros tristes”.35
Aunque no sean animadores de bibliotecas ambulantes, las personas en las que pienso parecen estar siempre entre un viaje y otro: acaban de recorrer la Patagonia, Minas Gerais o Chiapas, en auto o en autobuses en los que leen durante horas, como Javier, sumergido en El Quijote y muerto de risa, solo, en medio de los intrigados pasajeros.
Son los facilitadores: bibliotecarios, promotores de lectura, maestros que llevan a cabo experiencias un tanto diferentes, poetas, ilustradores, psicoanalistas. A veces van a pie, como esas muchachas que tienen su base de trabajo en la biblioteca de El Tunal y que trepan hasta los barrios más estigmatizados de Bogotá, llevando a cuestas montones de historias que leerán a los niños y a los adolescentes. Y con el paso del tiempo, éstos los siguen hasta la construcción de arquitectura futurista en la que ahora trabajan. Un poco más lejos, en los jardines públicos de la ciudad andina, unos jóvenes despliegan grandes exhibidores en los que se acomodan libros y álbumes ilustrados.36 Algunos niños se acercan, o sus padres; miran lo que se les propone y, también en este caso, los intercesores leen.
Es un mundo que camina y narra. En África o Asia existen mediadores que se les parecen.37 Y, desde luego, en Europa. Tienen el deseo de transmitir, de aprender, de compartir sus preguntas y también recorren decenas o centenas de kilómetros para reflexionar sobre sus experiencias junto con sus pares o con escritores o investigadores.
Muchos de ellos son artistas de las relaciones y de la palabra, que ejercen su arte con talento y generosidad, poniendo en juego su experiencia profesional, su intuición, su imaginación. Otros se muestran menos seguros o son más rígidos y piden recetas que nadie podrá darles. La mayoría, ya lo he dicho, se sitúan en el extremo opuesto de la caridad y de las buenas obras: simplemente están convencidos de que todo el mundo tiene derecho a apropiarse de la cultura escrita, y que verse privado de ella expone a una marginación todavía mayor. Sin afectación, sienten sin embargo que lo que hacen es en buena medida una historia de amor: con aquellos a los que acompañan y con los objetos que proponen. Pero, como escribe Thomas Pavel, “la inteligencia del corazón no excluye la del intelecto, más bien la convoca”.38