de la praxis es la teoría más consistente en este momento; también es la más desconocida, pero eso es otra cosa porque, además, surge en México, no surge en España, no surge en Inglaterra, no surge en Francia, y eso le da un poco de limitaciones de difusión.
Juan Diego: Correcto. Sí, es cierto.
Marco Eduardo: Pero, por la estructura conceptual y técnica de la teoría de la praxis, yo estoy muy motivado, y la gente que conoce la teoría también; la ven como muy sólida, muy fuerte. Uno de los principios que tiene es el de “diálogo interteórico”, es decir, dialogamos continuamente con cualquiera de los otros autores; es una teoría antidogmática, o sea que no tiene que tomarse como verdad revelada. Es una propuesta, una exploración, y en cuanto surja otra posibilidad, o cualquier cosa que sea más completa, será bienvenida. La teoría de la praxis está continuamente a prueba, con base en una actitud científica escéptica; de tal manera que continuamente se está sometiendo a revisar sus postulados en contraste con las observaciones de los fenómenos psicológicos que aborda. Si hay algo que por ahí no cuadre, por algún detalle o alguna cosa, pues se tiene que reformular la teoría, no la realidad, como parecía pensarse antes. La teoría es continuamente cambiante, pero no por ello es voluble o inconsistente; cambiante en el sentido de profundización, de estructuración. Y esa vocación ha hecho que se haya hecho muy productiva, avanza cada año muchísimo, porque trabajamos creadoramente con los estudiantes, sobre todo con los estudiantes de los diplomados y de posgrado.
Juan Diego: ¿Y tiene buena aceptación entre ellos?
Marco Eduardo: Tenemos muy buena aceptación. Entre la gente que conoce la teoría tenemos un nivel de aprobación excelente. Personas que al principio se mostraban reacias, o con formaciones fuertes en otros enfoques, una vez que la conocen les parece muy adecuada, muy propicia, muy interesante, y en muchos casos se afilian en esta teoría de la praxis. No porque haya proselitismo sino por convencimiento, y en algunos casos en los que no se afilian la ven como una opción muy respetable, o en algunos otros, integrable. Por ejemplo, algunos con inclinación psicoanalista previa encuentran en ella algo compatible con su enfoque que les permite mayor comprensión y acción sobre los fenómenos psicológicos.
Juan Diego: Ese es el poder de una teoría, ese es el poder de una propuesta, como tú la llamas, interteórica, porque dialoga con diferentes perspectivas, con diferentes enfoques, diferentes saberes, y eso permite que cualquiera formado en una tradición particular encuentre una resonancia y una posibilidad de dialogar con la teoría de la praxis. Sí, es muy interesante.
Marco Eduardo: La teoría no se llama interteórica, sino que es la propuesta de diálogo interteórico. Es decir, la teoría es como cualquier otra: tiene su consistencia, su sintaxis, su semántica, pero promueve y se interesa en el diálogo interteórico, de tal manera que contrasta con otros colegas psicólogos que toman una teoría y rechazan o menosprecian las demás. Por ejemplo, un psicoanalista no quiere ver nada y menosprecia al conductismo, a la Gestalt o al humanismo, o a cualquier otra. Personas que se adhieren al sistémico y se les dificulta pensar si el conductismo tiene algún tipo de contribución, o si el psicoanálisis la tiene. Desde la teoría de la praxis reconocemos y valoramos las aportaciones de todos los autores, pero también a todos los autores les encontramos algunas limitaciones; no porque sea obligatorio, sino por un examen crítico que hacemos: valoramos lo que aportan y vemos si es que tienen algunas limitaciones o le cambiamos lo que consideramos necesario. Por ejemplo, la pirámide de Maslow, para la teoría de la praxis debería estar girada noventa grados, es decir, las necesidades que ve Maslow no serían en secuencia, una primero y luego la otra, sino que todas, desde las necesidades básicas como la aceptación social, el reconocimiento, y la seguridad hasta la realización y la trascendencia, todas son simultáneas en un espectro de diferente proporción en cada momento. En un momento tienes más hambre que ganas de jugar, y en otro momento tienes más ganas de jugar que hambre, pero siempre te interesa jugar y también te interesa tener satisfechas las necesidades básicas; y siempre tienes interés en la trascendencia. Los bebés, por ejemplo, tienen sentido de autorrealización a través del juego. En cambio, en Maslow el bebé estaría centrado siempre en la parte básica. Con eso te ilustro cómo reconfiguramos en algunas ocasiones las aportaciones de otros autores.
Juan Diego: Y pienso, Marco Eduardo, que esta propuesta que, como decías ahora es antidogmática, o no dogmática, tiene un impacto en la formación de los psicólogos. Quería preguntarte cómo evalúas actualmente, o cómo ves, la formación universitaria en psicología.
Marco Eduardo: Hay toda una propuesta que hemos hecho. Escribí un texto en 1984 para proponer una nueva pedagogía universitaria. Todavía no estaba formulada la teoría de la praxis, pero era ya congruente con este planteamiento. Dicha propuesta consiste en que, por ejemplo, si el programa de estudios oficial de mi curso tenía más o menos una lista de dieciséis artículos en bibliografía básica, y más o menos otros diez, u otros dieciséis digamos, en bibliografía complementaria, y yo tenía un grupo de treinta a treinta y cinco alumnos, esos artículos que se iban a revisar en todo el semestre y que los estudiantes tenían que leer todos iguales, y de los cuales yo ya había revisado múltiples veces casi todos, los repartía entre todos los alumnos; y si faltaba o se repetía alguno era lo de menos, proponía más artículos posibles sobre los temas del curso. A los estudiantes les pedía que escribieran un comentario muy personal sobre el artículo que les tocaba leer, porque algo que propone la teoría de la praxis en la educación es el aprendizaje creador y que los estudiantes escriban lo que piensan, que aprendan con algún sentido; a esto le llamamos cooperanza, en contraste con la competencia, que es una capacidad abstracta, como saber escribir, saber elaborar una carta, eso es una competencia. Pero escribirle una carta a Juan Diego Lopera es una cooperanza.
Juan Diego: Cooperanza..., lo diferencias de competencia, entonces.
Marco Eduardo: Cooperanza es el antónimo de competencia: la competencia es como el cascarón y la cooperanza es la esencia o núcleo del aprendizaje. Alguien que le escribe una carta a Diego Lopera sabe escribir cartas; pero alguien que sabe escribir cartas no tiene el contenido, en el sentido de haberle escrito a Diego Lopera. Ese es el problema básico en la enseñanza: que la gente aprende matemáticas, por ejemplo, pero no sabe para qué. Entonces, la falta de sentido es un síntoma de la enajenación, tanto de los trabajadores como de los estudiantes. Eso hace que, sobre todo entre los once y los diecisiete años aproximadamente, la mayoría de lo que un muchacho aprende en la actualidad son cosas sin sentido, aproximadamente entre el ochenta o noventa por ciento de lo que se aprende en ese periodo no tiene sentido. A tal grado que, si le consultas un tiempo después sobre las cosas que aprendió, por ejemplo, si le preguntas para qué sirve un binomio al cuadrado, o le pides que resuelva un trinomio al cuadrado, casi nadie de la población de América Latina sabe cómo responder, salvo los que estudiaron ingeniería; los demás no saben para qué sirve, a pesar de que tuvieron que aprobarlo, lo tuvieron que saber en un momento determinado. Eso es un pequeñísimo ejemplo. Y así como eso, ocurre lo mismo con una tangente, un logaritmo, un seno, un coseno, la gente no sabe para qué sirven; desde luego sirven para algo, pero el problema en la enseñanza es que se hace sin sentido.
Considerando lo anterior, lo que hago con mis estudiantes es distribuirles el material y pedirles que hagan un escrito, un pensamiento reflexivo sobre lo que leyeron, se lo intercambien para que unos lean también a través del otro; entre todos hacemos un diálogo introductorio comentando sus escritos que abarcan los temas planteados para el semestre. Después forman equipos de trabajo para elaborar productos originales que pretendan aportar algo y no solamente reproducir lo que dicen los autores; la idea es provocar el aprendizaje creador, de tal manera que esos productos, en muchos casos, sean publicados. Esto mismo lo he hecho en posgrado, y de varios han salido libros colectivos, elaborados por los estudiantes; de los cursos de licenciatura también pueden salir algunos, de hecho salieron, pero no pudimos publicarlos por falta de posibilidades económicas, mientras que los de posgrado cooperan entre todos y sale un libro que luego distribuimos entre todos y hacemos presentaciones del mismo.
La idea esencial de este proyecto es que dentro del aula haya una división del trabajo, una diversificación y una articulación del esfuerzo entre los estudiantes, y eso hace que se potencialice