George Knight

Introducción a los escritos de Elena G. de White


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originales se habían enviado a la imprenta con prisa, por la precipitación de los acontecimientos. Tanto ella como su hijo Guillermo C. White mantenían una perspectiva bastante flexible del proceso editorial cuando se trataba de revisar palabras y frases. Esa flexibilidad condujo a una pugna entre los líderes de la iglesia sobre la extensión de los cambios que debían permitirse en los Testimonios cuando se redactaban de nuevo.

      En preparación para el proceso de revisión, el Congreso de la Asociación General de 1883 acordó que “la iluminación de la mente” del profeta en el proceso de inspiración se realiza mediante “la impartición [de] los pensamientos, y no de las mismas palabras por medio de las cuales se deberían expresar las ideas, excepto en raras ocasiones” (Review and Herald, 27 de noviembre de 1883). Pero, aunque los dirigentes de la iglesia aceptaban el pensamiento inspirado en teoría, tenían problemas con el concepto en la práctica. Como resultado, Elena de White tuvo que eliminar muchas de las revisiones que había hecho de los primeros Testimonios, con el fin de que sus pensamientos fluyeran mejor y se expresaran de la manera más precisa. Por ello, los tomos publicados no fueron todo lo que ella hubiera querido que fueran.

      Además de esos primeros folletos autobiográficos y los Tes­ti­mo­nios, la tercera etapa de los escritos de Elena de White tuvo lugar entre 1858 y 1864, cuando escribió cuatro tomos ti­tu­lados Spiritual Gifts [Dones espirituales]. Aunque esos tomos contenían algunos datos autobiográficos y algunos escritos sobre salud, así como resúmenes de los primeros Testimonios, su contribución más importante fue su exposición inicial del gran conflicto cósmico entre el bien y el mal. Por esa razón, el primer tomo, que fue el resultado de una visión que ella tuvo en Lovett’s Grove, Ohio, en marzo de 1858, llevaba el subtítulo de The Great Controversy Between Christ and His Angels and Satan and His Angels [La gran controversia entre Cristo y sus án­geles y Satanás y sus ángeles]. El librito fue el precursor de la actual edición (1911) de El conflicto de los siglos. Así también, los tomos 3 y 4 de Spiritual Gifts trataban el período patriarcal de la historia bíblica y presentaban primero materiales que actual­mente forman parte del libro Patriarcas y profetas. En Spiritual Gifts encontramos la presentación básica de ideas que más tarde la autora amplió a cuatro tomos titulados Spirit of Prophecy [Espíritu de profecía] (1870-1884) y que con el tiempo se transformaron en los actuales cinco tomos de la serie de “El Conflicto” (1888-1917).

      La última etapa importante de la producción literaria de Elena de White entre 1850 y 1890 está dedicada al ámbito de la salud. Más adelante en nuestra presentación examinaremos el desarrollo de su contribución a los conceptos adventistas actuales de la vida saludable.

       Recepción y comunicación de las visiones

      La recepción y comunicación de las visiones de Elena de White es un tema complejo –como muchos otros en este libro– y lo trataremos brevemente. En esta sección, en lugar de explicar esa complejidad, solo destacaremos brevemente al­gunos puntos que nos ayudarán a entender el tema.

      En 1860 la Sra. de White escribió que ella había recibido muchas preguntas acerca de su condición cuando estaba en vi­sión y su experiencia después de salir de ellas. Entonces explicó lo siguiente:

      “Cuando el Señor cree oportuno dar una visión, soy llevada a la presencia de Jesús y sus ángeles, y estoy completamente ajena en cuanto a las cosas terrenales. No puedo ver más de lo que los ángeles me señalan. Mi atención con frecuencia es dirigida a escenas que suceden en la Tierra.

      “A veces soy llevada muy lejos en lo futuro, y se me muestra lo que ha de suceder. Luego otra vez se me muestran cosas que han ocurrido en lo pasado. Después de que salgo de la vi­sión, no recuerdo inmediatamente todo lo que he visto y el asunto no es tan claro delante de mí hasta que escribo. Ento­n­ces la escena surge delante de mí como fue presentada en visión, y puedo es­cribir con libertad. A veces las cosas que he visto están ocultas de mí después de que salgo de la visión y no puedo recordarlas hasta que soy llevada delante de una congregación donde se aplica la visión. Entonces vienen con fuerza a mi mente las cosas que he visto. Dependo tanto del Espí­ritu del Señor para relatar o escribir una visión como para tenerla. Es imposible que yo recuerde cosas que me han sido mostradas a menos que el Señor las haga surgir delante de mí en el momento en que a él le place que yo las relate o escriba” (Mensajes selectos, t. 1, p. 41).

      Siguiendo la misma línea de pensamiento, ella observó pocos años después: “Dependo del Espíritu del Señor tanto para escribir mis visiones como para recibirlas; sin embargo, las palabras que empleo para describir lo que he visto son mías” (ibíd.). En otra ocasión ella señaló que a veces, cuando se ponía a elegir las palabras del pasaje, Dios llevaba a su mente la mejor manera de expresar sus pensamientos en “forma clara y distinta” (Carta 127, 1902).

      Por eso, según ella lo veía, su experiencia era similar a la de los profetas de la Biblia: una interacción entre el ser humano y el Ser Divino. Dios le daba las visiones y la ayudaba a comunicarlas a otros. Por otra parte, ella usaba sus propias palabras, excepto en los casos en los cuales afirmaba haber recibido las palabras precisas. De su descripción se desprende que esto último era más bien raro.

      No deberíamos pensar que todo lo que Elena de White escribió estaba directamente vinculado a una visión. Por ejemplo, en una de sus primeras declaraciones autobiográficas co­mentó: “Al preparar las siguientes páginas, lo hice con gran desventaja, ya que tuve que depender en muchos casos de mi memoria, puesto que no empecé a escribir un diario sino hasta años más tarde. En varias ocasiones he enviado los manuscritos a amigos que estuvieron presentes cuando las circunstancias relatadas ocurrieron, para que ellos los leyeran antes de im­primirlos” (Spiritual Gifts, iii). Ella continuó diciendo que había identificado muchas fechas mediante una verificación doble de sus primeras cartas. En resumen, Elena de White recurrió a algunas de las técnicas de los historiadores así como a sus recuerdos en la reconstrucción de sus memorias.

      En el desarrollo de El conflicto de los siglos en 1888, también se demuestran las investigaciones históricas. Por eso citó libremente a historiadores, no tanto para valerse de su autoridad, “sino porque sus palabras resumían adecuadamente el asunto” (El conflicto de los siglos, Introducción, p. 15).

      Por consiguiente, su hijo señaló a los líderes de la Aso­cia­­ción General, cuando estaban revisando El conflicto de los siglos en 1911, lo siguiente: “Mi madre nunca pretendió ser una auto­ridad en historia. Las cosas que ella ha escrito son descripciones instantáneas y otras presentaciones que le fueron dadas con respecto a los hechos de estos hombres y a la influencia de estas acciones sobre la obra de Dios para la salvación de los hombres, con referencia al pasado, al presente y a la historia futura en su relación con esta obra. En la redacción de estas visiones ella ha hecho uso de buenas y claras declaraciones históricas para hacer comprensible al lector las cosas que estaba tratando de presentar”. Él siguió diciendo que su lectura en la rama de la historia eclesiástica “la ayudó a localizar y a describir muchos de los acontecimientos y movimientos que le fueron presentados en la visión” (Mensajes selectos, t. 3, Apéndice A, pp. 498, 499). De ma­nera que sus investigaciones la ayudaban a llenar los antecedentes y el contexto de las “descripciones instantáneas” recibidas durante la visión.

      El uso que Elena de White hizo de las obras de otros autores no estuvo restringido a temas históricos. Siendo una ávida lectora, seleccionaba y adaptaba ideas y frases de otros es­c­ritores cuando sentía que ellos presentaban las cosas tan bien como se podían decir para hacer comprender su mensaje.

      Así, Guillermo C. White indicó que su madre no solo era una ávida lectora de otros autores sobre la vida de Cristo, sino también “se admiraba del lenguaje en que otros escritores habían expuesto a sus lectores las escenas que Dios le había presentado a ella en visión, y encontró que era tanto un placer como una conveniencia y economía de tiempo utilizar el lenguaje de ellos, en forma total o parcial, para presentar las cosas que sabía por revelación, y que anhelaba transmitir a sus lectores” en El Deseado