George Knight

Introducción a los escritos de Elena G. de White


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y con el tiempo sirvieron como ministros adventistas, aunque Edson en sus primeros años dio a sus padres muchos disgustos y dolores de cabeza. Después de cumplir los cuarenta años, Edson dedicó finalmente su vida al ministerio cristiano, contribuyendo grandemente a la evangelización de la población afroamericana del sur de Estados Unidos. Willie se convirtió en el co­lega y ayudante principal de su madre después de la muerte de Jaime. John Herbert murió a los tres meses de edad y Henry tres años después (en 1863), a los l6 años, víctima de una neumonía.

      Los registros presentan a la Sra. de White como una madre devota que disfrutaba la compañía de sus hijos. Como pudiera esperarse, ella se preocupaba muchísimo por su desarrollo espiritual. Los cantos y otros ejercicios devocionales para la edificación del carácter eran parte diaria de su vida familiar. Tam­bién les leía mucho. Además, a los hijos de los esposos White se les impartió desde temprano en su vida el amor a la naturaleza y a las bellezas naturales. Los muchachos tenían personalidades variadas, y como hermanos “normales” también ma­ni­festaban afectos, celos y las tensiones usuales en sus relaciones interpersonales. Los White no fueron padres perfectos, pero eran solícitos, y esa dedicación se hizo evidente ante sus hijos. Las cartas de su madre están llenas de interés y consejos, urgiéndolos a ser “buenos muchachos”, a amar a Jesús, etcétera.

      Una de las grandes pruebas que Elena de White tuvo que soportar fue la separación de sus hijos, ocasionada por sus frecuentes y a veces largos viajes. Durante esas ausencias, ella dejaba a sus hijos al cuidado de amigos de confianza que pudieran proporcionarles el alimento cristiano que ellos necesitaban. En cierta ocasión, ella escribió “dura prueba era para mí separarme de mi hijo; pero no nos atrevimos a permitir que nuestro cariño hacia él nos apartara de la senda del deber. Jesús dio su vida para salvarnos. ¡Cuán pequeño es cualquier sacrificio que podamos hacer, comparado con el suyo!” (Notas biográficas, cap. 15, p. 120). Expresiones como estas son comunes en sus escritos.

      Pero ella no era tan estoica como podría inferirse de la cita anterior. Como nos hubiera pasado a cualquiera de nosotros, a veces tenía sus dudas en cuanto a que su sacrificio por sus hijos valiera la pena, con todos sus dolores y angustias. No la ayudaba el hecho de que el movimiento sabático fuera tan patéticamen­te pequeño, pobre y de apariencia insignificante en sus co­mienzos. En 1850, ella escribió en cuanto a las muchas lágrimas que le causaba verse separada de sus hijos. Y, además de esa so­ledad, tenía que afrontar las críticas de otros que se imaginaban que sus viajes eran paseos agradables, mientras que ellos podían quedarse en casa y cuidar de sus familias. Tales críticas no hacían más que aumentar su angustia.

      En una de esas ocasiones de angustia y agotamiento emocional y de oraciones pidiendo valor, se quedó dormida. Soñó entonces que un ángel de elevada estatura se ponía a su lado. “¡Puedo hacer tan poco bien! –le dijo ella abriéndole su co­razón–. ¿Por qué no podemos estar con nuestros pequeñuelos y disfrutar de su compañía?” El ángel replicó que su sacrificio era importante cuando se lo veía a través de los ojos de la fe. Su vida marcaría una diferencia a pesar de la aparente insignificancia de su obra en ese tiempo. “No debes mirar las presentes apariencias –dijo el ángel–, sino atender únicamente a tu deber, para la sola gloria de Dios, y según sus manifiestas providencias. De este modo el sendero se iluminará ante tus pasos” (ibíd., cap. 19, p. 145).

      Ella y su esposo aceptaron el consejo. Sus vidas marcaron una diferencia a pesar de las condiciones tan precarias bajo las cuales empezaron.

      En esos primeros años los asediaba la pobreza. El lector no tiene que ir muy lejos en los primeros datos autobiográficos de Elena de White para encontrarse con menciones de muebles prestados y rotos, de tener que vivir con otras personas y de los trabajos más humildes que tenía que realizar Jaime para poder sostener su misión. Aun a mediados de la década de 1850, cuando por primera vez tuvieron una vivienda propia, se alojaban a menudo en casas de huéspedes y hasta en lugares de trabajo de otros obreros, mientras luchaban para fortalecer el movimiento. Solo gradualmente los White lograron alcanzar cierta normalidad financiera. Y aún así, cada vez que se presentaba un nuevo avance en la causa adventista, los White es­taban al frente dedicando de sus recursos para establecer la iglesia, a medida que se iba desarrollando institucionalmente y penetrando en nuevos territorios. Podemos decir con seguridad que sin la visión, el liderazgo y el sacrificio perso­nal de los White, no tendríamos hoy la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

      Pero esa dedicación afectó la salud de Jaime. En agosto de 1865 sufrió una grave apoplejía paralizante, que lo dejó con poca esperanza de recuperación según la ciencia médica.

      Jaime sobrevivió al ataque, pero de allí en adelante aquel dirigente, cargado de trabajo y exceso de responsabilidades eclesiásticas, padeció los efectos de una salud quebrantada. A menudo eso lo ponía de mal humor y no era fácil convivir o trabajar con él. Pero, a pesar de las repetidas recaídas físicas, luchaba para mantener una actitud positiva y siguió co­la­borando activamente en el desarrollo de la Iglesia Adventista y sus instituciones. Él fue el líder administrativo que impulsó todos los principales progresos de la Iglesia Adventista que se produjeron durante su vida.

      El esfuerzo constante lo envejeció prematuramente. Murió en agosto de 1881 en el Sanatorio de Battle Creek, a la edad de sesenta años. Su esposa vivió otros 34 años, durante los cuales siguió guiando a la creciente iglesia.

       Para saber más

      Delafield, D. A. Elena G. de White en Europa. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1979. Trata sobre la contribución de Elena de White a la obra realizada durante los años pasados en el viejo continente.

      Graham, Roy E. Ellen G. White Co-Founder of the Seventh-Day Adventist Church. Nueva York: Peter Lang, 1985, pp. 1-170. Es una investigación de la contribución de Elena de White a la formación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y la relación de su obra con la Biblia.

      Knight, George R. Anticipating the Advent, pp. 46-70. Abarca la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día entre los años 1850 y 1888.

      Knight, George R., ed. Early Adventist Education, Berrien Springs, Míchigan: Imprenta de la Uni­ver­sidad Andrews, 1983, pp. 1-94. Explora el desarrollo inicial de la educación adventista y la contribución de Elena de White a esta.

      Mustard, Andrew G. James White and SDA Organization: Historical Development, 1844-1881. Berrien Springs, Míchigan: Andrews University Press, 1987. Exa­mina el desarrollo de la estructura inicial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y el papel que desempeñó en ella Jaime White.

      Robinson, Dores Eugene. The Story of Our Health Message. Nashville, Tennessee: Southern Pub. Assn., 1955, pp. 1-284. Trata sobre la contribución de Elena de White al desarrollo de los conceptos de salud y al establecimiento de las instituciones de salud adventistas.

      Robinson, Virgil. James White, pp. 68-311. Cubre la vida de Jaime White desde 1850 hasta 1881.

      White, Arthur L. Ellen G. White, t. 1, pp. 179-485; t. 2; t. 3, pp. 1-384. Esta es la biografía más completa de Elena de White entre los años 1850 y 1888.

      White, Ellen G. Notas biográficas, pp. 142-338. Autobiografía de la Sra. de White de los años 1880 a 1888.

      2 En 2007 APIA (Asociación Publicadora Interamericana) terminó de traducir y publicó los nueve tomos completos de Testimonios para la iglesia en español.

      3 La versión actualizada de APIA/GEMA se titula Consejos sobre alimentación.

       Orientación profética para una iglesia mundial (1888-1915)

      En 1888, Elena de White ya no era la jovencita que había recibido su primera visión en diciembre de 1844. Iba a cumplir 61 años de edad, y había