Raphael Honigstein

Klopp


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vínculo con el Dortmund no era tan irrompible como parecía. Anunció su intención de dimitir al final de la temporada 2014-2015, asegurándose de dejar claro que no tenía intención alguna de tomarse un año sabático.

      En una villa estilo Art Nouveau en el frondoso distrito de Schwachhausen, en Bremen, el teléfono comenzó a sonar unas pocas semanas después del comienzo de la nueva temporada de la Premier League. Mientras los días de Brendan Rodgers en Anfield tocaban a un lento y agónico final, una serie de personas entró en contacto con Marc Kosicke, el agente de Klopp, prometiéndole presentarlo en Liverpool. Uno de ellos, un agente futbolístico alemán, decía que conocía muy bien a Kenny Dalglish. Kosicke prefirió esperar. Por fin, alguien que afirmaba ser Ian Ayre, director ejecutivo del Liverpool FC, telefoneó. ¿Sería posible que discutieran la posibilidad de que Klopp arribara a Anfield? Lo era, contestó Kosicke, pero únicamente a través de una conversación por Skype. Mientras Ayre colgaba, antes de volver a llamar vía la aplicación, Kosicke realizó una rápida búsqueda de fotografías de la directiva del Liverpool. Para asegurarse. Hay demasiado bromista y gente a la que le gusta hacer perder el tiempo a los demás.

      «¿Dónde puedes ir después de haber entrenado al Dortmund?». Se pregunta Martin Quast, amigo de Klopp desde principios de los noventa. «En Alemania, a Kloppo solo le queda dirigir al equipo nacional; todo lo demás, incluido el Bayern, sería un paso atrás. Kloppo disfruta con las emociones, con la empatía, con volver todo patas arriba, formar parte de algo grande de verdad. Y eso es algo que el Bayern no te puede ofrecer, si lo comparas con el Dortmund. Solo podía imaginármelo tomando las riendas de un club en el extranjero, un club como el Liverpool».

      Christian Heidel revela el único escrúpulo que tenía Klopp: su inglés. «Hablamos largo y tendido sobre ello. Me preguntó: ‘‘¿Crees que debería hacerlo?’’. Y yo le contesté: ‘‘Tú sabes perfectamente que tu mejor arma es la palabra. Debes decidir si te ves capaz de expresar en inglés las cosas importantes. Si dejas que sean otros los que hablen en tu lugar, no funcionará. solo serías Klopp al 70%. Tienes que estar completamente seguro’’. Y él contestó: ‘‘Me las arreglaré. Estudiaré y podré hacerlo’’. Y, dado lo inteligente que es, lo logró muy rápido. Creo que, desde ese momento [cuando el LFC entró en escena], ningún otro club habría tenido oportunidad alguna de hacerse con él. Siempre había sentido atracción por ese club, la dimensión emocional de ese puesto le resultaba excitante. No creo que jamás hubiera ido al Manchester City o un club por el estilo; y eso que apostaron muy fuerte por él».

      La primera vez que se pronunció el nombre de Klopp en Anfield fue durante la primavera del 2012, cuando se comenzaron a discutir posibles sucesores para Kenny Dalglish. Un intermediario entró en contacto con el entrenador del Dortmund, pero le dejaron muy claro que Klopp no tenía intención alguna de irse. Estaba a punto de conseguir un doblete histórico.

      En septiembre de 2015 las cosas fueron mucho más serias, y rápidas. El paupérrimo arranque de temporada de Brendan Rodgers provocó que los dueños del Liverpool, el Fenway Sports Group (FSG), grupo con sede en Boston, sondeara el mercado en busca del siguiente entrenador. «Queríamos a alguien con experiencia y éxitos al más alto nivel», explica el presidente de FSG, Mike Gordon, de cincuenta y dos años. «Jürgen contaba con éxitos a nivel local, en la Bundesliga, como es obvio. Estaba claro que había logrado el éxito en Alemania, además de dejar un par de buenas actuaciones en la Champions League. Creo que, para todo el mundo, sus credenciales dejaban claro que era uno de los mejores candidatos, si no el mejor. Además, nos gustaba el estilo de juego que desplegaba. Tanto su energía como el énfasis que ponía en el ataque: un fútbol que era electricidad pura, alta tensión, atractivo. Así que, desde el punto de vista futbolístico, fue una decisión relativamente sencilla y obvia.

      A pesar de que, en palabras de Gordon, Klopp exhibiera «unos cimientos más que obvios sobre los que apostar», el hombre fuerte de FSG en Liverpool llevó a cabo las debidas diligencias sobre el alemán para cerciorarse de que la emoción que suscitaba tenía una base real. «Intenté dejar a un lado su popularidad en el mundo del fútbol y su carisma para analizarlo de manera objetiva», cuenta el que fuera gestor de fondos de inversión, alguien que comenzó vendiendo palomitas de maíz en los partidos de béisbol cuando era un crío. «Realicé junto a otra gente del club un estudio exhaustivo, decidiendo cómo evaluarlo basándonos en aspectos meramente analíticos y futbolísticos. Es un proceso muy parecido al que se realiza en el mundo de las inversiones cuando se quiere afrontar una gran operación. Y me alegra decir que —aunque ahora hayamos llegado a un punto en el que esto resulta más que evidente—, pese a que su reputación en el mundo del fútbol era enorme y estaba por las nubes, lo cierto es que los hechos eran, todavía, mucho más convincentes y persuasivos».

      La investigación realizada por Gordon señaló que, en Mainz y Dortmund, Klopp había tenido «un efecto decididamente positivo, en sentido cuantificable, con relación a lo que se presuponía». En otras palabras, que el suabo había logrado mucho más de lo que se esperaba de él. Para el Liverpool, cuya estrategia se basa en un uso más racional de sus recursos, a diferencia de lo que estilan sus rivales económicamente más poderosos de la Premier League, el atractivo resultaba más que obvio. «Desde un punto de vista futbolístico, era algo muy evidente», dice Gordon. «Aunque, como es natural, tampoco sabía si la filosofía y la personalidad, tanto del club como de Jürgen encajarían. El acoplamiento tenía que ser mutuo. También teníamos que saber si Jürgen querría liderar el programa y proyecto futbolístico del Liverpool. Estos eran unos puntos muy importantes que había que dejar claros».

      El 1 de octubre se celebró una reunión en Nueva York. Por desgracia, el secretismo al que aspiraban Klopp y Kosicke fracasó desde un primer momento. En la sala que tiene Lufthansa en el aeropuerto de Múnich, uno de los trabajadores le preguntó a Klopp —cuya gorra de béisbol no dejaba demasiado lugar al incógnito— el motivo por el que viajaba al JFK. Su respuesta fue: «Vamos a un partido de baloncesto». Una explicación de lo más plausible, si no fuera porque todavía quedaban cuatro semanas para el comienzo de la temporada de la NBA.

      Una hora después de llegar a Manhattan, los alemanes volvieron a ser descubiertos. Cosas de la vida, el recepcionista del Hotel Plaza en la Quinta Avenida era de la misma ciudad en la que el entrenador desarrollara su carrera futbolística. «¡Será posible, pero si es Kloppo!» exclamó en todo su acento maguntino. Pero, fuera como fuere, no se filtró la noticia de aquel viaje secreto.

      El accionista mayoritario de FSG, John W. Henry, el presidente del LFC, Tom Werner, y Gordon se reunieron con Klopp y su agente en las oficinas de Shearman & Sterling, un bufete de abogados en la Avenida Lexington, a unas pocas manzanas dirección este. «Lo primero que pensé es que era un hombre muy alto. Y yo no lo soy para nada», ríe Gordon. «Ya era bastante tarde, pero mantuvimos una conversación de lo más larga y sustancial; después, la aplazamos hasta el día siguiente, en el hotel, donde nos reunimos para más conversaciones largas y sustanciales. Quiero enfatizar un aspecto: estas conversaciones fueron siempre bidireccionales. Todo giraba en torno a si Jürgen era el indicado para el Liverpool FC y si el Liverpool FC, nosotros, como propietarios, éramos los indicados para Jürgen». Como se sospechaba, el carisma de Klopp iba en consonancia a su constitución («se vale de sus habilidades personales y su manera de relacionarse con la gente, para hacer llegar su mensaje»), pero lo que más impresionó a Gordon fue «la enorme sustancialidad» que percibió detrás de esa sonrisa tan ancha y ese enorme cuerpo. «No fue algo del tipo ‘‘chico, este tipo es verdaderamente encantador, va a ser un todo un pelotazo en las ruedas de prensa y como imagen del club’’. Lo que quedó muy claro, casi en seguida, fue el enorme talento que tiene: no solo en el plano personal, sino en cuanto a su inteligencia, su manera analítica de pensar, su lógica, su transparencia y sinceridad, y su habilidad para comunicarse de una manera efectiva, incluso aunque el inglés no sea su lengua materna. Es algo por lo que creo que no suele hacérsele justicia, porque la gente tiende a quedar encandilada por su fachada.

      Klopp les contó a los ejecutivos del FSG que el fútbol «es más que un sistema», «también es la lluvia, patadas que caen desde todos lados, el ruido del estadio». Y, lo que era más importante, dijo que el estilo de juego tenía que «enchufar» al público de Anfield para que este espolease al equipo,